LA SALVACION QUE PABLO EXPERIMENTO
Cuando Pablo escribió la epístola a los filipenses, se hallaba encarcelado en un país extranjero, lejos de su patria. Seguramente tenía muchos motivos para estar preocupado y triste, y bien podía haberse lamentado de su situación. Pero si hubiera hecho esto en lugar de regocijarse, no habría declarado: “Esto resultará en mi salvación”. Si Pablo hubiera derramado lágrimas, no habría experimentado la salvación en medio de sus circunstancias. Suponga que usted fuera un judío que está encadenado y encarcelado en una prisión romana, ¿se habría regocijado como lo hizo Pablo? Estoy seguro de que nosotros, en su lugar, estaríamos tristes y sentiríamos nostalgia por nuestra patria. Sin embargo, Pablo, en lugar de llorar, se regocijó en el Señor. Debido a esto, todo lo que le sucedía redundaba en su salvación.
Según el contexto de estos versículos, la salvación de Pablo consistía en que en nada sería avergonzado. No era simplemente el hecho de no sentirse avergonzado, sino que nada lo expondría a la vergüenza. Antes bien, él magnificaba a Cristo en su cuerpo. La acción de magnificar a Cristo, mencionada en el versículo 20, corresponde a la salvación mencionada en el versículo 19. Esto significa que la salvación que Pablo anhelaba y en la cual tenía puesta su esperanza consistía en no ser avergonzado en nada, y en magnificar a Cristo en su cuerpo. Por tanto, el versículo 20 define el disfrute práctico de la salvación.
Disfrutar esta clase de salvación equivale a vivir a Cristo. Esa es la razón por la que Pablo declaró en el versículo 21: “Porque para mí el vivir es Cristo”.
Los padecimientos de Pablo no lo exposieron a la vergüenza, por el contrario, le brindaron la oportunidad de magnificar a Cristo. Si nosotros experimentamos la salvación mencionada en estos versículos, magnificaremos a Cristo y no seremos avergonzados cuando pasemos por sufrimientos. Si permitimos que las preocupaciones y los sufrimientos nos venzan, ciertamente seremos avergonzados, pero si en medio de tales circunstancias magnificamos a Cristo, experimentaremos esta salvación.
Cierto día falleció la esposa de un hermano, cuya muerte fue una gran pérdida tanto para él como para sus hijos. Si al hablar con él, sólo viéramos tristeza y lágrimas, habríamos tenido una sensación de vergüenza. En dado caso, la pérdida de la esposa lo habría expuesto a vergüenza, debido a que él no habría expresado ni magnificado a Cristo. Además, no habría experimentado la salvación, ya que su forma de reaccionar habría sido igual a la de cualquier incrédulo. No obstante, la experiencia de este hermano fue totalmente distinta. El se regocijó, alabó al Señor y testificó de Su gracia. Por consiguiente, el Señor fue manifestado y magnificado de una manera palpable, y de esa forma el hermano experimentó la salvación. En otras palabras, dicho hermano fue salvo en medio del sufrimiento producido por la pérdida de su esposa, y al mismo tiempo, la salvación que experimentó le permitió magnificar a Cristo.
Este caso nos ayuda a entender la experiencia que tuvo Pablo en la cárcel. A pesar de que él estaba preso en un país extranjero, sus padecimientos no lo avergonzaron. Antes bien, conforme a su anhelo y esperanza, Cristo fue magnificado en él y pudo disfrutar la salvación del Señor.
(
Estudio-vida de Filipenses, capítulo 7, por Witness Lee)