NO DEBEMOS PERMITIR QUE
NADA NOS APARTE DE NUESTRO ESPIRITU
Para estar firmes, debemos permanecer en un mismo espíritu, y para combatir juntos, debemos ser unánimes. En nuestra experiencia hemos comprobado que hay una gran diferencia entre estar en un mismo espíritu y ser unánimes. Cuando la iglesia recibe oposición y ataques, debemos estar firmes. Pero ¿en qué parte de nuestro ser estamos firmes? En el espíritu. Si nos apartamos de nuestro espíritu, seremos divididos. Primero vendrán las opiniones, luego las disensiones y finalmente surgirán divisiones. Aun si sólo tres hermanos se reúnen, y no saben permanecer en su espíritu, terminarán divididos. Las diferentes opiniones, pensamientos y conceptos que tengan, causarán disensiones, las cuales minarán la unidad, causando la división. Por eso, únicamente podemos estar firmes cuando estamos en nuestro espíritu. En ninguna otra parte de nuestro ser podemos estar firmes.
Si examinamos nuestra experiencia, descubriremos que, si nos salimos de nuestro espíritu, surgirán en nosotros dudas y razonamientos, tan pronto como enfrentemos oposición y ataques. Supongamos que los creyentes filipenses no hubieran permanecido en su espíritu cuando enfrentaron oposición de parte de los judaizantes. Es posible que hubieran dudado de Pablo. Tal vez llegaran a preguntarse si Pablo realmente les había impartido todas las verdades, y si los judaizantes tenían algo más que ofrecerles. Tales dudas no provienen del espíritu. Pero cuando nos volvemos a nuestro espíritu, permanecemos allí y cerramos nuestro ser a las preguntas negativas y a las dudas, no se presentará ningún problema.
Por años hemos recibido ataques. El enemigo no ha cesado de atacarnos, ni ha querido dejarnos en paz. Es posible que los ataques y la oposición nos hagan salir de nuestro espíritu. Pero tan pronto percibamos esto, debemos volvernos a nuestro espíritu y cerrarle la puerta a Satanás. Permanecer en el espíritu así equivale a estar firmes en el espíritu.
Durante los años que estuve con el hermano Nee en China, fui testigo de numerosos ataques en su contra. En aquellos días, él era como un gran paraguas y yo me hallaba protegido debajo de él. Debido a que él era el paraguas, la lluvia le caía a él y no a mí. En ocasiones, cuando venían los ataques, surgían dudas en mí. Esto ocurría especialmente temprano por la mañana o a altas horas de la noche. A menudo, me venían pensamientos de que tal vez no teníamos la razón con respecto a ciertos asuntos. Cuando detectaba que esto provenía del enemigo, me volvía al espíritu y lo ejercitaba en oración. Esta era la manera en que podía estar firme en un mismo espíritu. Al experimentar los ataques y la oposición, es crucial que permanezcamos en el espíritu. Sólo nuestro espíritu puede mantenernos unidos en tales momentos. Debemos permanecer firmes, no con un mismo espíritu, sino en un mismo espíritu.
(Estudio-vida de Filipenses, capítulo 8, por Witness Lee)