ASUMIR LA RESPONSABILIDAD DE LLEVAR FRUTO
Y PASTOREAR EL REBAÑO
Después de haber sido salvos por el Señor, es posible que sólo queramos venir a las reuniones para nuestro disfrute. ¿Pensamos que esto es suficiente? Hay miles de incrédulos que viven a nuestro alrededor, y necesitan que alguien les predique el evangelio. En el Nuevo Testamento el Señor primero nos llamó a venir a Él, pero luego nos envió a predicar el evangelio, a hacer discípulos a las naciones. ¿Ya hemos hecho esto? Incluso en el Evangelio de Juan, un libro que nos habla acerca de Cristo como nuestra vida y nuestro suministro de vida, se nos exhorta a llevar fruto y a apacentar y pastorear los corderos. En el capítulo 15 vemos que el Señor es la vid y nosotros somos los pámpanos. Sin duda, todos los pámpanos disfrutan del suministro de vida que les provee la vid, pero eso no es la meta. La meta es que todos los pámpanos lleven fruto. Tal vez digamos que disfrutamos al Señor, pero ¿dónde está nuestro fruto? El disfrute que tenemos de Cristo como gracia a fin de que llegue a ser nuestra vida tiene estos dos resultados: que llevemos fruto y que pastoreemos el rebaño. Después de que llevemos fruto, este fruto se convertirá en el rebaño de corderos que debemos pastorear. Tenemos que pastorear el rebaño y apacentar los corderos uno a uno. El Evangelio de Juan es un libro que nos habla de disfrute, pero dicho disfrute tiene un resultado. Este resultado viene a ser la responsabilidad que recae sobre nuestros hombros. Tal vez nos agrade escuchar cómo podemos disfrutar a Cristo, pero no lo tocante a nuestra responsabilidad o nuestro deber. Sin embargo, no hay disfrute sin responsabilidad. Si pensamos que esto es posible, nos engañamos a nosotros mismos.
Según lo dicho por el Señor en Juan 15, si nosotros como pámpanos de la vid no llevamos fruto, seremos cortados del disfrute de las riquezas de la vid (vs. 2, 6). Ser cortados no significa perecer eternamente, sino perder la oportunidad de disfrutar del rico jugo vital de la vid. Es posible que digamos que disfrutamos a Cristo cuando en realidad hemos sido cortados de este disfrute. Puede ser que tengamos el concepto de que el Señor nunca nos pediría hacer algo tan difícil como salir a visitar a las personas para predicarles el evangelio, pero el Nuevo Testamento nos muestra que tenemos que estar preparados para ser perseguidos e incluso sufrir el martirio por predicar el evangelio. Después de Pentecostés un número de santos de Jerusalén sufrieron el martirio (Hch. 7:54-60; 12:1-2). ¿Quién se prepararía para ser perseguido? A todos nos gusta seguir el camino fácil, pero el camino fácil no es el camino del éxito. Si un maestro quiere tener éxito en su clase, debe llevar una carga. Asimismo, el ejecutivo de una compañía debe cumplir su responsabilidad. Lo mismo sucede con respecto a nosotros, los cristianos. Los cristianos deberían ser la más alta categoría de personas de entre el linaje humano. Como tales, definitivamente tenemos que asumir cierta responsabilidad.
El Nuevo Testamento primeramente nos exhorta a predicar el evangelio, y luego nos exhorta a apacentar los corderos. En Juan 21:15-17 el Señor le preguntó a Pedro tres veces si lo amaba. Cuando Pedro le dijo al Señor que sí lo amaba, el Señor le dijo que apacentara Sus corderos y Sus ovejas y que pastoreara Sus ovejas. Luego, en los versículos 18 y 19, el Señor le dijo a Pedro: “De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías, y andabas por donde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará adonde no quieras. Esto dijo, dando a entender con qué muerte había de glorificar a Dios. Y dicho esto, añadió: Sígueme”. El Señor le dijo esto a Pedro a fin de prepararlo para el martirio, para que lo siguiera hasta la muerte. Éste es nuestro destino, el cual nos introduce en el reino.
(Don sobresliente para edificar la iglesia, El, capítulo 6, por Witness Lee)