Don sobresliente para edificar la iglesia, El, por Witness Lee

SER PERFECCIONADOS PARA PROFETIZAR Y PERFECCIONAR A OTROS PARA QUE HAGAN LO MISMO

En los capítulos 1 y 2, yo les dije que el profetizar es el don sobresaliente para edificar el Cuerpo de Cristo. También les dije que necesitamos anhelar el profetizar y aprender a profetizar. Sin embargo, me preocupa que ustedes se hayan olvidado de esta comunión. También percibo que algunos, aunque se esfuerzan por profetizar, aún no lo hacen adecuadamente. Por lo tanto, necesitamos ser perfeccionados para profetizar. En 1 Corintios 14 se recalca y se exalta el profetizar; se le considera el don sobresaliente, el don más excelente, para edificar la iglesia como el Cuerpo de Cristo. El profetizar en 1 Corintios 14 es una manera de hablar que edifica, alienta, consuela, convence y examina a las personas (vs. 3, 24). El profetizar no es un hablar ordinario, pues consiste en hablar por el Señor y con el Señor.

Cualquiera puede hablar en un sentido general, pero para profetizar, para proclamar al Señor, se requieren tres elementos. Primero, debemos aprender la Palabra santa. Debemos adquirir el conocimiento apropiado acerca de Dios y de las cosas de Dios, el cual se obtiene a través del conocimiento de la Palabra santa. Por lo tanto, tenemos que estudiar la Biblia. Segundo, debemos recibir del Espíritu Santo la inspiración al momento. Esto implica que debemos ser personas que siempre se comunican con el Señor, que viven en la comunión del Señor. Si nuestra comunión con el Señor se ha interrumpido, no podremos recibir del Espíritu Santo una inspiración al momento y viviente. Por consiguiente, debemos ser personas que viven en la comunión del Señor todo el día. Todo el día debemos disfrutar de la corriente del Espíritu. Si somos personas que permanecen en el Señor y están en comunión con Él, podremos recibir la inspiración del Espíritu en cualquier momento. Tercero, debemos recibir una visión en cuanto a los intereses de Dios, la condición de la iglesia, nuestra propia condición y la condición de otros. Necesitamos recibir una visión en cuanto al mundo, en cuanto a los pecadores, en cuanto al pueblo de Dios, en cuanto a la iglesia como el Cuerpo de Cristo y en cuanto a nosotros mismos. A fin de profetizar, necesitamos recibir una clara visión para claramente discernir todas las cosas en toda situación. Cuando nuestros ojos son abiertos y el cielo sobre nosotros es un cielo despejado, podemos hablar de lo que vemos con las palabras de la Biblia bajo la inspiración del Espíritu. Esto es lo que significa profetizar. Este hablar divino ministra a Cristo como vida en otros. Cuando hablamos de esta manera, tenemos la Palabra y el Espíritu, y de la Palabra y el Espíritu procede nuestra autoridad y poder. A fin de profetizar, necesitamos el elemento humano, el cual consiste en aprender la Palabra, y el elemento divino, el cual consiste en recibir la inspiración del Espíritu Santo y ver un panorama claro.

Lucas 1 contiene el relato de tres personas que profetizaron: Elisabet, María y Zacarías. La profecía de María contiene muchas citas del Antiguo Testamento. Esto indica que María estaba bastante familiarizada con el Antiguo Testamento, y que habló de lo que había aprendido del Antiguo Testamento. Además de esto, ella recibió inspiración de parte de Dios y vio algo. Por lo tanto, estaba en una condición en la cual podía recibir la inspiración del Espíritu Santo, a fin de hablar teniendo un panorama claro. Lo mismo sucedía con respecto a Elisabet y Zacarías. Todos ellos habían aprendido la Palabra, recibieron la inspiración divina y pudieron ver claramente la situación. Por consiguiente, lo que ellos hablaron fue una profecía.

Si realmente tomamos en serio la práctica del profetizar, primero debemos dedicar nuestro tiempo y energía para estudiar la Palabra santa. Isaías fue un profeta del Antiguo Testamento que escribió un extenso libro de sesenta y seis capítulos. La mayor parte de lo que Isaías habló en este libro no fue predicciones ni vaticinios. El profetizar que encontramos en el libro de Isaías en su mayor parte tiene el sentido de hablar por el Señor, de proclamar al Señor y de impartir al Señor en las personas. Por ejemplo, cuando él reprende a Israel, emplea muchas citas de la ley de Moisés. Esto demuestra que él ciertamente estudiaba muchísimo el Pentateuco. Cuando él vio la situación que imperaba entre los israelitas, los reprendió, no con sus propias palabras, sino con las palabras que había aprendido de Moisés en los primeros cinco libros de la Biblia. Sin duda alguna, mientras hablaba, él recibía la inspiración del Espíritu. Por consiguiente, Isaías había aprendido la Palabra, recibía la inspiración divina y tenía un panorama claro. Por lo tanto, todo lo que él habló era su profecía, es decir, lo que él hablaba por el Señor, su proclamación del Señor.

Debemos poner en práctica esta comunión a fin de aprender a profetizar. Si ponemos en práctica esta comunión, seremos perfeccionados para la obra del ministerio. En otras palabras, seremos perfeccionados para profetizar a fin de edificar la iglesia como el Cuerpo de Cristo. Después de esto, tendremos que ir a perfeccionar a otros. Si todos hacemos esto, todos llegaremos a ser profetas. ¡Qué bueno sería si todos los santos en el recobro del Señor fueran profetas de esta manera! Tal vez algunas hermanas se pregunten si ellas pueden realizar este tipo de labor. En el Antiguo Testamento vemos que había profetas y también profetisas (Éx. 15:20; Jue. 4:4; 2 R. 22:14), y en el Nuevo Testamento vemos también que las mujeres pueden profetizar (1 Co. 11:5; Hch. 2:17-18; 21:9). Es por ello que Pablo dice que cuando toda la iglesia se reúne, todos pueden profetizar (1 Co. 14:31). Tanto los hermanos como las hermanas pueden profetizar. Espero que recibamos la comunión de perfeccionamiento de este capítulo y la pongamos en práctica. Entonces basados en esta comunión podremos ir a perfeccionar a otros de casa en casa, como lo hizo el apóstol Pablo.

Hace poco llamé a cierto hermano responsable muy temprano por la mañana. Temía un poco llamarlo tan temprano, pero cuando lo llamé no estaba en casa. Él se había ido a la casa de otro hermano para disfrutar juntos de la vigilia matutina. Cuando me enteré de esto, mi temor se volvió en felicidad. Sería muy maravilloso si pudiéramos ir a la casa de otro hermano temprano en la mañana para disfrutar con él la vigilia matutina y enseñarle cómo perfeccionar a otros. Si todos los santos son perfeccionados de esta manera, en la iglesia habrá muchos que ejercerán su función. De este modo, se cumplirá Efesios 4:16, donde dice que el Cuerpo crece por “la función de cada miembro en su medida”. Entonces será muy fácil que las personas sean salvas y permanezcan. Inmediatamente después de bautizarlas, podremos ir a sus casas la mañana siguiente para disfrutar con ellas de la vigilia matutina.

Todos debemos visitar a las personas para llevarles el evangelio, y también visitar a los nuevos creyentes y a los demás santos para su perfeccionamiento. En nuestras manos tenemos la Palabra santa y en nuestro interior tenemos al Espíritu Santo. Cuando laboramos juntamente con el Señor para visitar a otros, la Palabra se hace viviente y el Espíritu ejerce Su autoridad y poder sobre las personas. Debemos salir a salvar a las personas y también a alimentarlas, enseñarles y perfeccionarlas. De este modo, la iglesia crecerá continuamente. Sin embargo, hoy no muchos de nosotros están dispuestos a salir a perfeccionar a otros. Tenemos mucho conocimiento bíblico en nuestra mente, pero no lo usamos. Tenemos al Espíritu Santo en nosotros, pero no ejercitamos nuestro espíritu. Como resultado, lo que vemos entre nosotros es más una congregación que el Cuerpo viviente de Cristo. Si todos ponemos en práctica lo que hemos presentado en comunión en este capítulo, y luego salimos a perfeccionar a otros, ¡cuán maravillosa será la situación en las iglesias! Todas las iglesias están llenas de personas que necesitan ser perfeccionadas. ¿Quién irá a hacer esto? Si todos asumimos la carga de ir y perfeccionar a otros, la condición de las iglesias cambiará después de sólo dos meses.

El Señor dio a unos como apóstoles, a otros como profetas, a otros como evangelistas, y a otros como profetas y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para —o con miras a, dando por resultado— la obra del ministerio. Dios solamente tiene un ministerio en la tierra. Éste es el ministerio único del Nuevo Testamento, el cual tiene como fin la edificación del Cuerpo de Cristo. Si queremos hacer la obra del ministerio, tenemos que practicar el profetizar. Si deseamos profetizar, tenemos que aprender la Palabra día a día para familiarizarnos con la Palabra santa. Además de esto, debemos tener comunión con el Señor y permanecer en Su comunión. Esto equivale a que siempre nos mantenemos en la corriente del Espíritu, de modo que en cualquier momento podamos recibir la inspiración del Espíritu Santo. Si somos este tipo de personas, nuestros ojos serán abiertos. El cielo que está sobre nosotros será un cielo despejado, y tendremos un panorama claro de todo el universo. Nosotros siempre veremos la verdadera situación del mundo, la verdadera situación de las iglesias, la verdadera situación de otros creyentes y nuestra verdadera situación. De este modo, siempre tendremos algo de que hablar. Cuando tenemos estos tres elementos —el elemento humano de nuestro aprendizaje de la Palabra, la inspiración divina del Espíritu y un panorama claro— podremos profetizar. Es debido a que poseo estos tres elementos que tengo tanto que decir a los santos en el ministerio de la Palabra.

Si ponemos en práctica estos puntos, nos será fácil profetizar. Después de dos semanas de práctica, podremos recibir la carga de perfeccionar a otros. Luego, después de otras dos semanas, aquellos que perfeccionemos podrán hacer lo mismo e ir a perfeccionar a otros. Entonces en las iglesias abundará esta clase de perfeccionamiento viviente. Después de dos meses de este tipo de actividad, las iglesias serán avivadas y despertadas.

Un pasaje de la Palabra como Efesios 4:11-16 requiere que lo pongamos en práctica. Todos debemos levantarnos para perfeccionar a los santos. No debemos decir que no somos apóstoles o profetas. Si ponemos en práctica la comunión presentada en este capítulo, seremos perfeccionados y llegaremos a ser apóstoles o profetas. No es tan difícil. La gracia está en la Palabra y en el Espíritu. Tenemos la Palabra en nuestras manos y al Espíritu en nuestro interior, a fin de tener una práctica conforme al camino bíblico. Veremos lo fácil que es hablar de esta manera y el rico resultado que tendrá esto. Tengo la plena certeza de que este camino es del Señor. Espero que todos recibamos la palabra de perfeccionamiento contenida en este capítulo.

Muchos santos entre nosotros son coyunturas del rico suministro. Ellos son dotados, pero necesitan perfeccionamiento. Después de que sean perfeccionados, ellos ejercerán su función al profetizar e irán a perfeccionar a otros. Las coyunturas, las personas dotadas, perfeccionan a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del Cuerpo de Cristo (Ef. 4:12). Luego todos los miembros se asen a la verdad en amor y crecen en todo en aquel que es la Cabeza, Cristo (v. 15). A partir de la Cabeza todo el Cuerpo está bien unido y entrelazado por todas las coyunturas del rico suministro. Esto causa el crecimiento del Cuerpo mediante la función de cada miembro en su medida, para la edificación de sí mismo en amor (v. 16).

(Don sobresliente para edificar la iglesia, El, capítulo 3, por Witness Lee)