DIOS NO TIENE LA INTENCIÓN
DE GANAR INDIVIDUOS,
SINO UN GRUPO DE PERSONAS EDIFICADAS
En este capítulo examinaremos el edificio de Dios más detalladamente. Creo que ya ha quedado grabado profundamente en nosotros que la intención de Dios en este universo es obtener un edificio. Dios no tiene la intención de obtener individuos, sino un grupo de personas que han sido edificadas juntamente con Él. Por lo tanto, en este universo Dios no está simplemente edificando individuos con respecto a su crecimiento espiritual, sino que está edificando a todas las personas salvas en Sí mismo como una sola entidad. En otras palabras, la meta de Dios no es la edificación personal de individuos, sino la edificación de la iglesia. Él no tiene la intención de edificarnos en nuestra fe para que seamos individuos apropiados; más bien, Su intención es edificarnos a todos nosotros como una casa. El deseo de Dios no es producir muchos vasos mediante la edificación individual, sino producir un solo vaso corporativo mediante la edificación corporativa.
Debemos permitir que el Señor infunda en nosotros la luz de esta visión. Si leemos las Escrituras de principio a fin, veremos que esta visión corre a lo largo de toda la Biblia. Si leemos sólo cierto pasaje, cierto versículo o cierta frase, pareciera que tenemos una base para decir que la intención de Dios es edificar individuos en su crecimiento espiritual. Sin embargo, si leemos toda la Biblia de principio a fin, veremos que la consumación máxima de la obra de Dios en el universo no es tener muchas personas dispersas, sino una ciudad, la Nueva Jerusalén. Cuando se menciona la palabra ciudad, sabemos que ésta denota una edificación. Una edificación, un edificio, no consiste de muchas piedras amontonadas, dispersas por todos lados ni exhibidas ordenadamente en fila; antes bien, es una entidad con muchas piedras conjuntamente edificadas mediante un proceso de construcción.
Si examinamos esta ciudad, la Nueva Jerusalén, podemos ver que en sus puertas están inscritos los nombres de las doce tribus de Israel, mientras que sobre los cimientos de su muro están los nombres de los doce apóstoles del Cordero (21:14). Esto implica que todos los santos redimidos de la era antiguotestamentaria, representados por las doce tribus, y todos los santos redimidos de la era neotestamentaria, representados por los doce apóstoles, están en esta ciudad. Así pues, se puede ver que todos estos santos redimidos no están dispersos, sino que han sido completamente edificados los unos con los otros. Pedro es una piedra, Juan es otra piedra, y Jacobo es otra piedra y, como tales, todos están conjuntamente edificados; ellos no son piedras dispersas. Esto nos muestra que lo que Dios desea obtener a través de las edades no es un grupo de individuos que están separados y dispersos; más bien, Dios desea obtener una entidad corporativa, una ciudad edificada con todos los santos redimidos. Éste es un principio de suma importancia y trascendencia.
Quisiera hacerles notar lo siguiente. En el Antiguo Testamento no podemos ver el tabernáculo de Dios en ningún individuo, ni tampoco vemos el templo de Dios en la casa de alguien en particular. Sólo vemos el tabernáculo y el templo en medio de todos los hijos de Israel. Esto también nos muestra que Dios no toma a los individuos como Su meta, sino al Cuerpo, una entidad corporativa, como Su meta. La intención de Dios no es obtener muchos templos individuales, sino un solo templo edificado. Así como en el Antiguo Testamento el templo no era un solo individuo ni la casa de alguien en particular, de la misma manera tampoco en el Nuevo Testamento se halla la iglesia en un individuo o en alguna casa en particular. Un solo santo nunca puede llegar a ser la iglesia. La iglesia es una entidad corporativa edificada con todos los santos que están en cada localidad.
El tiempo no nos permite decir mucho aquí. Sin embargo, les ruego que vean que Dios no desea muchos individuos dispersos, sino un edificio que ha sido construido con todos los santos. Dios no desea piedras que son talladas separadamente para ser objetos que otros pueden apreciar; más bien, Dios desea que muchas piedras sean conjuntamente edificadas para ser una ciudad que puede ser habitada. Por lo tanto, queda excluida la espiritualidad individual y la belleza personal. Necesitamos ser coordinados y edificados unos con otros.
Ni siquiera los doce apóstoles eran individualistas. Ellos, por ser los cimientos de la Nueva Jerusalén, no son individualistas, sino que están unidos unos con otros. Es más, también en su obra ellos siempre se unían a sí mismos a todos los santos con miras a la edificación de la iglesia. Me preocupa que hoy en día algunos colaboradores estén llevando a cabo una obra individualista. Es posible que sean bastante exitosos en su obra y, al mismo tiempo, no estén unidos a nadie. Si es así, entonces es como si usted por sí solo fuera el cimiento. No sólo es imposible que los demás sean unidos a usted, sino que tampoco pueden continuar su obra después de usted. Después que usted haya laborado en cierto lugar por cierto tiempo, los demás no podrán laborar más allí, pues usted ha puesto un cimiento individualista y lleva a cabo una obra individualista. Su obra puede tener un aspecto hermoso e incluso espiritual, pero usted tiene que reconocer que hay un problema muy serio con respecto a ella. Hermanos y hermanas, les repito que independientemente de cuánto trabajemos en las piedras para hacer que cada una de ellas se vea hermosa, Dios no desea piedras por sí solas; Dios sólo desea una ciudad. Lo único que Él desea es obtener una ciudad edificada, una ciudad que haya sido construida. Este cuadro debe ser muy claro para nosotros. Si todavía no lo hemos visto, entonces realmente necesitamos la misericordia de Dios.
(
Obra de edificación que Dios realiza, capítulo 7, por Witness Lee)