UNA IGLESIA EDIFICADA DEBE INCLUIR
LA MEZCLA DE DIOS Y EL HOMBRE
Y DEBE PASAR POR LA MUERTE Y LA RESURRECCIÓN
La Nueva Jerusalén tiene puertas (Ap. 21:12-13), y es imprescindible que pase por estas puertas todo el que desee entrar en ella y tener parte en el edificio de Dios.
En primer lugar, debemos ver que en esta ciudad hay un total de doce puertas. Estas puertas están en sus cuatro lados: al oriente tres puertas, al norte tres puertas, al sur tres puertas y al occidente tres puertas. Esto implica que es muy fácil para las personas entrar en la ciudad; que no hay dificultad en absoluto. Además, el número doce tiene un significado espiritual. Todos los números usados en las Escrituras tienen su significado espiritual. Noten que en la Nueva Jerusalén el número doce se repite frecuentemente. Además, en este caso el número doce es el resultado de multiplicar cuatro (los cuatro lados: oriente, norte, sur y occidente) por tres (tres puertas en cada lado). El número tres denota al Dios Triuno, el Dios que vino en resurrección para ser la vida del hombre. El Dios Triuno vino para tener una relación con el hombre y para ser la vida de éste por medio de la encarnación, la muerte y la resurrección. En otras palabras, esto ocurre al entrar el Padre en el Hijo, el Hijo en el Espíritu y el Espíritu en el hombre. Al pasar por estas tres etapas, el Dios Triuno vino a ser la vida del hombre. Todo esto está implícito en el número tres. En las Escrituras el número cuatro denota los seres creados; por ejemplo, Apocalipsis 4:6 nos habla de los cuatro seres vivientes. Por lo tanto, tres multiplicado por cuatro implica la mezcla de Dios con el hombre. La mezcla completa de Dios con el hombre llega a ser el número doce. El número doce es el número de compleción eterna, el número de la culminación del edificio de Dios. Todo lo que Dios edifique debe proceder de la mezcla de Dios con el hombre. El número que usamos para simbolizar esto es el número doce.
Por lo tanto, ahora nos es fácil entender lo que significa que la ciudad tenga doce puertas. El que la ciudad tenga doce puertas significa que la entrada a este edificio se produce a partir de la mezcla de Dios con el hombre. Si sólo tenemos el hombre o si sólo tenemos a Dios, las puertas no pueden existir. Es sólo cuando Dios se mezcla con el hombre que llegan a existir las puertas.
Además, cada una de las doce puertas es una perla (21:21a). Las perlas también tienen un importante significado espiritual. Debemos reconocer que la ciudad tiene tres clases de materiales: oro, perlas y piedras preciosas. Las puertas son perlas, el muro es edificado con piedras preciosas y la base de la ciudad con su calle es de oro puro. Podemos recordar que Génesis 2 dice que un río salía de Edén y que había oro, bedelio (una perla) y ónice (una piedra preciosa). Estas mismas tres clases de materiales se hallan en la Nueva Jerusalén. Por lo tanto, los tres materiales de Génesis 2 aparecen nuevamente en la Nueva Jerusalén. Esto muestra que estos tres materiales son muy significativos en el edificio de Dios.
El relato en este pasaje de la Palabra es simbólico o alegórico. Al igual que un cuadro, se ve muy sencillo a primera vista, pero su significado intrínseco es profundo. Si leen las Escrituras, encontrarán que cada uno de estos tres materiales —el oro puro, las piedras preciosas y las perlas— tiene su significado particular. Si queremos conocer la edificación de la iglesia, es decir, la obra de edificación que Dios realiza a través de los siglos, debemos entender el significado de estos materiales hallados en las Escrituras.
Consideremos primero las perlas, las cuales son una clase de material muy especial. Las perlas son producidas por las ostras, las cuales crecen en el mar. Cuando un grano de arena hiere una ostra, la estimula para que segregue una sustancia sobre el grano de arena, sustancia que gradualmente lo convierte en una perla. Por consiguiente, en el sentido espiritual, la perla denota cómo nosotros fuimos regenerados y llegamos a ser una nueva creación en la herida de Cristo. Mientras estaba en el mar, el mundo, el Señor Jesús, la ostra, fue herido por nosotros. Puesto que somos personas terrenales, cada uno de nosotros puede ser comparado a un grano de arena. Como granos de arena, nosotros herimos a Cristo y, al estar en Su herida, experimentamos una transformación en vida. Al recibir nosotros la muerte del Señor, llegamos a ser una nueva creación mediante la regeneración que experimentamos por causa de la vida que emanó de Él. En esta vida, la muerte y la resurrección están incluidas. En la herida del Señor, nosotros morimos con Él, resucitamos con Él y también vivimos juntamente con Él en la nueva creación. Éste es el significado de las perlas, las cuales se forman mediante la mezcla que ocurre entre la arena y la ostra. Esto concuerda con el principio de tres por cuatro, es decir, con el principio de la mezcla de Dios con el hombre.
Por consiguiente, el hecho de que las puertas de la ciudad sean de perla indica que todo lo que no concuerde con la naturaleza de la perla no puede entrar en la ciudad para tener parte en ella. Todo el que entre en la ciudad por medio de las puertas tiene que ser el resultado de tres multiplicado por cuatro, es decir, el resultado de la mezcla de Dios con el hombre, y una nueva creación en Cristo mediante la muerte y la resurrección. Usted no puede introducir nada natural, nada de la tierra, en este edificio. Cada grano de arena tiene que entrar en la herida de la ostra a fin de ser transformado. Toda persona terrenal debe pasar a través de la muerte y la resurrección por medio de la cruz de Cristo. Todos los seres naturales y todos los elementos naturales deben llegar a ser una nueva creación —la perla— al experimentar la obra de la cruz. Sólo entonces podrán entrar por las puertas.
Después de leer esto, usted puede entender estas cosas en teoría, pero quizás todavía no sepa cómo se aplican. Por consiguiente, permítame darles un ejemplo. Imaginémonos a una persona que es muy educada. Tiene una mente muy lúcida, habla con elocuencia y es competente en el debate. Supongamos que esta persona es salva, se une a la iglesia en Taipéi y ama al Señor fervorosamente. Como resultado, en cuestión de dos meses todas sus cualidades se hacen manifiestas. Cuando los hermanos responsables noten su condición, probablemente digan: “Oh, este hermano es un portavoz; pidámosle que dé mensajes desde la plataforma”. Les aseguro, hermanos y hermanas, que si esto ocurre, esos hermanos responsables estarán cometiendo un grave error. Puesto que este hermano ha sido salvo sólo por un breve período de tiempo, su elocuencia, su mente, su educación y su manera de pensar son naturales, no son más que arena, y son de la tierra. No son de resurrección ni son de perla. Ninguna de sus cualidades puede pasar por las puertas para entrar en el edificio de Dios. Por consiguiente, si los hermanos responsables lo invitan a dar un mensaje, él quizás hable con mucha elocuencia y presente todos los puntos en buen orden, y reciba una lluvia de elogios. Sin embargo, después de dar mensajes por dos o tres meses, me temo que la iglesia se derrumbará porque todo su hablar ha sido natural y terrenal, en vez de ser perla. Sus habilidades naturales aún no han tocado la herida de Cristo, ni han sido quebrantadas por la cruz, ni tampoco han pasado por la muerte y la resurrección. Por lo tanto, en vez de edificar la iglesia, dichas habilidades naturales la derribarán.
En esta situación lo que se necesita es una puerta de perla. Esta puerta deja por fuera todo lo natural del hombre. Si una persona desea entrar por la puerta, todo lo que ella posee tiene que cambiar de naturaleza. Si este hermano realmente desea servir en la iglesia a fin de edificarla, entonces su educación, su mente, su modo de pensar, su elocuencia y su habilidad para debatir, todo ello, debe experimentar el quebrantamiento de la cruz. Por un período de tiempo prolongado, él deberá tener la práctica de condenar todas estas cosas que son positivas a los ojos de los hombres, llevándolas a la cruz para que sean allí aniquiladas y luego resucitadas. Después de esto, podrá hacerlas pasar por la puerta para que entren en la edificación de la iglesia. Entonces cuando se levante para hablar por el Señor, su hablar tendrá peso espiritual y será útil para edificar a la iglesia.
Espero que todos tengamos un claro sentir al respecto. Es preciso que veamos lo terrible que es que nuestro ser natural participe en el servicio de la iglesia sin antes ser quebrantado. A veces en cierta iglesia local he observado cómo los hermanos responsables discuten los asuntos de la iglesia. Mientras expresaban sus opiniones uno por uno, me dije a mí mismo: “¡Ay, no! Todas sus opiniones no son otra cosa que su perspicacia natural, sus percepciones humanas y sus puntos de vista mundanos. Sus opiniones no han sido quebrantadas por la cruz ni han pasado por la muerte y resurrección; no son más que arena, no son perlas. Si los hermanos responsables cuidan de la iglesia con estas opiniones e ideas, los santos en esta localidad no serán edificados y la iglesia se derrumbará”.
Una vez fui a cierto lugar para hacer los preparativos de una conferencia que íbamos a celebrar allí. Los hermanos responsables estaban discutiendo si debían poner un aviso grande en los periódicos para esa ocasión. Yo estaba allí presente durante su discusión. En esa ocasión me dije a mí mismo: “¡Cuánto me gustaría que hubiera un gran hacha aquí! ¡Entonces podría cortar en pedazos una a una todas sus opiniones!”. También pensé: “¿Qué clase de mentalidad es ésa? ¡Ésa no es una mentalidad regenerada! ¡Es una mentalidad de arena, no de perla! Esta clase de mentalidad no ha entrado en la herida de la ostra, ni ha pasado por la cruz, ni ha sido resucitada; ¡es completamente natural!”. Después que ellos hubieron terminado su discusión, se volvieron a mí y me preguntaron: “Hermano Lee, ¿qué piensa usted sobre esto?”. Frunciendo el ceño, les respondí: “Creo que eso es lo más desagradable que puedan hacer. Hermanos, necesitamos ver lo que el Señor quiere que nosotros hagamos hoy. Si estuviéramos en los negocios de este mundo, podríamos publicar un anuncio grande. Sin embargo, puesto que nuestra intención es edificar la iglesia aquí hoy, no podemos valernos en absoluto de esos métodos”. Por el bien de la edificación de la iglesia, debemos usar sólo aquello que ha pasado por la muerte y la resurrección. No piensen que la iglesia será edificada si publicamos grandes anuncios para atraer a multitudes de personas. Les digo que cuanto más grande sea el anuncio que publiquen y cuantas más personas vengan, más rápido la iglesia se derrumbará. Así que, les rogué que no hicieran eso.
En otra ocasión, mientras estaba en otro lugar, sucedió que los hermanos responsables tuvieron una reunión entre sí. En aquel tiempo, debido a una gran necesidad económica, discutían acerca de cómo recaudar fondos para cubrir la necesidad. Alguien que estaba allí presente también tenía una mentalidad de arena con ideas fantásticas. Este hermano responsable propuso: “Podríamos preparar algunos volantes con los nombres impresos de cada hermano y hermana y luego repartírselos a ellos, pidiéndoles que entreguen su donativo junto con los volantes. De este modo sabremos quiénes han ofrendado y quiénes no, y también quiénes han dado más y quiénes han dado menos. Si les entregamos estos volantes, no podrán evitar ofrendar su dinero”. Mientras discutían este asunto con gran interés, cuanto más los escuchaba, más turbado me sentía. Me sentía muy afligido en mi corazón. Luego, cuando se volvieron a mí y me preguntaron: “Hermano Lee, ¿qué opina al respecto?”. Les dije: “Nunca deben hacer algo semejante. Les ruego que no hagan eso”. Entonces preguntaron: “¿Cómo entonces vamos a recaudar los fondos necesarios?”. Les dije: “Tienen que arrodillarse y orar. Cuando sientan que no tienen salida alguna, Dios tiene una salida. Ustedes no pueden resolver el problema, pero Dios sí puede. Lo que es imposible para el hombre, es posible para Dios”.
No es necesario que les cuente otras historias como éstas. Recuerden que cada vez que intenten introducir algo natural, algo que proviene del esfuerzo humano, algo “ingenioso”, algo que proviene de los planes y métodos humanos, y algo que no haya pasado por la cruz, ello indicará que aún no han llegado a su fin y, por tanto, Dios no podrá proveerles una salida. Todas estas cosas son arena y no perlas, puesto que son cosas que no han pasado por la muerte. Por lo tanto, no deben introducirlas jamás en el edificio de Dios, pues si lo hacen, estropearán el edificio de Dios e impedirán que la iglesia sea edificada. En la iglesia, en el edificio de Dios, no puede haber nada de arena o polvo; sólo puede haber perlas. En la edificación de la iglesia, todo debe pasar por la cruz, todo debe estar en Cristo y todo debe ser producto de la mezcla de Dios y el hombre. Ésta es la entrada a la Nueva Jerusalén, la entrada a la iglesia. Solamente lo que concuerde con la naturaleza de esta entrada podrá ser introducido en el edificio de Dios.
Por consiguiente, repito una vez más que no deben traer sus opiniones, sus capacidades ni ninguna clase de cosas naturales a la iglesia. Con respecto a muchos obreros de Dios y a muchos hermanos que cuidan de la iglesia, todavía sus métodos, planes, percepción y sabiduría siguen siendo de arena y de la tierra. Tales hermanos nunca han sido transformados ni disciplinados por Dios. Debemos saber que estas cosas no pueden edificar la iglesia; lo único que pueden hacer tales cosas es destruir el edificio de Dios. Si continuamente usamos nuestras capacidades naturales para tratar todos los asuntos, aunque seamos buenos para relacionarnos con las personas y tratar las situaciones, jamás podremos ser personas que edifican la iglesia. Al contrario, seremos personas que perjudican a la iglesia y que son un estorbo para los hermanos y hermanas.
No deben recibir estas palabras como doctrinas, pensando que no pueden brindarnos ninguna ayuda. Solamente una visión puede rescatarnos. Usted y yo tenemos que aprender a llevar todos nuestros pensamientos, discernimiento, planes, capacidades y fuerza naturales a la cruz para que sean quebrantados allí. Después que todas estas cosas hayan sido quebrantadas, hayan pasado por la muerte y la resurrección, y se hayan convertido en perlas, entonces podrán ser traídas al edificio de Dios.
(
Obra de edificación que Dios realiza, capítulo 8, por Witness Lee)