II. EL SUFRIMIENTO DE LA IGLESIA
A. La tribulación
En el versículo 9 el Señor le dice a la iglesia en Esmirna: “Yo conozco tu tribulación”. El contenido de esta epístola está lleno de tribulación, sufrimiento y persecución. Para la iglesia la tribulación es una prueba de la vida. Sólo la tribulación puede manifestar la medida en que la iglesia ha experimentado y disfrutado la vida de resurrección de Cristo. Además, la tribulación trae las riquezas de la vida de resurrección de Cristo. El propósito del Señor al permitir que la iglesia sufra tribulación, no es solamente atestiguar que Su vida de resurrección vence la muerte, sino también capacitar a la iglesia para que entre en las riquezas de Su vida. Por consiguiente, la tribulación es muy valiosa para la iglesia.
B. Su pobreza (aunque es rica)
El Señor dijo: “Yo conozco tú tribulación, y pobreza (pero tú eres rico)”. El Señor valoró a la iglesia sufrida. La iglesia sufrida era pobre en bienes materiales, pero rica el Señor y en las riquezas de Su vida. Por consiguiente, el Señor parece estar diciendo: “Aunque estás sufriendo tribulación y pobreza, eres rica. Eres pobre en lo material, pero rica en lo espiritual. Eres pobre en lo terrenal, pero rica en lo celestial”. Las persecuciones son el medio que nos conduce a las riquezas de Cristo. Cuanto más perseguidos somos y más pobreza sufrimos, más ricos somos en Cristo.
C. Calumnias de los judíos incrédulos,
la sinagoga de Satanás
En el versículo 9 el Señor también dice que El conoce “las calumnias de los que se dicen ser judíos, y no lo son, sino sinagoga de Satanás”. De acuerdo con esta epístola, la persecución viene de la religión, de los judíos incrédulos, que son sinagoga de Satanás. Las calumnias de los judaizantes era la crítica maliciosa contra la iglesia sufrida. Los judaizantes eran judíos en la carne, pero no en el espíritu (Ro. 2:28-29). Simplemente ser del linaje carnal de Abraham no los constituye verdaderos judíos. “No los que son hijos según la carne son los hijos de Dios” (Ro. 9:7-8). Por consiguiente, el Señor dijo que ellos “se dicen ser judíos, y no lo son”. Estos judaizantes obstinadamente insistían en preservar su sistema judío, que constaba del sacerdocio Levítico, los sacrificios y el templo físico, todos los cuales eran tipos que Cristo cumplió y reemplazó. Puesto que la iglesia bajo el nuevo pacto en la economía de Dios no participaba en las prácticas religiosas, los judaizantes la calumniaban. En principio, el caso es el mismo hoy, los religiosos calumnian a las iglesias del recobro del Señor, las cuales buscan al Señor y le siguen en espíritu y en vida y no les interesa ningún sistema ni ninguna práctica religiosa.
El Señor dice que los que se dicen ser judíos, y no lo son, son “sinagoga de Satanás”. Esta expresión es un calificativo terrible. La sinagoga era el lugar donde los judíos adoraban a Dios principalmente estudiando sus escrituras, o sea, el Antiguo Testamento. Sin embargo, a causa de su necedad al aferrarse a sus conceptos religiosos y tradicionales, vinieron a ser uno con Satanás en la oposición al camino de vida de Dios, mediante el cual Dios cumple Su propósito. Bajo la manipulación y las estratagemas de Satanás, pues él estaba detrás de las sinagogas en aquel tiempo, éstas perseguían al Señor Jesús (Mt. 12:9-14; Lc. 4:28-29; Jn. 9:22), a los apóstoles (Hch. 6:9; 13:43, 45, 46, 50; 14:1-2, 19; 17:1, 5-6) y a las iglesias (Ap. 3:9). Fue por eso que el Señor las llamó “sinagoga de Satanás”. Incluso cuando estuvo en la tierra, El consideró que las sinagogas eran de Satanás, como queda implícito en Mateo 12:25-29 y Juan 8:44. Los que asistían a la sinagoga aparentemente adoraban a Dios, pero en realidad se estaban oponiendo a El. Aunque ellos perseguían y mataban a los verdaderos adoradores de Dios, consideraban que ofrecían un servicio a Dios (Jn. 16:2). Cuando el Señor estaba en la tierra, los judíos no podían darle muerte directamente, porque en aquel tiempo ellos no tenían el derecho de matar al Señor Jesús apedreándolo. Entonces utilizaron al gobierno romano para sentenciarlo y crucificarlo. Del mismo modo, las sinagogas judías incitaron al gobierno romano a perseguir a la iglesia sufrida. Desde entonces, y a través de los siglos, los religiosos han seguido esos mismos pasos, persiguiendo a los que genuinamente buscan y siguen al Señor en espíritu y en vida, pensando que están defendiendo los intereses de Dios. La religión siempre utiliza la política para destruir la iglesia. La religión no tiene poder para causar daño físico a los que aman al Señor, pero usan la política y al gobierno para destruir la iglesia. El catolicismo romano, el protestantismo y el judaísmo caen en esta categoría, pues se han convertido en una organización de Satanás, un instrumento suyo para estorbar la economía de Dios.
(
Estudio-vida de Apocalipsis, capítulo 11, por Witness Lee)