INTERESARNOS POR CRISTO Y POR LA IGLESIA
Hoy debemos ver la iglesia, y también debemos ver que Cristo anda en medio de las iglesias. Muchos podemos testificar que mientras estábamos en las denominaciones no vimos mucho de Cristo ni lo disfrutábamos, pero desde que hemos llegado a la iglesia, en el recobro del Señor, ciertamente vemos al Hijo del Hombre que anda en medio de las iglesias locales. Cuanto más hablan aquellos que dicen: “Queremos a Cristo pero no a la iglesia”, más vacíos están. Los que estamos en la iglesia decimos: “¡Queremos la iglesia!” ¿Por qué deseamos la iglesia? Porque Cristo está en la iglesia. Si realmente nos interesa Cristo, nos debe interesar también la iglesia. Podemos comparar esto con la manera en que bebemos agua. Si decimos que queremos el agua pero no el vaso, no podremos beber, pues sin el vaso no se puede beber el agua.
En abril de 1957, algunos hermanos que vinieron de Inglaterra y de Dinamarca valoraron mucho la audiencia que asistió a una gran conferencia en Taipei. Un hermano avanzado de edad comentó que en toda su vida de servicio al Señor nunca había visto una audiencia como ésa. Sin embargo, después de un tiempo, él trató de suprimir la iglesia. Aquellos hermanos, quienes estuvieron con nosotros por ocho semanas, apreciaban mucho el té chino. Un día nos sentamos a tomar el té en la casa de los obreros y, mientras disfrutábamos del té, aprovechamos la oportunidad para hablar. Ciertamente yo sabía lo que sentían: ellos pensaban que todo lo que dijimos estaba bien, pero que desafortunadamente había “una mosca en el ungüento,” es decir, la iglesia. Sin embargo, no se atrevían a decirlo ni a oponerse abiertamente. Por lo tanto, en esa ocasión tomé la oportunidad para decirles: “Ustedes realmente aprecian nuestro té, pero desafortunadamente he descubierto que están tratando de quebrar nuestras tazas y nuestra jarra de té”. Además, les dije: “Permítanme preguntarles, si ustedes quiebran nuestra tetera y nuestras tazas, ¿cómo podremos servir el té? No habrá más té”. Se miraron uno al otro y entendieron perfectamente mi palabra; no obstante, después de aquel tiempo, un pequeño grupo de colaboradores jóvenes fue influenciado por ellos y comenzaron a repetir: “Queremos a Cristo pero no a la iglesia”. Hace veinte años que esto sucedió, y no podemos negar lo que les ha ocurrido a ellos. Veinte años de historia prueban que aquellos que quieren a Cristo pero no a la iglesia, terminan en la ruina y sin nada.
Por supuesto, no estamos diciendo que “bebemos la jarra pero no el té”. Queremos la “jarra” porque queremos “beber té”. Cuando bebo té en casa, soy muy particular con la tetera y las tazas. Puedo gastar muchos dólares en comprar la tetera pero sólo cinco dólares para el té. Permítanme preguntarles: ¿Gastan más dinero en la jarra o en el té? Hemos estado peleando la batalla por más de veinte años, y hoy aún seguimos peleando: la batalla no se centra en Cristo, sino en la iglesia. Es decir, el enfoque de la disputa no es Cristo sino la iglesia. Veinte años de historia prueban que aquellos que sólo quieren a Cristo y no a la iglesia están destinados a la ruina. A ellos sólo les interesa el té, pero no la jarra; sin embargo, a mí me interesan los dos. La Biblia no se detiene en Exodo, sino que avanza hasta llegar a Apocalipsis. Al final de Apocalipsis hay una enorme “jarra” universal llamada la Nueva Jerusalén. Esta es una “jarra” grande y única. La revelación divina no se detiene en Exodo ni en Zacarías, sino que avanza hasta llegar a Apocalipsis.
(Significado del candelero de oro, El, capítulo 2, por Witness Lee)