LA TEOLOGIA TRADICIONAL ORTODOXA
NO ES CONFIABLE
Quisiera aprovechar esta oportunidad para mostrarles, especialmente a los jóvenes, que la doctrina “ortodoxa” acerca de la Trinidad no es confiable. Los teólogos ortodoxos tradicionales se basan en el Credo de Nicea, el cual fue establecido en el Concilio de Nicea en el año 325 d. de C. Antes de aquel tiempo, en el segundo y tercer siglo, los debates entre los primeros maestros de la Biblia, los así llamados padres de la iglesia, alcanzaron su punto máximo. Los debates giraban principalmente en torno a los temas del Dios Triuno, la relación entre los tres de la Trinidad y la Persona de Cristo, a saber, definir quién es Cristo y si El es Dios u hombre. Por doscientos años siguieron discutiendo hasta que se quedaron estancados. Fue en esa coyuntura, alrededor del año 310 d. de C., que Constantino el Grande llegó a ser emperador del Imperio Romano. El aceptó el cristianismo como la religión oficial del Imperio Romano y animó al pueblo romano a ser bautizado y unirse a la iglesia. Todo aquel que era bautizado para unirse a la iglesia recibía vestimentas y cierta cantidad de plata. Así que, en aquel tiempo, miles de ciudadanos romanos se unieron a la iglesia. Anteriormente el Imperio Romano había perseguido al cristianismo, pero a partir de Constantino el Grande la táctica cambió y se le dio la bienvenida abiertamente al cristianismo, el cual llegó a ser la institución más poderosa del Imperio Romano. Constantino el Grande intentó hacer que los maestros bíblicos dejaran de pelear entre sí, buscando con esto mantener el orden dentro del imperio. Por esta razón, en el año 325 d. de C. decretó que todos los maestros bíblicos, incluyendo los obispos de diferentes lugares, se reunieran en Nicea para celebrar un concilio. El mismo Constantino presidió dicho concilio, donde los obispos y los maestros de la Biblia debatieron frente a él. Al concluir los debates se formuló un credo, al cual se le conoce como el Credo de Nicea. Hasta el día de hoy, este credo es comúnmente aceptado y reconocido por la Iglesia Católica Romana, así como por las iglesias protestantes, tales como la Iglesia Episcopal, la Iglesia Metodista y muchas otras denominaciones.
El Credo de Nicea habla sobre el Dios Triuno, refiriéndose al Padre Santo, al Hijo Santo y al Espíritu Santo, pero no dice ni una sola palabra con respecto a que el Espíritu Santo sea el Espíritu vivificante. No es sino hasta el año 381 d. de C. que se agregaron unas palabras acerca del Espíritu vivificante. A pesar de esta añadidura, y sin importar cuánto estudiemos los credos, no podemos encontrar en ellos nada que se refiera a los siete Espíritus. En el Nuevo Testamento vemos el Espíritu Santo, “el Espíritu”, el Espíritu vivificante y los siete Espíritus, pero en el Credo de Nicea no se mencionan los siete Espíritus.
Al contender por la verdad bíblica en los Estados Unidos, le hemos dicho a algunas personas: “Ustedes dicen que se basan en los credos, pero nosotros afirmamos que ellos son incompletos. Nosotros no nos basamos en los credos, sino en la Biblia”. Hace más de cincuenta años el Señor levantó Su recobro en China. Gracias a Dios que desde aquel momento entendimos claramente que no podemos tomar ningún credo como nuestra base, debido a que estos son incompletos. Debemos regresar a la Biblia, la cual sí es completa. Hemos preguntado a algunos: “¿Incluye en su credo a los siete Espíritus?” La respuesta, por supuesto, es negativa. Por esa razón les mencioné un refrán chino que dice: “se cortan los pies para que les queden los zapatos”. Podemos comparar el Credo de Nicea con un pequeño par de zapatos hechos en el año 325 d. de C. En aquel tiempo, lo que la iglesia conocía de la Biblia podía compararse con unos pies muy pequeños; por eso, era cómodo usar aquel par de zapatos. Sin embargo, al escudriñar más la Biblia, el conocimiento de la iglesia ha ido avanzando. Por ejemplo, ciertamente la Tierra en sí no progresa, pues siempre es la misma, pero el conocimiento humano acerca de ella sí ha progresado enormemente. Antes de Cristóbal Colón, la gente pensaba que la Tierra era cuadrada o plana, pues no sabían que era redonda. El globo terráqueo no cambia, pero el descubrimiento del hombre con respecto al globo sí ha progresado. Lo mismo pasa con la Biblia. La Biblia no puede mejorar, pues fue completada de una vez por todas. Sin embargo, nuestro conocimiento acerca de las verdades bíblicas avanza y mejora a medida que hacemos nuevos descubrimientos en la Palabra.
En el año 325 d. de C., aquellos obispos y maestros bíblicos que se reunieron en Nicea conocían la Biblia, pero la medida de su conocimiento era pequeña. Por eso, hicieron un “zapato número cinco” para que lo usaran las personas de ese tiempo. En aquel entonces, el conocimiento común de las personas acerca de la Biblia a lo sumo medía “número cinco”, así que para ellos era adecuado usar aquellos zapatos pequeños. Pero desde el año 325 d. de C. hasta el presente, durante el transcurso de más de mil seiscientos años, el conocimiento de los cristianos acerca de la Biblia ha progresado significativamente, debido a que se han realizado muchos descubrimientos y se ha recibido más luz; este progreso no sólo abarca desde Mateo hasta Hechos, sino también desde Hechos hasta las epístolas, y hoy en particular, desde las epístolas hasta Apocalipsis. En Apocalipsis hemos visto los siete Espíritus. Actualmente, los “pies” del conocimiento bíblico de los cristianos han aumentado y miden “número ocho”; no obstante, ellos insisten en calzar zapatos “número cinco”. Por lo tanto, he dicho a los teólogos americanos: “Lo que ustedes están haciendo es cortarse los pies para que entren en los zapatos pequeños”.
Este ha sido mi reto, pero hasta hoy no he escuchado ninguna respuesta. Ellos no tienen la respuesta; opinan que debemos sujetarnos a los credos y tomarlos como nuestra base, a pesar de que los credos no dicen nada acerca de los siete Espíritus. Entonces, ¿qué debemos hacer? ¿Debemos excluir los siete Espíritus? ¿Seguimos a la Biblia o a los credos? Los siete Espíritus no aparecen en los credos, pero sí constan en la Biblia. ¿Le damos importancia a los siete Espíritus? Por supuesto que sí. Entonces, ¿nos importan más los credos? Definitivamente que no. Gracias al Señor que ninguno de nosotros está interesado en los credos. Ya para principios del invierno de 1925 me olvidé de ellos. Alabamos y agradecemos al Señor que no sólo tenemos Mateo, Juan, Hechos, Romanos, 1 y 2 Corintios y las otras epístolas, sino también Apocalipsis.
Muchos afirman que los tres de la Trinidad son tres personas separadas; ellos dicen que el Espíritu Santo es el Espíritu Santo, el Hijo es el Hijo, y el Padre es el Padre. Recientemente, algunos de nosotros fuimos a la Tierra Santa para visitar Jerusalén, pero antes de eso pasamos por Roma para visitar el Vaticano. En el Vaticano hay una gran catedral en la que se encuentran las mejores pinturas al óleo de la antigüedad, las cuales adornan las paredes. Una de las pinturas es una representación del Dios Triuno: un padre anciano de barba larga está sentado; de pie, un hijo de mediana edad; y volando por encima de ellos, una paloma. Otro cuadro añade a una persona más, a María, de pie en medio de todos ellos. Esta es la Trinidad que el Vaticano enseña. El Padre es el padre anciano de barba blanca; el Hijo es el hijo de mediana edad; y el Espíritu Santo es la paloma que vuela por encima de ellos. Sólo se basan parcialmente en las Escrituras para describir tal concepto. Aparentemente ellos tienen la verdad, pero en realidad es algo completamente falso, es un conocimiento superficial.
Esa es la doctrina de la Trinidad que enseñan los teólogos tradicionales, pero nosotros les preguntaríamos: “¿Es Cristo la roca? ¿Es el Espíritu el agua viva?” Si la respuesta a ambas preguntas es afirmativa, entonces ¿están Cristo y el Espíritu divididos y separados? Por supuesto que no, ya que el agua fluye de Cristo. Además, el Cordero es Cristo, y los ojos del Cordero son el Espíritu. Ya que los ojos son parte del cuerpo, y los siete ojos del Cordero son parte del Cordero, obviamente no se pueden dividir. El cuadro de la roca y el agua, el cual es más claro que mil palabras, indica que el Espíritu Santo fluye de Cristo. Cristo, al infundirse en nosotros, es el Espíritu. ¿Cómo puede una persona infundirse en otra? Por medio de los ojos. Cuando una persona se infunde en otros por medio de sus ojos o de su mirada, esa persona infunde en ellos la realidad de lo que ella es. Del mismo modo, el Espíritu, quien es la realidad de Cristo, se infunde en los santos. Por lo tanto, no hay manera de separar al Espíritu y a Cristo. Separar a Cristo del Espíritu equivale a separar el agua viva de la roca. Una vez que separamos el agua viva y la roca, el agua viva ya no tiene una fuente de dónde brotar, y la roca ya no tiene un fluir. El agua viva es el fluir de la roca, y la roca es la fuente, el origen, del agua viva. Ciertamente son dos, pero a la vez, son uno; son indivisibles, así como los ojos y el cuerpo también son inseparables.
(
Significado del candelero de oro, El, capítulo 6, por Witness Lee)