LA ALABANZA DE LA MADRE DEL SALVADOR-HOMBRE
En 1:46-56 tenemos la alabanza de la madre del Salvador-Hombre. María vino a visitar a Elisabet. Cuando ésta vio a María, la bendijo. María respondió a esta bendición no dando una bendición, sino ofreciendo una alabanza a Dios.
Llena de citas del Antiguo Testamento
La alabanza poética de María está compuesta de muchas citas del Antiguo Testamento. Esto indica que ella era una mujer piadosa, apta para ser un canal para la encarnación del Señor. Esto también indica que el Señor Jesús crecería en una familia que estaba llena del conocimiento y del amor de la santa Palabra de Dios.
Aunque María era una mujer joven, conocía muy bien el Antiguo Testamento y podía citar versículos de allí al alabar a Dios. En realidad, su alabanza estaba compuesta de las citas de las Escrituras. Sin duda, ella era la persona adecuada para que Dios la usara en la concepción del Salvador, quien iba a nacer.
Antes de que María fuese visitada por el ángel para recibir las noticias acerca de la concepción del Salvador-Hombre, ya estaba llena del conocimiento de la Palabra de Dios. Muchos versículos de las Escrituras habían sido absorbidos en su ser. Por lo tanto, en el momento adecuado ella podía difundir lo que había en ella mientras ofrecía su alabanza a Dios.
La alabanza de María indica que si queremos ser usados por Dios, necesitamos satisfacer ciertos requisitos. Un requisito consiste en conocer adecuadamente la Palabra de Dios. Yo espero que los jóvenes, en particular, aprendan de María al respecto. ¿Tienen la intención de ser usados por el Señor para producir algo del Señor, incluso, en un sentido espiritual, “concebir” al Señor Jesús y darle a luz? Si es así, entonces necesitan ser competentes al estar llenos de las Escrituras, llenos de la Palabra de Dios.
Su espíritu había exultado en Dios su Salvador
En los versículos 46 y 47 María dijo: “Mi alma magnifica al Señor; y mi espíritu ha exultado en Dios mi Salvador”. Primero el espíritu de María exultó en Dios; luego su alma magnificó al Señor. La alabanza que ofreció a Dios se inició en su espíritu y luego se expresó por medio de su alma. Su espíritu fue lleno de gozo en Dios su Salvador, de manera que su alma lo manifestó magnificando al Señor. Ella vivía y obraba en su espíritu, el cual dirigía su alma. Ella exultó en Dios en su espíritu, porque disfrutaba a Dios su Salvador, y magnificó al Señor en su alma, porque exultó al Señor, quien es Jehová, el gran Yo Soy.
El espíritu de María exultó en Dios. Exultar es más elevado que regocijar. Es significativo que María dijo que su espíritu exultó en Dios su Salvador, en vez de en Dios su Creador. Ella consideró que Dios era más que su Creador; le consideró su Salvador. Se dio cuenta de que ella era una persona creada que llegó a ser una persona caída. Por lo tanto, necesitaba que su Creador fuese su Salvador.
Su alma magnifica al Señor
Hemos visto que en el versículo 46 María dijo: “Mi alma magnifica al Señor”. María al alabar magnificaba al Señor basándose en su experiencia de Dios como su Salvador, por medio de la misericordia eterna de El (vs. 47-50), y en su observación de la experiencia que otros habían tenido de las acciones misericordiosas y fieles de Dios (vs. 51-55). Su alabanza, en contenido y nivel, es como algunos de los salmos del Antiguo Testamento. Sin embargo, ella no dice nada con respecto a Cristo, tal como lo hacen Elisabet en su bendición (vs. 41-43) y Zacarías en su profecía, ambas dadas por el Espíritu Santo (vs. 67-71, 76-79).
Primero el espíritu de María exultó en Dios su Salvador. Luego su alma magnificó al Señor. En estos versículos vemos que María consideró a Dios como su Salvador y su Señor. Todos nosotros necesitamos experimentar lo mismo que María en cuanto a conocer a Dios como nuestro Salvador y Señor. Cuando disfrutemos a Dios como nuestro Salvador, exultando en El, le magnificaremos como nuestro Señor.
Cuando magnificamos a Dios nuestro Señor, servimos a Dios. En realidad, magnificar al Señor es servirle como Señor. Nos debe impresionar el hecho de que servir al Señor no consiste principalmente en obrar para El. Al contrario, el aspecto más importante de servir al Señor es magnificarle. Necesitamos ser aquellos que lleven una vida en la cual no meramente obremos para Dios, sino que lo magnifiquemos.
Magnificar al Señor no está relacionado con nuestro espíritu, sino con nuestra alma. Esto quiere decir que magnificar al Señor está relacionado con nuestra mente, nuestra parte emotiva y nuestra voluntad. Incluye nuestros pensamientos, nuestras preferencias y nuestras decisiones. En todas estas cosas el Señor debe ser magnificado. El debería ser magnificado en nuestros pensamientos, en nuestras preferencias y en nuestras decisiones con relación a cada dirección que tomemos.
María disfrutó a Dios en su espíritu como su Salvador. Luego su alma, su ser con su mente, parte emotiva y voluntad, magnificó al Señor. Cuando María habló estas palabras, ella aún vivía en la conclusión de los tiempos del Antiguo Testamento. Ella no había sido introducida completamente en la época del Nuevo Testamento. No obstante, ella pudo ser una persona cuyo espíritu exultó en Dios su Salvador y cuya alma magnificó al Señor. Ciertamente necesitamos aprender de ella al exultar en el Señor con nuestro espíritu y al magnificarle con nuestra alma.
(
Estudio-vida de Lucas, capítulo 4, por Witness Lee)