SU PRUEBA
Conducido por el Espíritu
En 4:1-13 tenemos la prueba del Salvador-Hombre. Lucas 4:1 dice: “Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y era conducido por el Espíritu en el desierto, donde fue tentado por el diablo cuarenta días”. Mateo 4:1 nos dice que el Señor Jesús fue conducido por el Espíritu al desierto para ser tentado. Después de ser bautizado en agua y ungido con el Espíritu de Dios, Jesús, como hombre, actuaba conforme a la dirección del Espíritu. Ante todo, el Salvador-Hombre ungido fue conducido por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Esta tentación fue una prueba que demostraba que El estaba capacitado para ser el Salvador-Hombre.
La palabra griega traducida diablo es diábolos, lo cual significa acusador, calumniador (Ap. 12:9-10). El diablo, quien es Satanás, nos acusa delante de Dios y nos calumnia delante de los hombres.
En Mateo 6:13 el Señor Jesús enseñó a los discípulos a orar: “No nos metas en tentación”. Sin embargo, el Señor fue conducido por el Espíritu Santo al desierto con el fin de ser tentado por el diablo. El Señor Jesús era fuerte y pudo resistir la tentación. Nosotros, al contrario, no podemos resistir del todo la tentación. No debemos ser orgullosos, pensando que ya que tenemos el Espíritu esencial y el Espíritu económico, ahora somos capaces de resistir la tentación. Tal pensamiento indica que no nos conocemos a nosotros mismos.
El Señor Jesús es el único que puede resistir la tentación del enemigo de Dios. Cuando El estaba en la tierra, era perfecto y fuerte. Por lo tanto, el Espíritu Santo, quien es Dios que llega al hombre, condujo a este hombre perfecto a entrar en tentación para derrotar el enemigo de Dios. Mediante la prueba del Salvador-Hombre, Dios pudo demostrar a Su enemigo, Satanás, el diablo, que hay un hombre que puede resistir la tentación.
El Espíritu Santo nunca nos conducirá a ser tentados por el diablo, porque no somos capaces de resistir la tentación de Satanás. Aunque hemos sido regenerados y hasta cierto punto santificados y transformados, no podemos, sin embargo, resistir la tentación del maligno. Por lo tanto, debemos orar: “Oh Padre, no me induzcas a entrar en tentación”. No importa cuán fuerte nos sintamos, en realidad somos débiles y no podemos resistir la tentación de Satanás. En este universo el único que tiene la humanidad que puede resistir la tentación del enemigo de Dios es el Señor Jesús, nuestro Salvador-Hombre.
(
Estudio-vida de Lucas, capítulo 9, por Witness Lee)