NO JUZGAR SINO PERDONAR
El versículo 37 dice: “No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados”. Si no condenamos no seremos condenados. Del mismo modo, si perdonamos seremos perdonados.
Si vivimos en un espíritu humilde bajo el gobierno del Señor, siempre nos juzgaremos a nosotros mismos y no a los demás. Los hijos de Dios serán juzgados con el juicio con que ellos juzgan a los demás. Si ellos juzgan a otros con justicia, el Señor los juzgará a ellos con justicia. Si juzgan a otros con misericordia, serán juzgados por el Señor con misericordia. Como Jacobo 2:13 dice: “La misericordia triunfa sobre el juicio”.
Hace años oí lo que C. H. Spurgeon dijo en un sermón sobre el perdón. En aquel sermón él indicó que es difícil para un cristiano perdonar a otros. Dijo que podemos pensar que hemos perdonado a alguien. Sin embargo, nuestro perdón puede compararse con el entierro de un perro muerto y dejar que el rabo se vea. Después de perdonar a alguien, podemos decir: “Fulano de tal me ofendió, pero le he perdonado”. Esto es enseñar el “rabo” del “perro”.
Si realmente hemos perdonado a alguien, también debemos olvidarnos de la ofensa. Una vez que hayamos perdonado a alguien en un asunto, no debemos mencionarlo otra vez. Cada vez que mencionamos una ofensa que supuestamente fue perdonada, estamos halando afuera el rabo del perro enterrado para mostrar a los demás que el perro fue enterrado. Si hacemos esto, indica que no hemos liberado al que nos ofendió.
Según el Nuevo Testamento, perdonar significa olvidar y liberar. Necesitamos olvidarnos de la ofensa y liberar al ofensor. Una vez que hemos hecho esto, nunca debemos volver a hablar de este asunto.
(Estudio-vida de Lucas, capítulo 15, por Witness Lee)