LA ENCARNACIÓN ES LA IMPARTICIÓN
DE DIOS MISMO EN LA HUMANIDAD
El hecho de que Cristo sea la simiente de la mujer, la descendencia de Abraham y la descendencia de David implica categóricamente que Dios se imparte en el hombre. La simiente de la mujer (Gn. 3:15) se refiere a la encarnación de Cristo. Isaías 7:14 confirma la promesa que vemos en Génesis 3:15, y el nacimiento de Cristo en Mateo 1:22-23 y 25 fue el cumplimiento de Isaías 7:14. La encarnación era la impartición de Dios mismo en la humanidad.
La encarnación era Dios nacido en la humanidad. Cuando José, el marido de María, se propuso despedir a María secretamente, un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo que no temiera recibir a María como su mujer, “porque lo engendrado en ella, del Espíritu Santo es” (Mt. 1:20). El Espíritu de Dios, quien es Dios que llega al hombre, había entrado en el vientre de María. En el proceso de la encarnación, Dios se engendró en la humanidad. Con el tiempo, nació un niño, quien fue llamado Dios Fuerte (Is. 9:6). Debido a que era el mismo Dios, también se le llamaba Emanuel, Dios con nosotros (Mt. 1:23). Por medio de la encarnación, Dios entró en la humanidad, y esta entrada en la humanidad era la impartición de Dios mismo en la humanidad.
La impartición de Dios en el hombre es mayor que la creación de los cielos y la tierra, porque la encarnación hace que Dios sea uno con el hombre y que el hombre sea uno con Dios. En la creación Dios creó muchas cosas, y antes de Su encarnación, por todo el Antiguo Testamento, hizo muchos milagros y obras de poder, como por ejemplo dividir el mar Rojo (Éx. 14:21-22). Pero no hay comparación entre estos milagros y la encarnación. La encarnación introdujo a Dios en el hombre.
La regeneración es un evento tan grande como la encarnación. En el caso del Señor Jesús, el que Dios entrara en el hombre era la encarnación; pero en el caso nuestro, el que Dios entre en el hombre es la regeneración. Por medio de la regeneración somos iguales a Cristo; incluso somos pequeños “Cristos”. D. L. Moody una vez dijo que la regeneración es el milagro más grande. Cuando nos arrepentimos y creímos, recibimos al Señor Jesús, y cuando oramos, Dios entró en nosotros. El Nuevo Testamento nos dice claramente: primero, que Dios está en nosotros (Ef. 4:6); segundo, que Cristo está en nosotros (Ro. 8:10; 2 Co. 13:5); y tercero, que el Espíritu está en nosotros (Ro. 8:9). Finalmente, Filipenses 2:13 nos dice que Dios está obrando dentro de nosotros. Cada día Dios está obrando en nosotros. La obra de Dios en nosotros es un gran asunto.
(
Línea central de la revelación divina, La, capítulo 9, por Witness Lee)