II. LA INCREDULIDAD DE LOS HIJOS DE ISRAEL
Moisés fue también adiestrado en cuanto a la incredulidad de los hijos de Israel (6:9, 12). Cuando estudié la historia de Israel hace muchos años, no tuve mucho aprecio por los hijos de Israel. Pensaba que yo nunca sería como ellos. No obstante, después de formar parte del pueblo de Dios por más de cuarenta y cinco años, ahora tengo a los hijos de Israel en gran estima. En algunos aspectos, yo pienso que ellos eran mucho mejor que la gente de la iglesia hoy en día. Quizá los ancianos en las iglesias prefieran a los hijos de Israel a los santos en la iglesia de su localidad. Parece que donde quiera que estemos, la gente, allí, causa más dificultades que la que se encuentra en otros lugares. No obstante, por muy malo que sea nuestro entorno, no debemos creer en él. El entorno fluctúa, pero la palabra de Dios no cambia.
Por una parte, el entorno es una mentira porque cambiará; es solamente temporal. Por otra parte, puesto que todo lo que está en nuestro entorno nos dice algo de parte de Dios, la incredulidad de los hijos de Israel debía de haberle indicado algo a Moisés. Mediante la incredulidad y terquedad de Faraón, Moisés debía haber visto sus propias carencias expuestas, y él debía haber ido al Señor y confiar más en El. Por el contrario, Moisés fue al Señor con un espíritu de queja. Sin la incredulidad y la terquedad, Moisés hubiera pensado que todo estaba bien. En realidad, Moisés tenía algún problema interior que necesitaba quedar expuesto, y él necesitaba algún adiestramiento adicional.
(Estudio-vida de Éxodo, capítulo 15, por Witness Lee)