Estudio-vida de Éxodo, por Witness Lee

VI. LA PERSONA LLAMADA

A. Disciplinado y preparado durante cuarenta años

Le tomó a Dios cuarenta años más para llevar a este hombre capaz pero desilusionado hasta el final. No resulta fácil aniquilar esa clase de persona. Se necesitó cuarenta años de disciplina para que Moisés se diera cuenta de que él no estaba calificado para liberar el pueblo de Dios, sacarlo de Egipto e introducirlo en la buena tierra.

Durante sus primeros años en el desierto, Moisés pudo haberse quejado de su compañero hebreo que se había negado a reconocerlo a él como el liberador de Israel. Moisés pudo haber dicho: “¡Cuán ciego estaba! No se dió cuenta de que yo era aquel que le iba a liberar. Por su culpa, me vi obligado a huir. Entre los hijos de Israel, nadie pudo haber hecho lo que yo hice. Pero ahora todo está arruinado”. Creo que en el transcurso de los años, la actitud de Moisés empezó a cambiar; finalmente él dejó de echar la culpa a los demás por su situación.

Resulta fácil educar a una persona, pero es muy difícil acabar con ella. No obstante, después de esos años en el desierto, Moisés fue plenamente aniquilado. Cuando Dios se le apareció en la zarza ardiente, Moisés se consideraba a sí mismo como una persona que no servía para otra cosa que la muerte. Sin embargo, cuando Moisés pensaba ser aniquilado, Dios vino y lo llamó.

Dios disciplinó a Moisés y lo preparó durante un período de cuarenta años (Hch. 7:30). Sabemos que Moisés fue disciplinado por el simple hecho de que él tuvo que vivir en el desierto después de haber sido criado en el palacio real. Supongamos que alguien criado en Estados Unidos se vea obligado de repente a vivir en un país muy subdesarrollado. Día tras día esta persona sentiría que es disciplinada. Sin lugar a dudas, Moisés tuvo este sentimiento en el desierto mientras trabajaba como pastor cuidando a un rebaño que ni siquiera le pertenecía, pues era de su suegro. Mediante esta disciplina, Moisés fue preparado gradualmente.

B. Perdió la confianza en sí mismo

Después de aquellos años en el desierto, Moisés perdió toda confianza en si mismo (3:11; cf. 2:11-13). Cuando Dios llamó a Moisés, éste dijo: “¡Ay Señor! Nunca he sido hombre de fácil palabra ni antes, ni desde que Tú hablas a Tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua” (4:10). ¿Entonces por qué dice Esteban en Hechos 7:22 que Moisés era poderoso en palabras y hechos? Cuando Moisés tenía cuarenta años de edad él era poderoso en palabras y hechos. Eso significa que él era elocuente. Pero después de cuarenta años más, él perdió confianza en sí mismo; él se consideraba a sí mismo como tardo de habla. El relato de Exodo 4 y el de Hechos 7 son verdaderos. El relato de Hechos 7 se aplica a Moisés a la edad de los cuarenta años, mientras que el relato de Exodo 4 se aplica a él cuando tenía ochenta años, después de ser disciplinado y después de que su habilidad natural fuese despedazada.

Pocos cristianos conocen realmente la manera que Dios usa al disciplinar a la gente. Me he encontrado con muchos santos que tenían muchísima confianza en que habían recibido de parte de Dios la carga de hacer una obra particular para El. No obstante, sin ninguna excepción, en cuanto empezaron a hacer algo, Dios intervino para disciplinarlos. Cuando estamos tan seguros de que somos llamados y tenemos carga, debemos esperar la disciplina de Dios. Puede que esperemos que otros nos apoyen, pero en lugar de eso se oponen a nosotros. Desanimados por este rechazo, quizá decidamos abandonar totalmente la carga. Pero no podemos abandonar ninguna carga que procede verdaderamente de Dios. Si usted puede abandonar una carga, esto indica que no venía de Dios desde un principio. Cuando hemos recibido la carga por parte del Señor, no podemos desechar esa carga por mucho que se opongan los demás a nosotros. Podemos estar muy desilusionados, pero la carga permanece con nosotros. Tarde o temprano esta se levanta nuevamente en nosotros.

Sin lugar a dudas, cuando Moisés tenía cuarenta años de edad le vino una carga del Señor. Estoy convencido de que los padres de Moisés, particularmente su madre, lo había consagrado a Dios. Indudablemente, Moisés aceptó voluntariamente la carga de Dios. No obstante y por confiar tanto en que tenía la habilidad y el poder de llevar a cabo esta carga, Dios arregló las cosas para que él fuese rechazado. Moisés debió haber estado profundamente desilusionado. Año tras año, Dios operó en Moisés, no para eliminar la carga, sino para terminar la habilidad natural de Moisés y hacer que él no tuviese ninguna confianza en sí mismo.

Nuestro problema es éste: si recibimos una carga del Señor, tenemos la tendencia a usar nuestra fuerza natural para llevarla a cabo. Pero si nuestra fuerza natural es aniquilada, entonces tenemos la tendencia a desechar la carga. No separamos la carga de Dios de nuestra fuerza natural. Nos gusta combinar estas dos cosas, pero Dios quiere separarlas, es decir, guardar la carga y desechar nuestra fuerza natural. Por consiguiente, a Dios le tomó cuarenta años aniquilar la fuerza natural de Moisés. En principio, El hará lo mismo con nosotros.

Cuando Dios llamó a Moisés, Moisés dijo que él era tardo de habla. Parece que Moisés estaba diciendo: “Señor, ahora que has aniquilado mi habilidad, ya no puedo aceptar Tu carga, quiero renunciar. No soy la persona adecuada para ser enviada a Faraón y liberar a los hijos de Israel de sus manos. Soy tardo de habla. ¿Cómo podré hablar a Faraón?” Al hablar de esta manera al Señor, Moisés en apariencia era sincero. No obstante, Dios se enojó con él (4:14). Esto indica que por parte de Moisés había algún problema. Dios deseaba “contratar” a Moisés, pero él se negó a aceptar el trabajo. Mientras Moisés estaba negociando con el Señor, Dios sabía lo que estaba en su corazón. Interiormente Moisés pudo haber dicho: “Señor, hace cuarenta años, hice todo lo posible para rescatar a los hijos de Israel, pero no me permitiste tener éxito. Fui rechazado, y tuve que huir a este desierto, donde he sufrido durante cuarenta años. He olvidado todo lo que aprendí en el palacio real, he llegado a ser nada. Ahora Tú me pides que vaya a Faraón. Cuando yo era calificado, Tú me despediste. Pero ahora que no estoy calificado ni soy capaz, quieres contratarme”. Secretamente, Moisés quizá haya culpado al Señor. Esta pudo haber sido la razón por la cual Dios no estaba contento con él.

En Moisés y en Dios había algo que no fue expresado. Dentro de Sí mismo, el Señor quizá haya dicho: “Moisés, no necesito que hagas nada. ¿No ves la zarza allí? Está ardiendo, pero no se consume. Todo lo que quiero es que tu me manifiestes a Mi. Moisés, no rechaces la carga, recíbela, pero no uses tu habilidad y fuerza para llevarla a cabo. Puesto que te consideras como muerto, ahora puedo usarte. Moisés, no me rechaces. No procuro usarte según tu concepto natural. Quiero usarte a Mi manera, como una zarza ardiente que no se consume”.

No es fácil hacer algo por el Señor sin usar nuestra propia fuerza o habilidad. En el transcurso de los años he aprendido esta lección, principalmente por medio de sufrimientos y fallas. A menudo la gente tiene la siguiente actitud: si les piden hacer algo, deben ser capaces de hacerlo por su propia manera sin interferencia ni consejo de los demás. Aún los ancianos en la iglesia a veces tienen esta actitud. Nuestro sentir puede ser: “si quieres que haga eso, entonces apártate y déjame hacerlo”. No obstante, cuando Dios nos llama a hacer algo, El quiere que lo hagamos pero no por nosotros mismos. Cuando El nos llama, parece que Dios dice: “Sí, quiero que hagas eso, pero quiero que lo hagas por Mi, y no por ti”. A menudo nuestro problema reside en el hecho de que si no podemos hacer cierta cosa por nosotros mismos, entonces nos negamos a hacerla. Esta actitud ha sido un gran impedimento para la obra del recobro del Señor.

Muchos santos saben que necesitamos la vida de iglesia; no obstante, por estar desilusionados, son renuentes a ir a las reuniones. Se parecen a Moisés desilusionado en el desierto y disciplinado por Dios hasta que perdió su confianza. No obstante, todavía estaba dispuesto a tomar la carga del Señor. Moisés recibió la carga de Dios antes de la edad de los cuarenta años. No obstante, Moisés tuvo que aprender a cooperar con Dios sin usar su habilidad ni fuerza natural. Dios no pudo llamar a Moisés hasta que éste hubiese perdido toda la confianza en si mismo. En principio, Dios nos disciplina de la misma manera. Cuando dejamos de confiar en nosotros mismos, El viene y nos llama.

(Estudio-vida de Éxodo, capítulo 6, por Witness Lee)