NO CENTRAR NUESTRA ATENCIÓN
EN EL BIEN Y EL MAL
Muchas veces vivimos en nuestra mente errante, y pensamos en muchas cosas. Como resultado, nos alejamos de nuestro espíritu. Incluso nuestra mente puede viajar alrededor del mundo. Las personas perversas suelen pensar en cosas malignas, y las personas buenas suelen pensar en cosas buenas. Sin embargo, tanto las personas malas como las buenas viven en su mente, no en su espíritu. Ahora que estamos aprendiendo a vivir en la comunión de la vida divina, no debemos vivir más en la esfera del bien y el mal; en vez de ello, debemos fijarnos en si vivimos o no en nuestro espíritu.
Cuando sentimos amor por algo, debemos preguntarnos si nuestro amor proviene de nuestro espíritu. Si amamos algo en cuanto pensamos en ello, nuestro amor no proviene de nuestro espíritu. Sin embargo, si primero volvemos nuestra mente a nuestro espíritu y discernimos el sentir interior, el amor que expresaremos provendrá de nuestro espíritu. De manera semejante, si escuchamos una amonestación y de inmediato enmendamos nuestro comportamiento, dicha acción no provendrá de nuestro espíritu. Después de escuchar una amonestación, enseguida debemos volver nuestra mente a nuestro espíritu y conducirnos de acuerdo a lo que hayamos percibido en la comunión divina. Así, si hay algún cambio en nuestro comportamiento, habrá también una expresión de vida. A medida que aprendemos a tener comunión, debemos siempre preocuparnos por nuestro espíritu, no por el bien y el mal. Debemos rechazar todo lo que no provenga de nuestro espíritu, por bueno que sea. No debemos tomar decisiones con base en las circunstancias ni en las personas, asuntos o cosas; toda decisión que tomemos, debemos tomarla conforme al sentir de nuestro espíritu.
(
Tener comunión con el Señor para la mezcla de Dios con el hombre, capítulo 4, por Witness Lee)