DIOS SE HUMILLÓ PARA SER NUESTRO DISFRUTE
Lamentablemente, los cristianos hoy están llenos de conceptos comunes y religiosos en cuanto a Dios. Saben que hay un Señor soberano en el universo que es muy grande, santo y resplandeciente. También saben que como criaturas deben adorar al Creador soberano. Si bien éste no es un concepto equivocado, es completamente religioso; no refleja la verdadera revelación que nos presenta la Biblia. Si entendemos la Biblia, nuestros ojos serán abiertos para ver que este Señor tan grande, santo, resplandeciente y soberano se humilló a Sí mismo para encontrarse con hombres pequeños, bajos, sucios y pecaminosos como nosotros. Así como Él estuvo contento de hablar con aquella mujer inmoral samaritana junto al pozo de Sicar (Jn. 4:5), Él está contento de poder contactarnos a nosotros, pecadores menospreciables. Él desea impartirse a nosotros. Aunque Él es nuestro Redentor en la cruz y el Señor de todo en el trono, Él ha condescendido y se ha humillado para ser tan pequeño y humilde como nosotros, a fin de que le recibamos.
A veces mientras medito en el Señor me viene un pensamiento maravilloso, y digo: “Señor, Tú te hiciste tan pequeño que incluso eres como yo. Tú no te hiciste más grande que yo, sino que, en lugar de ello, te hiciste tan pequeño como yo. Te humillaste para ser hallado en Tu porte exterior como hombre. Si fueras cinco pies más alto que yo, no podría alcanzarte. Yo sé que Tú eres tan bajo como yo. Es por ello que puedo tener comunión contigo y ser lleno de dulzura y gozo, y no de temor”. Mi comunión con el Señor es más dulce y más íntima que el tiempo que paso con mi propia madre. Cuando yo era joven, un afecto especial y un consuelo invadían mi corazón cada vez que veía a mi madre. De la misma manera, cuando tengo contacto con el Señor no siento ningún temor. Puedo decir: “Señor, mientras tengo contacto contigo, experimento una intimidad y una dulzura muy superiores a los sentimientos que tengo hacia mi madre”. Esto no se debe a que yo haya llegado a ser tan grande como el Señor, sino porque Él se ha hecho tan bajo. Yo no puedo llegar a ser alto; así que, en vez de ello, Él se ha hecho pequeño. Yo sigo siendo la misma persona; no he cambiado. Mi naturaleza pecaminosa aún está conmigo; soy una persona perversa, depravada, que está en la vieja creación y en el mundo maligno. Pero alabo al Señor porque a pesar de mi situación puedo tener comunión con Él. No tengo el menor sentimiento de que Él está en el cielo y que es más grande que yo; más bien, siento que Él es pequeño y bajo, que es igual a mí. Por lo tanto, puedo tener comunión con Él, tocarle y disfrutarle.
La Biblia nos revela a este Señor. Él es nuestro disfrute. Nosotros podemos disfrutarlo a Él como nuestra vida, nuestro Esposo, nuestra comida, nuestra bebida, nuestra habitación, nuestra morada, nuestra fuerza, nuestro amor, gozo, consuelo, sanidad y todo lo que necesitamos.
Cuando lo adoramos, no debemos considerarlo a Él como un Señor grande y soberano que está sentado muy por encima de todo. No debemos tener temor de acercarnos a Él. No es necesario que oremos a Él con temor y miedo. Si nos acercamos a Él de esta manera, eso demuestra que no tenemos ninguna revelación ni el debido conocimiento de Él; no tenemos luz y estamos llenos de conceptos religiosos. Si tenemos revelación, veremos que aunque Él es alto y sublime, el Señor de gloria y santidad, Él también se complace en impartirse a nosotros. Él desea que nos acerquemos a Él. Si permaneciera en el cielo, nosotros no podríamos ser salvos ni recibirlo como vida. Si permaneciera en el trono, no podríamos contactarlo ni disfrutarlo. Pero ahora Él ha dado un paso adelante; Él se ha humillado, ha dejado el trono y ha venido hasta nosotros. Él ahora está donde nosotros estamos. Él es tan bajo como nosotros, y es igual a nosotros. Él ha condescendido y ha venido a nosotros, haciéndose disponible a fin de que lo disfrutemos.
Todo hijo de Dios necesita entender que el Dios a quien adoramos y servimos no es el Dios que entendimos según nuestro concepto religioso. Aunque nuestro Dios es el Señor de todos, Él ha descendido, se ha humillado a Sí mismo, al grado de hacerse igual a nosotros. Él es igual a nosotros en todo, salvo con respecto al pecado. Él hizo esto a fin de hacerse disponible a nosotros para nuestro disfrute y a fin de que podamos ganarlo a Él y experimentarlo. Su deseo es que nosotros lo recibamos como nuestro todo.
(Cómo disfrutar a Dios y cómo practicar el disfrute de Dios, capítulo 1, por Witness Lee)