LOS CUATRO PASOS DE LA OBRA DE DIOS
EN LOS CUALES ÉL SE HIZO DISPONIBLE
A FIN DE SER NUESTRO DISFRUTE
Veamos ahora la manera en que podemos disfrutar a Dios. ¿Cómo puede Dios llegar a ser cada parte de nuestro ser? ¿Cómo podemos nosotros en la práctica disfrutar a Dios en nuestro vivir diario? Damos gracias al Señor porque hace mucho tiempo Él nos preparó el camino. A fin de que disfrutáramos a Dios y lo recibiéramos como el elemento constitutivo de nuestro ser, Él dio cuatro pasos.
El primer paso:
al crear al hombre le dio un espíritu
En el primer paso Dios, al crear al hombre, le dio un espíritu humano. Aunque hemos hablado de este asunto muchas veces en el pasado, por el bien de los nuevos creyentes tenemos que repetir este punto.
Cuando Dios nos creó nos dio a todos un estómago para que pudiéramos disfrutar la comida. Si no tuviéramos un estómago, no tendríamos un lugar donde recibir el alimento que comemos, y nos sería imposible disfrutar la comida. La función de nuestro estómago es permitirnos disfrutar el alimento que comemos. De manera semejante, a fin de que recibiéramos a Dios y lo disfrutáramos, Él nos dio un espíritu cuando nos creó. El espíritu que está en nuestro interior tiene como finalidad que recibamos a Dios y le disfrutemos.
Un hombre pobre puede pensar que únicamente necesita ropa, alimento, un lugar donde vivir y un medio de transporte. Mientras tenga comida, vestido, viva cómodamente y tenga transporte, estará satisfecho. Sin embargo, después de ser satisfecho con estas cosas, descubrirá que tiene otra necesidad en su interior. Se dará cuenta de que necesita entretenimiento en su ser psicológico y entonces participará en diferentes formas de entretenimiento, como la música, la literatura u otras diversiones. Después que ha sido poseído por estas cosas y ha gustado y disfrutado de ellas, estará muy consciente de otra necesidad en lo profundo de su ser. Esta necesidad no es física ni psicológica, sino que se origina en su espíritu.
Cuando un hombre es muy rico, piensa en adorar a Dios, y cuando sufre dolor o se encuentra en una situación desesperada, también piensa en adorar a Dios, porque cuando es rico o sufre dolor, descubre que tiene una necesidad en su espíritu. Cuando un hombre disfruta la vida debido a que tiene riquezas, deleitándose en toda bendición y en todas las cosas buenas que la vida le da, descubre que aún tiene una necesidad en su espíritu. En cambio, cuando no es ni pobre ni rico, ni experimenta dolor ni gozo, no siente ninguna necesidad de adorar a Dios. Cuando no tiene ninguna preocupación respecto a sí mismo, no siente ningún interés por Dios. Sin embargo, cuando sufre grandemente, experimenta una pobreza extrema o está enfermo casi al punto de morir, empieza a pensar en Dios. En contraste, cuando una persona es extremadamente rica y experimenta todas las bendiciones que hay bajo el cielo puede preguntarse: “¿Qué sentido tienen todos estos placeres? Estas cosas no me satisfacen”. Entonces puede empezar a buscar a Dios y a procurar encontrar maneras de adorarlo. Este principio se aplica a todas las razas de la sociedad humana, sean civilizadas o primitivas, refinadas o vulgares y ordinarias.
Nunca veremos un perro, un gato o un mono adorar a Dios cuando estén en una situación desesperada. Aun cuando los animales experimenten suma alegría o sufrimiento, no se volverán a Dios ni lo adorarán. Ellos no tienen necesidad de adorar a Dios, porque no tienen un espíritu. Pero el hombre es diferente. Hay un espíritu dentro del hombre, y este espíritu tiene una necesidad. Un hombre indiferente no percibe la necesidad en su espíritu; pero en circunstancias extremas, ya sea que experimente extrema euforia o extrema desesperación, la necesidad en su espíritu se hará manifiesta. Él sentirá una profunda necesidad en su interior, una necesidad que ninguna persona, cosa o asunto en la tierra puede satisfacer. Nada material podrá satisfacer esta necesidad. Es en esos momentos que el hombre pensará en adorar a Dios. Hay un espíritu dentro del hombre, y Dios creó al hombre con este espíritu a fin de que pudiera recibir a Dios y disfrutarle.
La diferencia entre el hombre y todas las demás criaturas es que él tiene un espíritu en su interior. No es de extrañar que los sabios de la antigüedad dijeran que el hombre es el espíritu de todas las cosas. Solamente el hombre tiene un espíritu. Por lo tanto, entre todas las cosas creadas, solamente el hombre posee un espíritu. El hombre es, sin duda, el ser más elevado de toda la creación. Aparte de la vida de Dios, la vida humana es la vida más elevada, porque el hombre tiene un espíritu en su interior. El espíritu del hombre es un órgano que Dios preparó para que el hombre lo recibiera y disfrutara.
La salvación diaria de un cristiano tiene que ver con su espíritu. No importa si es rico o pobre, si experimenta sufrimiento o gozo, todo cristiano puede testificar de la misma experiencia. Cuando abre su ser a Dios y tiene comunión con Él, encuentra gozo y satisfacción en su espíritu, y cuando no abre su ser a Dios ni tiene comunión con Él en su espíritu, siente una carencia y que le hace falta algo, y no está contento. La razón por la cual nos sentimos así es que no hemos absorbido a Dios. Si dedicáramos un tiempo cada día para orar delante del Señor, es decir, para detener nuestra mente, ejercitar nuestro espíritu y tener comunión con Él, contactándolo, absorbiéndolo y abriendo nuestro ser para ser llenos de Él, experimentaremos una indecible satisfacción, frescura y alivio.
Si permanecemos mucho tiempo en un cuarto con las ventanas cerradas, sentiremos el ambiente muy cargado y pronto querremos salir a respirar aire puro por cinco minutos. Después de respirar hondo, nos sentiremos aliviados, refrescados, reconfortados y satisfechos. Como hijos de Dios que tienen comunión con Él, cada uno de nosotros puede testificar de estas experiencias. Cuando apartamos unos minutos para estar con Dios cada día, cuando detenemos nuestros pensamientos y ejercitamos nuestro espíritu para tener comunión con Él, para absorberlo y para ser llenos de Él, sentimos una indecible dulzura, frescura, libertad y satisfacción. Este sentimiento es una prueba de que hemos comido y bebido una buena porción de Dios.
Todos seguramente hemos tenido esta clase de experiencia. Es dudoso que seamos verdaderos cristianos si nunca hemos gustado la dulzura de Dios. Quizás seamos cristianos nominales que simplemente han experimentado algo del cristianismo. Debemos ver que Dios es alguien a quien podemos gustar; Él es comible y bebible. Podemos absorber a Dios y disfrutarle. A veces mientras absorbemos a Dios en la mañana, debemos decir: “Voy a estar muy ocupado hoy, así que quiero dedicar un poco más de tiempo para absorberte y almacenarte dentro de mí este día”. Podemos tener esta experiencia en nuestro espíritu. Dios nos creó con un espíritu, y este espíritu es la parte más profunda de nuestro ser. Éste es el órgano con el cual recibimos a Dios y el medio por el cual lo disfrutamos. Éste es el primer paso que Dios dio por nosotros.
(
Cómo disfrutar a Dios y cómo practicar el disfrute de Dios, capítulo 3, por Witness Lee)