EMBRIAGARNOS DEL ESPÍRITU SANTO
Quisiera recalcar la palabra come en Juan 6:57 y beba en 7:37. Después que el Señor habló acerca de comerle a Él en 6:57, Él dijo en 7:37 que el que tiene sed debe venir a Él y beberle. Nunca debemos pensar que la idea de comer y beber al Señor es algo que hemos inventado nosotros. No, lo que hemos dicho al respecto se basa enteramente en las palabras del Señor Jesús.
Beber el agua viva se refiere al hecho de beber del Espíritu. Cuando el Señor Jesús habló estas palabras, aún no había el Espíritu, porque Jesús no había sido aún glorificado. Por lo tanto, en la noche del día de la resurrección, el Señor vino y, puesto en pie en medio de los discípulos, sopló en ellos y les dijo: “Recibid al Espíritu Santo” (20:22). Desde ese día en adelante los discípulos bebieron del Espíritu. En el día de Pentecostés el Espíritu Santo descendió y llenó a los discípulos. Ésta fue una ocasión en la que bebieron aún más del Espíritu. Una vez que fueron llenos del Espíritu, comenzaron a hablar en diversas lenguas. Ellos eran como personas embriagadas que no cesan de hablar. Quienes los escuchaban no podían entender lo que decían. Puesto que no podían entender lo que estaba sucediendo, dijeron que los discípulos estaban llenos de mosto, de vino nuevo. Sin duda alguna, ellos estaban llenos, pero no de vino nuevo sino del Espíritu. Ellos estaban embriagados del Espíritu, no de vino. Puesto que el Espíritu es Dios hecho real al creyente, esto significa que ellos estaban embriagados de Dios, no de vino. Ellos estaban “locos” a causa de Dios, no a causa del vino. Creo que el Señor me permite decirles lo siguiente: cuando un hombre está borracho, se vuelve loco y habla con delirio; habla de todo lo que se le antoja sin ningún temor ni reserva. El día de Pentecostés los discípulos sin duda estaban embriagados; ellos estaban embriagados de Dios, estaban llenos de Él. Es por eso que se comportaban como “locos”.
No debe sorprendernos escuchar la palabra locos. Hablando con propiedad, si nunca hemos estado locos en nuestra experiencia como cristianos, nuestra fe en el Señor no es muy fuerte. En 2 Corintios 5:13 Pablo dice: “Porque si estamos locos, es para Dios”. Estar loco es estar fuera de sí. Dios puede hacer que una persona esté fuera de sí misma. Como cristianos que somos, ¿alguna vez hemos estado locos? Este versículo continúa diciendo: “Si somos sensatos, es para vosotros”. Esto significa que el apóstol era sensato para con los hombres y loco para con Dios. Algunos cristianos son sensatos delante de los hombres y sensatos delante de Dios; nunca han estado locos, porque nunca han estado embriagados de Dios.
Otro pasaje de la Biblia, Hechos 26:24-25, también habla acerca de estar loco. Estos versículos dicen: “Diciendo él estas cosas en su defensa, Festo a gran voz dijo: Estás loco, Pablo; las muchas letras te vuelven loco. Mas Pablo dijo: No estoy loco, excelentísimo Festo, sino que hablo palabras de verdad y de cordura”. Según su modo de pensar, Pablo estaba expresando palabras de verdad y de cordura, pero para los que lo interrogaban él estaba loco. Él estaba hablando con locura mientras presentaba su defensa, es decir, no estaba hablando de manera común y ordinaria. Pablo estaba “loco” porque interiormente estaba lleno y embriagado de Dios; estaba lleno del Espíritu Santo.
Muchos de nosotros podemos testificar que cuando inhalamos a Dios por medio de la oración, somos llenos del Espíritu Santo. El Espíritu puede ser comparado al vino nuevo; cuanto más bebemos de Él, más somos llenos interiormente de Él. Cuando estamos llenos del Espíritu, no podemos evitar estar locos, porque es como si estuviéramos andando sobre las nubes. Nuestra alabanza ya no es una alabanza común, y nuestro cantar tampoco es un cantar común. Somos como “locos” delante de Dios; estamos embriagados de Dios.
No sólo necesitamos comer de Dios y beber de Él, sino también embriagarnos de Él. Esto es beber de manera intensa, y no simplemente tomar un sorbo. Debemos beber al punto en que todo nuestro ser sea lleno de Dios. Entonces nuestra predicación del evangelio será poderosa, y daremos testimonio del Señor con denuedo. El hecho de que algunos hermanos y hermanas tengan temor de testificar por el Señor demuestra que no tienen lo suficiente de Dios, que no tienen lo suficiente del Espíritu. Todos los que están embriagados del Espíritu son osados. Todo lo que Dios les confía o encarga decir, lo dicen sin ningún temor. Son como Pedro cuando declaró delante de los gobernantes: “Juzgad si es justo delante de Dios escuchar a vosotros antes que a Dios” (4:19). Los apóstoles sin duda alguna estaban en un estado de embriaguez y locura. Ellos testificaron que Jesús, a quien los judíos habían crucificado, fue resucitado por el Dios de sus padres, puesto que era imposible que la muerte lo retuviera. Ellos parecían estar diciendo: “Estamos aquí hoy testificando de Su resurrección. Si Él no hubiera resucitado, no tendríamos tanto denuedo. Él es viviente, y Él vive dentro de nosotros. Como Espíritu, Él ha entrado en nosotros, nos ha llenado e incluso nos ha embriagado. Es por eso que no le tememos a nada”.
Debemos ver que Dios no es solamente comible y bebible, sino también embriagante. No sólo podemos comer a Dios y beberle, sino que también podemos ser embriagados por Él y con Él.
(
Cómo disfrutar a Dios y cómo practicar el disfrute de Dios, capítulo 9, por Witness Lee)