EL SECRETO DE EXPERIMENTAR A CRISTO
Si hemos de experimentar a Cristo, necesitamos ver que Cristo llegó a ser el Espíritu vivificante en Su resurrección. En 1 Corintios 15:45 se nos dice: “‘Fue hecho [...] el postrer Adán, Espíritu vivificante”. La expresión fue hecho alude a un proceso que involucra muchas cosas. Si conectamos este versículo con Juan 14:26 y 15:26, podemos ver que el Espíritu vivificante es el Espíritu que el Padre envió en el Hijo y que también el Hijo envió del Padre y con el Padre. Además, el Hijo y el Padre vienen con el Espíritu. Por lo tanto, la frase fue hecho no sólo se refiere a que el Hijo llegara a ser el Espíritu por medio de Su muerte y resurrección, sino también al hecho de que el Padre enviara al Espíritu en el Hijo y el Hijo enviara al Espíritu desde el Padre y con el Padre.
El Señor Jesús era la Palabra hecha carne. Puesto que la Palabra era Dios, el hecho de que la Palabra se hiciera carne significa que Dios se hizo carne. El procedimiento por el cual Dios se hizo carne consistió en que Él entró en el vientre de María al ser concebido del Espíritu Santo (Lc. 1:35; Mt. 1:20). El hombre Jesús era Dios hecho carne con la esencia divina y la esencia humana; por tanto, Él es tanto Dios como hombre. Esto ciertamente es un misterio. En la encarnación, Dios se hizo carne, pero el que nació fue el Hijo, cuyo nombre era Emanuel, esto es, Dios con nosotros. Por lo tanto, el Hijo es Dios, e incluso el Dios Triuno. Esto nos muestra que la encarnación incluía al Padre, el Hijo y el Espíritu. En estos dos pasos en que el Dios Triuno llegó a ser algo —el que llegara a ser carne y llegara a ser el Espíritu vivificante— el Padre, el Hijo y el Espíritu pasaron por un proceso. Es por ello que decimos que no es posible experimentar a Cristo independientemente del Padre y del Espíritu.
Puesto que Cristo es el Espíritu vivificante, Él puede entrar en nosotros. Pero, ¿en qué parte de nuestro ser entra? Definitivamente no entra en nuestra mente. Lo más que nuestra mente puede hacer es ayudarnos a aprehender a Cristo, pero no puede contenerle. En 2 Timoteo 4:22 leemos: “El Señor esté con tu espíritu”. El Señor es el Espíritu vivificante, y nosotros tenemos en nuestro interior un espíritu regenerado. Hoy el Señor como Espíritu vivificante entra en nuestro espíritu regenerado para estar con nosotros. Por tanto, para experimentar a Cristo debemos ejercitar nuestro espíritu. Es posible tener una mesa servida con alimentos y bebidas en abundancia, pero a menos que comamos y bebamos de lo que está servido, toda esa abundancia no tendrá nada que ver con nosotros. Si queremos disfrutar del rico alimento que está servido en la mesa, tenemos que abrir nuestra boca para comer y beber. De igual manera, Cristo nuestro Señor es Aquel que es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Él es Dios que se hizo carne para ser nuestro Redentor, y también es todo-inclusivo. Sin embargo, si Él únicamente estuviera en el trono, no tendría nada que ver con nosotros. Gracias al Señor, hoy en día Él es el Espíritu vivificante, y nosotros también tenemos un espíritu en nuestro interior que puede tener contacto con Él y recibirle. Por lo tanto, al ejercitar nuestro espíritu nosotros podemos obtenerle, recibirle y disfrutarle. Cuando le experimentamos, al mismo tiempo experimentamos al Padre y al Espíritu, quienes están en Él. Es de este modo que experimentamos al Dios Triuno.
En Juan 20:22 el Señor se apareció a Sus discípulos en la noche del día de Su resurrección, y sopló en ellos, diciendo: “Recibid al Espíritu Santo”. Éste era el Espíritu, el Consolador, a quien el Señor había prometido en los capítulos 14 y 15. Después que el Señor hizo esta promesa a Sus discípulos en estos dos capítulos, Él les dio a entender que iba a morir, a ser sepultado, y que regresaría en resurrección. Por medio de Su muerte y Su resurrección, el Señor llegó a ser el Espíritu vivificante, y en la noche del día de Su resurrección vino a Sus discípulos para infundirse en ellos, y ser su vida y su todo como cumplimiento de Su promesa. Asimismo, Él está en nosotros hoy en calidad de Espíritu vivificante. Simplemente al ejercitar nuestro espíritu podemos experimentarlo subjetivamente.
(
Cuatro elementos cruciales de la Biblia: Cristo, el Espíritu, la vida y la iglesia, Los, capítulo 2, por Witness Lee)