Acerca de las reuniones en casa, por Witness Lee

CADA DÍA DEBEMOS LABORAR DOBLEMENTE EN CRISTO

Hermanos y hermanas, cuando ustedes vengan a la reunión, ¿esperan escuchar a un buen orador? El concepto que tienen de depender de los buenos oradores debe cambiar. Eso es lo primero que quiero hacer esta noche. ¿Qué debemos hacer después que todos hayamos cambiado este concepto? Todos hemos tenido experiencias en las que nuestros conceptos han cambiado. Todo el mundo experimenta un cambio en sus conceptos cuando es salvo. Después de esto, todos tuvimos que aprender a orar, leer la Palabra, conocer la verdad, crecer en vida, experimentar a Cristo, ganar a Cristo y disfrutar de las riquezas de Cristo. Cristo es nuestra buena tierra de Canaán. Si laboramos en Él, si diariamente laboramos en Cristo, segaremos una buena cosecha.

Dios siempre obra de manera equilibrada. Como se puede ver, el hombre tiene dos manos y dos hombros. El lado izquierdo corresponde a las reuniones grandes, y el lado derecho, a las reuniones de hogar; por lo tanto, las reuniones grandes y las reuniones de hogar se equilibran. Después que seamos equilibrados de esta manera, debemos redoblar nuestra oración, nuestra lectura de la Biblia, nuestra capacidad de ver la luz en la Biblia y nuestra experiencia de Cristo.

Las reuniones de hogar son la manera en que se puede lograr la edificación

En la iglesia, todos los hermanos y hermanas aman al Señor. Es debido a que aman al Señor que siento la carga de guiarlos. Puesto que ustedes aman al Señor, deben tomar en serio las cosas del Señor. Su amor por el Señor no debe ser un hablar vano. ¿No aman al Señor? Permítanme decirles, la Biblia nos dice que el Señor sólo tiene una manera de edificar Su iglesia, de alcanzar Su meta, y dicha manera es realizar las reuniones de hogar. No se puede conseguirlo con las reuniones grandes. Las reuniones grandes del cristianismo son comparables a la era de los jueces. La era de los jueces dependía enteramente de un gigante espiritual. Cuando se levantó Sansón, aquello fue muy bueno; pero cuando murió, Israel llegó a su fin. La era de los jueces del Antiguo Testamento prefigura el cristianismo actual. Si únicamente prestamos atención a las reuniones grandes y descuidamos las reuniones de hogar, estaremos recreando la historia de la era de los jueces. Debemos cambiar nuestros conceptos. No queremos tener jueces; lo que queremos son los hogares. Cada hogar tiene que ser fuerte, y a fin de tener un hogar fuerte, ustedes primero deben ser fuertes.

Es preferible que en las reuniones de hogar no haya más de doce personas. Lo mejor es que haya cinco o seis. Siete u ocho también es un buen número; y ocho o diez es aceptable. Debido a que amamos al Señor y tomamos en serio Sus asuntos, oramos diariamente, leemos la Palabra, aprendemos la verdad, vemos la luz, experimentamos a Cristo diariamente y laboramos en Cristo. Cuando nos reunimos, todos los ocho o diez de nosotros tenemos experiencias que compartir. Así espontáneamente dejaremos de ser parte de la audiencia que depende del hablar de otros. La noche pasada conocí a un hermano holandés, que hablaba muy bien el chino. Me dijo que podía hablar holandés y que también había aprendido alemán, francés, inglés y chino. Así que él sabe hablar cinco idiomas. Hoy en día, ¿qué es más fácil, que ustedes sigan a Cristo, experimenten a Cristo y le disfruten o que un holandés como este hermano aprenda chino? Si él puede convertir su lengua holandesa en una lengua china y hablar chino, ¿por qué no podemos nosotros convertir nuestra lengua en una “lengua que hable Cristo”? Es porque no estamos dispuestos. Amamos al Señor, y todos los días cargamos nuestra Biblia y nos apuramos para irnos a las reuniones. No simplemente traigamos nuestra Biblia; les ruego que la lean y aprendan a hablar la palabra de Cristo. Entonces tendrán experiencias que traer a las reuniones, y las reuniones serán ricas.

El Espíritu en el libro de Hechos es el Espíritu que habla. Él habla continuamente. Si en una reunión todos desean ser los primeros en hablar, y si antes de que uno acabe de hablar, otro desea poder hablar, ¿no sería ésa una reunión rica? Si tenemos reuniones así vez tras vez, el gusto que todos tienen por las reuniones grandes cambiará. Los que hemos traído recientemente y los que no han estado reuniéndose por un buen tiempo ya no estarán tan preocupados por las reuniones grandes, y pensarán que las reuniones pequeñas son también muy buenas. Una reunión de la iglesia como ésta habrá dejado de edificar sobre el fundamento equivocado y edificará sobre el fundamento correcto. Sólo una iglesia como ésta merece ser alabada. Ya no importa si el orador elocuente va a venir hoy o no, pues podremos reunirnos por nosotros mismos. Eso es un indicio de que dicha iglesia tiene un fundamento.

La iglesia en Taipéi es grande y estable, aunque quizás no muy confiable. Si el concepto aquí cambia al punto de que la iglesia sigue floreciendo y progresando aun si los supuestos oradores competentes no vienen por diez años, entonces habremos tenido éxito. Debemos predicar el evangelio y guiar a los hermanos y hermanas a estar firmes, de modo que todos sean un soldado y nuestro ejército esté en todas partes. De este modo, la iglesia será estable. Cuando eso suceda, realmente podremos evangelizar a Taiwán. Pero si continuamos dependiendo de las reuniones grandes y ni siquiera podemos evangelizarnos a nosotros mismos, ¿cómo podremos evangelizar a Taiwán? Si su pequeña familia aún no ha sido evangelizada y sus parientes aún no han sido evangelizados, será imposible evangelizar a Taiwán. Necesitamos que el Espíritu Santo inicie la obra para que aun un recién salvo pueda hablar. Cada familia ha de hablar; todos han de hablar. Toda persona salva ha de ser un predicador.

(Acerca de las reuniones en casa, capítulo 1, por Witness Lee)