LA EDIFICACIÓN DE LA IGLESIA DEPENDE
DE LOS HERMANOS Y HERMANAS COMUNES
Consideremos ahora este asunto desde la perspectiva de la Biblia. El día de Pentecostés tres mil personas fueron salvas, y en otro día cinco mil fueron salvas. Todas ellas fueron llenas del Espíritu Santo y se reunían de casa en casa. ¿Piensan que de entre estos miles de personas había muchos gigantes? Según el relato en Hechos, vemos a un hombre llamado Esteban. En Hechos 7 encontramos un largo mensaje dado por él; y luego vemos a un evangelista, a Felipe, quien había tenido la experiencia de ser arrebatado. Sin embargo, en la Biblia no encontramos ni un solo mensaje del evangelio predicado por él. En Hechos también tenemos el relato acerca de un hombre llamado Bernabé, pero nuevamente la Biblia no deja constancia de su predicación. Después de estos tres, no encontramos ningún otro nombre. Si otros se hubieran destacado de entre los ocho mil, Lucas, el escritor de este libro, no habría omitido sus nombres. En cambio, la predicación de Pedro, mensaje tras mensaje, se halla en la Biblia. Incluso los largos mensajes que Pablo dio se incluyeron en el relato bíblico. Esto nos permite ver que en aquella época, además de Esteban, Felipe y Bernabé, todos los creyentes estaban más o menos en el mismo nivel, es decir, eran “don nadie”.
Cuando leemos la Biblia de esta manera, descubrimos que lo que la Biblia no incluye es más significativo que lo que ha incluido. La primera vez que Pablo salió a predicar, salió con Bernabé. Sin embargo, Bernabé no predicaba. Siempre que se presentaba la oportunidad de predicar, era Pablo el que hablaba. En la Biblia se mencionan los profetas y maestros, pero éstos no necesariamente son gigantes espirituales. Si Bernabé hubiese sido un predicador destacado, sin duda alguna Lucas habría dejado constancia de ello. Probablemente la predicación de Timoteo tampoco era sobresaliente, porque de entre los veintisiete libros del Nuevo Testamento, ninguno fue escrito por Bernabé o Timoteo. Así que, únicamente Pablo era el verdadero gigante espiritual. De entre los veintisiete libros, catorce fueron escritos por él. Por lo tanto, quiero hacerles notar a todos ustedes que a fin de que la iglesia sea edificada, ella debe ser general y depender de los “don nadie”.
(Acerca de las reuniones en casa, capítulo 4, por Witness Lee)