Ley del avivamiento, La, por Witness Lee

CUATRO CARACTERÍSTICAS DE NUESTRA BÚSQUEDA DEL SEÑOR

El Cantar de los Cantares presenta al menos cuatro características relativas a nuestra búsqueda del Señor.

Muchos comienzos, muchos cursos y muchos finales

Según El Cantar de los Cantares, una persona que busca más del Señor no experimenta en tal búsqueda un solo comienzo, un solo curso y un solo final. Al contrario, nuestra búsqueda del Señor tiene muchos comienzos, muchos cursos y muchos finales. Hay inicialmente un comienzo, seguido por un curso y un final. Luego viene una pausa, que dura cierto período de tiempo. Después de dicha pausa, experimentamos en nuestra búsqueda otro comienzo, otro curso y otro final, después de lo cual viene otra pausa. Este libro menciona al menos seis comienzos, con sus seis cursos y seis finales (1:2—2:7; 2:8—3:5; 3:6—5:1; 5:2—6:13; 7:1-13; 8:1-14). Cada sección, que incluye un comienzo, un curso y un final, es una canción. Por lo tanto, este libro tiene seis canciones, y cada canción tiene un comienzo, un curso y un final.

A esto se debe que algunos versículos se repiten dos o tres veces en El Cantar de los Cantares. Por ejemplo, el versículo 4 del capítulo 8 dice: “Yo os conjuro, oh hijas de Jerusalén, / que no inquietéis ni despertéis a mi amor, / hasta que quiera”. Este versículo, que se menciona después de que aquella que busca a su amado ha atravesado cierto curso y llegado al final, también aparece en el versículo 7 del capítulo 2 y en el versículo 5 del capítulo 3. Esto muestra que, en nuestra búsqueda del Señor, experimentamos muchos comienzos, muchos cursos y muchos finales.

Por una parte, un cristiano que busca más del Señor y tropieza en medio de un curso puede volverse a levantar. Por otra, aun si no sufre tropiezo alguno, su búsqueda del Señor en un determinado curso llegará a un final. Según lo descrito en El Cantar de los Cantares, debemos tener bien claro que nuestra búsqueda del Señor no tiene un solo comienzo que abarca un curso y un final. Debemos también entender que es erróneo pensar que si tropezamos o llegamos a una pausa, eso quiere decir que hemos caído. Tropezar o llegar a una pausa no significa que hemos caído.

Sin embargo, hay muchos hermanos y hermanas cuya condición espiritual no es normal. Ellos comienzan a ir en pos del Señor, pero después de cierto tiempo tropiezan porque tienen un problema con el Señor; es decir, su búsqueda se interrumpe en medio del curso de ésta. Es sólo después de otro período de tiempo que estos creyentes son avivados y comienzan de nuevo a ir en pos del Señor. No debemos confundir tales experiencias con las que tiene un cristiano normal, el cual necesita nuevos comienzos aun cuando no tenga ningún problema con el Señor. La Sulamita en El Cantar de los Cantares tiene muchos comienzos y muchas pausas mientras va en pos de su amado. Por lo tanto, nuestra experiencia espiritual se da en etapas, las cuales constan de un comienzo, un curso, un final y, luego, una pausa. Ésta es una característica especial en El Cantar de los Cantares.

El comienzo de nuestra búsqueda tiene dos aspectos

Según El Cantar de los Cantares, el comienzo de una etapa de nuestra búsqueda puede diferir del comienzo de otra etapa. Algunas etapas comienzan debido a que el Señor nos atrae, pero otras comienzan debido a que tenemos hambre del Señor. Por ejemplo, en la primera etapa es difícil determinar si la que busca a su amado va en pos de él debido a que él la atrae o debido al deseo de ella. Su búsqueda en la primera etapa probablemente sea el resultado de ambas cosas. En el comienzo de esta etapa ella dice: “¡Que me bese con los besos de su boca!” (1:2a). Parece que es ella quien toma la iniciativa de ir en pos de su amado. No obstante, inmediatamente después ella dice: “Porque mejores son tus amores que el vino. / Tus óleos de unción tienen fragancia agradable; / tu nombre es como ungüento derramado; / por eso las vírgenes te aman” (vs. 2b-3). Esto muestra que ella es atraída por su amado. Por consiguiente, en la etapa inicial de nuestra búsqueda es difícil determinar si estamos buscando más del Señor, o si Él nos está atrayendo.

En algunas de las etapas postreras, la que busca a su amado va en pos de él sin necesidad de que él la atraiga. Por ejemplo, en los versículos 1 y 2 del capítulo 3 ella no está siendo atraída, pero aun así va en pos de él. Ella dice: “En mi lecho, noche tras noche / busqué al que ama mi alma; / lo busqué, mas no lo hallé. / Me levantaré ahora, y andaré por la ciudad; / por las calles y por las plazas / buscaré al que ama mi alma”. Estos versículos comienzan con la búsqueda de ella, y no con el hecho de que ella es atraída. En el versículo 2 del capítulo 5 ella dice: “Duermo, pero mi corazón está despierto. / ¡Un sonido! Mi amado está llamando a la puerta. / Ábreme, hermana mía, amor mío, / paloma mía, perfecta mía, / porque mi cabeza está empapada de rocío, / y mis cabellos, de las gotas de la noche”. Éste es el amado que atrae a la Sulamita. Aquí ella no inicia la búsqueda. De manera que, hay dos aspectos en cuanto al comienzo de nuestra búsqueda del Señor. Un aspecto es que el Señor viene y nos atrae. El énfasis de este aspecto recae en Su aparición. Cuando el Señor se nos aparece y nos atrae, nos levantamos para buscarle. El otro aspecto es que nosotros tomamos la iniciativa de ir en pos del Señor. Aunque probamos la dulzura del Señor al tener comunión con Él, después de cierto período de tiempo nos sentimos insatisfechos y, por tanto, deseamos ir en pos de Él otra vez.

(Ley del avivamiento, La, capítulo 1, por Witness Lee)