RECIBIR LA VISIÓN DE LA RESURRECCIÓN
No hay muchos santos que han visto una visión ni recibido revelación. La mayoría de ellos viven según sus emociones. Por tal motivo, la relación que tienen con los demás y con el Señor está basada en las emociones. Al igual que la doncella en la primera sección de El Cantar de los Cantares, ellos carecen de una visión objetiva.
La visión objetiva y la más elevada comienza en El Cantar de los Cantares 2:8 y 9: “He aquí, él viene, / saltando sobre los montes, / brincando sobre los collados. / Mi amado es semejante a la gacela o al cervatillo”. Antes de este tiempo, la que busca al amado tiene experiencias espirituales, pero carece de visión. Lo que ella expresa en sus alabanzas y oraciones procede de los sentimientos que percibe en sus experiencias. Aunque esto es precioso, ella no puede avanzar si permanece en estas experiencias.
Por consiguiente, al comienzo de la segunda etapa el amado viene. La que lo busca no le pidió que viniera, pero él viene para hacerle un recordatorio. En la primera etapa, alguien que busca al Señor tiene una comunión afectuosa y amorosa con Él, habiendo gustado de Su dulzura y disfrutado de Su abundancia. Esto se aprecia en El Cantar de los Cantares en las palabras de quien busca a su amado: “Mientras el rey estaba en su mesa, / mi nardo esparció su fragancia. / Mi amado es para mí un manojito de mirra, / que por la noche reposa entre mis pechos. / Racimo de flores de alheña es mi amado para mí, / en las viñas de En-gadi [...] / Como manzano entre los árboles del bosque, / así es mi amado entre los hijos: / en su sombra me deleité y me senté, / y su fruto fue dulce a mi paladar. / Me llevó a la casa del banquete, / y su estandarte sobre mí era el amor” (1:12-14; 2:3-4). Esta descripción muestra que ella disfruta de la abundancia de su amado y experimenta su dulzura. No obstante, al mismo tiempo ella se retira a un aposento y sin saberlo deja afuera a su amado. Este aposento no está totalmente cerrado, porque tiene una ventana, una abertura, a través de la cual ella puede ver a su amado. Él está saltando sobre los montes y brincando sobre los collados como un cervatillo (vs. 8-9). En estos versículos no se percibe ningún sentimiento de dulzura, ni el disfrute proveniente del reposo y la satisfacción. Lo que ve la que busca a su amado es la expresión de fortaleza, vitalidad y poder. Ella ve a su amado saltando y brincando sobre los montes y collados como un cervatillo. Los montes son elevados, pero un cervatillo es capaz de saltar y brincar sobre éstos. En lugar de ser impresionada debido a una experiencia subjetiva, la que busca a su amado recibe una visión objetiva.
Los que sirven al Señor, en particular, necesitan recibir esta visión. La mayoría de los santos vive todavía según sus sentimientos. Tenemos la expectativa de ser satisfechos con la dulzura del Señor, pero en lugar de experimentar sentimientos de dulzura y de frescor, nos sentimos abatidos, oprimidos y amortecidos. Por esta razón, pensamos que tenemos un problema, o hemos caído, o que ya no somos útiles en las manos del Señor. Además de esto, nuestro entorno está lleno de “montes” y “collados”. Algunos de nosotros tenemos problemas de salud, otros tienen problemas con su familia, y algunos otros tienen problemas en su trabajo, problemas con los colaboradores o problemas en la iglesia. Antes, todo marchaba bien en nuestro vivir y en nuestro servicio, y nuestra senda era derecha, estable y llena de luz. Pero ahora ya no es así. Por todos lados hay collados y montes elevados; y no encontramos salida. Nuestra situación es verdaderamente difícil. Es en medio de esta clase de situación que necesitamos una visión, una visión objetiva, un conocimiento adicional del Señor.
Al parecer avanzamos en nuestro conocimiento del Señor, pero nuestras experiencias aún corresponden a la primera etapa de El Cantar de los Cantares. Nuestras alabanzas, acciones de gracias, oraciones y testimonios indican que nuestra relación con el Señor aún se halla en la primera etapa. En nuestra experiencia sabemos que el Señor es adorable y que nos satisface. Pero tal conocimiento del Señor es insuficiente; tenemos que conocer más al Señor en otras maneras. Necesitamos experimentar al Señor según la segunda etapa de El Cantar de los Cantares.
En la experiencia correspondiente a la segunda etapa, no se trata de que el Señor nos proporcione reposo y satisfacción, sino de que veamos que Él es el Señor resucitado, quien en Su mover tiene el poder y la vitalidad de saltar sobre los montes y brincar sobre los collados. En la primera etapa la que busca al amado quiere ir a él para hallar satisfacción y reposo. Ahora, en lugar de que ella se lo pida, el Señor la llama, diciendo: “Levántate, amor mío, / hermosa mía, y ven” (v. 10). Esto tiene que ver con el mover del Señor, no con el disfrute. Para nuestro disfrute, necesitamos hallar satisfacción y reposo; pero a fin de movernos, necesitamos poder y vitalidad. El amado dice: “Levántate [...] y ven. / Porque ya ha pasado el invierno; / la lluvia ha cesado y se fue. / Han aparecido las flores en la tierra, / el tiempo de la canción ha venido / y en nuestra tierra se ha oído la voz de la tórtola. / [...] Ven” (vs. 10-13). En tal atmósfera de resurrección y de frescor, el Señor anhela que aquellos que le buscan se levanten y vayan con Él.
(
Ley del avivamiento, La, capítulo 2, por Witness Lee)