Ley del avivamiento, La, por Witness Lee

TENER UN VIVIR ESPIRITUAL DISCIPLINADO

La vida física es a menudo un cuadro vívido de nuestra vida espiritual. Si conocemos la ley de nuestra vida física y somos disciplinados para vivir según esta ley, seremos saludables. Sin embargo, debemos admitir que no entendemos debidamente esta ley de nuestra vida espiritual. Por esta razón, nuestra vida espiritual no es disciplinada. Aun cuando en términos físicos no llevemos estrictamente una vida disciplinada, todavía conservamos nuestra energía en la mañana, en la tarde y en la noche. En otras palabras, seguimos teniendo avivamientos a lo largo del día. Sin embargo, en cuanto a nuestra vida espiritual, a menudo nos sentimos abatidos cuando nos reunimos y servimos, porque no entendemos la ley del avivamiento de manera adecuada. Éste es un grave problema.

En una ocasión le pregunté a un hermano acerca de su condición espiritual. Él respondió: “Mi condición es pobre. Por tres semanas mi espíritu no ha podido elevarse”. Su condición se debía a que la esposa estaba enferma. También le pregunté a una hermana acerca de su condición, y ella respondió: “No sé qué hacer. Cada mes nuestros ingresos no alcanzan a cubrir nuestros gastos”. Muchos hermanos y hermanas se hallan en la misma situación. Hablando en sentido figurado, no veo con frecuencia a santos que hayan dormido, comido, o bebido agua en una medida adecuada, es decir, que estén vigorosos y avivados. Al contrario, los santos a menudo se hallan en una condición de abatimiento, sequedad, vejez, muerte, dolor y opresión. Estas condiciones son el resultado de no dormir, ni comer, ni beber agua lo suficiente. Algunos han permanecido en esta condición por varios años; ellos siempre se sienten oprimidos y débiles. Su conciencia los molesta si no vienen a la reunión, pero ellos no pueden captar nada en la reunión. Su conciencia los molesta si no están sirviendo, pero se sienten abrumados. Que un cristiano se sienta oprimido por varios años no es razonable. Esta situación no es correcta, pero muchos santos se hallan en esta situación porque no conocen la ley del avivamiento y, por ende, no llevan una vida espiritual disciplinada.

Si alguien nos dice que está cansado y sin fuerzas debido a que no ha dormido bien por tres años, nos asombraríamos y le preguntaríamos por qué no ha dormido bien. Asimismo, si una persona se lamenta porque tiene hambre y sed, le preguntaríamos por qué no come o bebe algo. El hambre y la sed son señales que nos demandan comer y beber. Si nos negamos a comer y beber, nuestras lágrimas no servirán de nada. Cristo mora en nuestro ser, y Él es nuestro alimento eterno y la fuente de aguas vivas. No comemos ni bebemos de Él porque no conocemos la ley del avivamiento ni llevamos una vida disciplinada. No sabemos que debemos comer de Él cuando estamos hambrientos, beber de Él cuando estamos sedientos y descansar en Él cuando estamos cansados. Conocemos la ley que rige nuestra vida física y vivimos conforme a ella; por esta razón, dormimos cuando estamos cansados, comemos cuando estamos hambrientos y bebemos cuando estamos sedientos. Sin embargo, estamos fatigados, hambrientos y en una condición de sequedad, abatimiento, vejez, muerte y miseria, porque no conocemos la ley que rige nuestra vida espiritual. No hay necesidad de estar en esta condición.

La mayoría de los cristianos tienen un entendimiento poco apropiado acerca de la ley del avivamiento. Ellos piensan que una persona necesita avivarse únicamente después de haber cometido un pecado o de haberse descarriado. Nuestra vida espiritual crece a través de los repetidos avivamientos. Comer, beber y dormir causan el crecimiento de nuestra vida física. De igual manera, nuestra vida espiritual crece a medida que nosotros comemos, bebemos y dormimos, es decir, a medida que somos avivados. En la esfera física, estar sediento es una señal de que necesitamos una bebida, estar hambriento es una señal de que necesitamos comer y estar cansado es una señal de que necesitamos dormir. Dado que entendemos la ley de nuestra vida física, bebemos cuando tenemos sed, comemos cuando tenemos hambre y dormimos cuando estamos cansados. El resultado de ello es que somos avivados. Sin embargo, no entendemos la ley de nuestra vida espiritual. Por esta razón, no bebemos cuando estamos sedientos, ni comemos cuando estamos hambrientos, ni dormimos cuando estamos cansados. En lugar de ello, nos lamentamos y suspiramos.

Esto no significa que los santos nunca se alimenten, ni tomen agua ni duerman lo suficiente. En ocasiones ellos se alimentan, beben y duermen adecuadamente, sólo que esto no sucede con regularidad. Por ejemplo, un hermano que ha estado sediento por varios meses ocasionalmente bebe algo y, como resultado, se alegra tanto que alaba y da un testimonio en la reunión. Sin embargo, no nos avivamos con regularidad, ni tenemos la certeza de que estamos avivados, porque no conocemos la ley del avivamiento ni llevamos una vida disciplinada conforme a esta ley.

(Ley del avivamiento, La, capítulo 4, por Witness Lee)