EL EJERCICIO DE LA FE
Ejercitar la fe es un asunto muy fundamental. Debemos ver que hoy nuestro vivir es totalmente contrario al comunismo. El comunismo es materialista, pues se preocupa totalmente por las cosas materiales; nosotros, en cambio, somos personas centradas en Dios y nos preocupamos completamente por las cosas espirituales. A fin de llevar una vida que está completamente centrada en Dios, necesitamos fe y no vivir por vista (2 Co. 5:7). Con respecto al comunismo, todo depende de lo que se ve; pero con respecto a nosotros, todo depende de la fe. Por lo tanto, debemos ejercitar la fe.
En la enfermedad física
En primer lugar, debemos ejercitar la fe cuando estamos enfermos. Esto no significa que debamos ser supersticiosos. Cuando estemos enfermos, todavía debemos ir a ver un doctor y tomar medicina. Éste es un asunto que tiene dos aspectos. Por ejemplo, cada día Dios nos sostiene no por señales y milagros, sino por medio de una dieta normal. No debemos pensar que puesto que confiamos en Dios, podemos sobrevivir sin comer, como lo hizo el Señor Jesús cuando fue tentado por Satanás por cuarenta días. Eso es una superstición. Por otro lado, tampoco debemos pensar que en tanto que comamos, estaremos saludables y fuertes y tendremos larga vida. De hecho, aun si nos alimentamos apropiadamente, todavía es posible que nos enfermemos, incluso con enfermedades mortales. Por lo tanto, debemos confiar en Dios.
Por esta razón, aun si sólo tenemos un resfriado, tenemos que aprender a confiar en la sanidad de Dios. No debemos buscar milagros, sino ir al doctor y tomar medicina mientras al mismo tiempo confiamos en Dios. Esto no es nada fácil. Con respecto a algunos, cuando van al médico y toman la medicina, dejan de confiar en Dios. Con respecto a otros, una vez que creen en Dios, se vuelven supersticiosos y nunca van a ver un doctor. Ambos casos son extremos.
Cuando el hermano Watchman Nee era joven, la hermana M. E. Barber fue la persona que le ayudó más. Ella nunca fue a ver un doctor ni tomó medicina durante toda su vida, así que sólo vivió hasta los sesenta años. Incluso Pablo le dijo a Timoteo: “Ya no bebas agua sola, sino usa de un poco de vino por causa de tu estómago y de tus frecuentes enfermedades” (1 Ti. 5:23). No podemos decir que Pablo tenía poca fe. Creo que en este asunto la señora M. E. Barber no era muy equilibrada. Si no lo hubiese sido así, podría haber vivido más tiempo y ser de más utilidad en las manos del Señor. Por lo tanto, por nuestro beneficio y el beneficio del Señor, debemos aprender este asunto de ejercitar la fe.
En el suministro material
Debemos aprender a ejercitar fe especialmente en lo relacionado con el suministro material. Es cierto que la iglesia y los santos seguirán la dirección del Señor para suplir nuestra necesidad en amor; sin embargo, aún tenemos que aprender a confiar en Dios. Considere el caso de Pablo. Por un lado, él confiaba en Dios, y Dios ciertamente suplía sus necesidades. Cuando estuvo en Tesalónica, la iglesia en Filipo envió a algunos “una y otra vez” para que suplieran sus necesidades (Fil. 4:16). Cuando estuvo laborando en Corinto, los hermanos que vinieron de Macedonia suplieron lo que le faltaba (2 Co. 11:9). Pero, por otro lado, cuando estuvo en Corinto, también trabajó con sus propias manos haciendo tiendas (Hch. 18:3; 1 Co. 4:12). Además, él les dijo a los ancianos de la iglesia en Éfeso: “Vosotros mismos sabéis que para lo que me ha sido necesario a mí y a los que están conmigo, estas manos me han servido” (Hch. 20:34). Vemos aquí un principio que incluye dos aspectos: por un lado, Pablo confiaba en Dios y recibía Su suministro; por otro, él trabajaba con sus propias manos para suplir sus necesidades y las de aquellos que estaban con él. Él no rechazó el suministro de los santos aunque hacía tiendas, ni tampoco abandonó su ocupación aunque confiaba en Dios completamente. Esto es diferente de cómo se procede en el cristianismo. Por lo tanto, ya sea que trabajemos “haciendo tiendas” para ganarnos el sustento, o sirvamos a tiempo completo y recibamos el suministro de la iglesia y de los santos, tenemos que aprender a confiar en Dios, creyendo que todo es planeado por Él y confiando absolutamente en Su provisión soberana.
En 2 Corintios 5:7 se nos dice que andamos no por las cosas que se ven ni por vista, sino por fe. Esto significa que todo es por fe. No debemos quejarnos, diciendo: “Desde que he estado sirviendo a tiempo completo, he recibido muy poco suministro”. No debemos murmurar de esta manera. Ya sea que recibamos mucho o poco, tenemos que confiar en Dios. Sin embargo, esto no significa que simplemente confiemos en Dios y dejemos de depender del amor y del cuidado de la iglesia y los santos, aun al punto que cuando alguien nos envía un donativo monetario, le devolvamos todo el dinero. Si obramos así, Dios no nos proveerá más, y el maná no descenderá más. Los santos nos proveen para nuestras necesidades porque nos aman; pero si creemos que ellos nos dan porque nos menosprecian y, por tanto, preferimos morirnos de hambre que aceptar su ofrenda, somos demasiado orgullosos. Si somos así, entonces Dios nos dejará morirnos de hambre. Puesto que rehusamos aceptar de los demás, Dios tampoco nos dará más. Esto es cierto. Así que, tenemos que ver este principio de dos aspectos.
Uno no debe murmurar, diciendo que puesto que para cubrir sus gastos mínimos requiere cientos de dólares y que sólo ha recibido unos cuantos dólares o menos de lo necesario para su sostenimiento (apenas lo suficiente para comprar una bebida para calmar la sed), que lo mejor es que le dé el dinero a alguien más. Si ésa es su actitud, Dios ve esto claramente y puede permitir que continúe recibiendo una cantidad que sólo alcanza para comprar una bebida. Por lo tanto, debemos aprender a tener fe y a no murmurar, confiando en la soberanía del Señor y creyendo que estamos en Sus manos y que vivimos para Él.
La estrofa 1 de la versión china de Himnos, #196 dice: “Cuando alguien rechaza todo el cebo terrenal / Y llega a vivir por Dios, / Las ilimitadas riquezas que recibe / Son indescriptibles”. Se cree que este himno fue escrito por Catherine Booth-Clibborn, la hija del fundador del Ejército de Salvación. Después de cantar este himno, no debemos decir: “¿Dónde están esas ‘riquezas ilimitadas’? Este himno más bien debería hablar de ‘riquezas limitadas’. ¿De qué sirve un dólar? No alcanza ni siquiera para pagar la tarifa del autobús. Un donativo de mil dólares sería algo más aceptable”. Creo que la autora de este himno a menudo debió de haber recibido unos cuantos peniques para su sustento, pero aun así tuvo una gran fe. Por lo tanto, debemos aprender a tener fe. No seamos orgullosos ni digamos: “No voy a depender de la iglesia ni de los santos; aprenderé a depender de Dios”. Depender de Dios en lo relacionado al suministro material es muy práctico, porque Dios es muy fidedigno. Sin embargo, debemos actuar apropiadamente y mantener una buena actitud. Para ello se requiere mucho aprendizaje.
(
Economía de Dios y el misterio de la transmisión de la Trinidad Divina, La, capítulo 9, por Witness Lee)