LA COINHERENCIA DEL PADRE, DEL HIJO
Y DEL ESPÍRITU
Aparentemente Juan 14:16-20, 23 y 26 son versículos fáciles de entender, pero en realidad contienen una verdad muy crucial. Estos pocos versículos nos presentan una clara revelación de los tres de la Trinidad Divina —el Padre, el Hijo y el Espíritu— al mostrarnos que los tres son coinherentes el uno en el otro y que son inseparables.
En Juan 14:10 el Señor dijo: “Yo estoy en el Padre, y el Padre está en Mí”, lo cual indica que Él y el Padre son coinherentes el uno en el otro. Sin embargo, en el versículo 16a Él dijo: “Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador”, aparentemente dando a entender que Él era una persona y el Padre, otra. Esto es difícil de entender. Al principio dijo que Él estaba en el Padre y el Padre estaba en Él, y después dijo que Él rogaría al Padre. ¿Qué quiso decir? ¿Cómo rogaría Él al Padre? ¿Acaso Él, quien es el Hijo en el Padre, rogaría al Padre? ¿O Él, quien es el Hijo, rogaría al Padre, quien está en el Hijo? Esto es muy difícil de explicar y nada fácil de entender. ¿Cómo puede el Hijo hacerle una pregunta a alguien, si la persona a quien le hace la pregunta está en el Hijo y el Hijo está en esa persona? Puesto que los dos —el Hijo y el Padre— ya estaban mezclados como una sola entidad, ¿cómo podía el Hijo hacerle una pregunta al Padre? Esto nos muestra que el Hijo y el Padre son dos y a la vez uno, y uno y a la vez dos.
“Otro Consolador”
En el versículo 16b el Señor añadió: “Y os dará otro Consolador”. Puesto que habría otro Consolador, esto significa que el Señor mismo, quien estaba con los discípulos en ese tiempo, era el primer Consolador. ¿Hay entonces dos Consoladores? El versículo 17 dice que el otro Consolador es “el Espíritu de realidad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque permanece con vosotros, y estará en vosotros”. El complemento le se refiere al “otro Consolador”. El Señor, quien hablaba estas palabras, era el primer Consolador, mientras que Aquel que permanecería con los discípulos y estaría en ellos era el otro Consolador, al cual se refiere el complemento le. No obstante, el versículo 18 dice: “No os dejaré huérfanos; vengo a vosotros”. Aquí les quisiera preguntar, cuando el Señor dijo que vendría a Sus discípulos, ¿qué quiso decir con la palabra vengo? ¿Estaba Él refiriéndose a Su segunda venida? Si fuera así, entonces Él los estaría dejando huérfanos. En ese caso, ¿cómo podía Él decir que no los dejaría huérfanos, sino que vendría a ellos? ¿A qué se refiere la palabra vengo?
Al comienzo del capítulo 14, el Señor Jesús les dijo a los discípulos: “Voy, pues, a preparar lugar para vosotros” (v. 2b). Esta ida se refiere a que el Señor iba a entrar en la muerte. Es por eso que los discípulos se entristecieron al escuchar esto. Debido a la tristeza de ellos, el Señor les dijo algo para consolarlos. En el versículo 18 el Señor parecía estar diciendo: “No estéis tristes, porque pronto después que Yo me vaya, vendré otra vez. Si me fuera y no regresara más, os dejaría como huérfanos. Pero no os dejaré como huérfanos, pues vengo a vosotros”. Muchos maestros del cristianismo piensan que la “venida” del versículo 18 se refiere a la segunda venida del Señor. Esto significaría que al menos dos mil años después de Su partida, Él todavía no ha regresado y nosotros seguimos esperando. Según esta interpretación, el Señor Jesús en efecto dejó huérfanos a los que han creído en Él. Este entendimiento no concuerda con lo que el Señor quiso decir en estos versículos.
El mundo no le verá más,
pero los que crean en Él le verán
En el versículo 19a el Señor explicó diciendo: “Todavía un poco, y el mundo no me verá más”. “Un poco” indica que la venida del Señor mencionada en el versículo 18 no podría suceder dos mil años más tarde y, por tanto, esto no se refiere a Su segunda venida. “El mundo no me verá más” implica que Él se haría invisible, es decir, sería transfigurado. Cuando estuvo en la tierra, Él era visible a las personas; independientemente de si creían en Él o no, si estaban a favor de Él o se oponían a Él, todos podían verle. Pero en breve Él sería transfigurado y se haría invisible al mundo. Sin embargo, el versículo 19b dice: “Pero vosotros me veis; porque Yo vivo, vosotros también viviréis”. Esto es muy maravilloso. ¿Por qué es que el mundo ya no le vería más, sino sólo aquellos que creen en Él? Es porque Él vive, y por tanto, todos los que creen en Él también vivirán.
La frase porque Yo vivo, vosotros también viviréis significa que el Señor vive con nosotros y nosotros con Él. Podemos ver en la revelación neotestamentaria que la frase Yo vivo se refiere a que el Señor vive en nosotros, y vosotros también viviréis se refiere a que nosotros vivimos en el Señor. Esto concuerda con lo que Pablo dijo: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (Gá. 2:20). Hoy en día Cristo vive en nosotros, y nosotros vivimos en Él. El mundo no lo ve más, pero nosotros le vemos, porque Él vive con nosotros; y no sólo eso, sino que Él vive en nosotros, y nosotros vivimos en Él. Aunque las personas no pueden verle físicamente, nosotros sí podemos verle en nuestro interior.
(
Economía de Dios y el misterio de la transmisión de la Trinidad Divina, La, capítulo 5, por Witness Lee)