LA IMPARTICIÓN DIVINA DE LA TRINIDAD DIVINA
¿Cómo se imparte Dios en nosotros? A fin de impartirse en nuestro ser, Dios tiene que ser triuno. El Dios Triuno se imparte mediante Su Trinidad Divina: el Padre, el Hijo y el Espíritu. Efesios es un libro que trata acerca de la impartición divina. A partir del capítulo 1, Pablo empieza a hablar acerca de esta impartición: primero tenemos la elección del Padre, luego la redención del Hijo y después la aplicación del Espíritu. El Padre es la fuente, y todas las riquezas se hallan en Él. El Hijo es la corporificación del Padre, y todo lo que el Padre es, tiene y puede hacer se halla corporificado en el Hijo. Además, el Hijo se hace real a nosotros como Espíritu. Por lo tanto, el Hijo viene como Padre, y el Espíritu entra en nosotros como Hijo. De este modo, cuando recibimos al Espíritu, recibimos también al Hijo y al Padre. La Trinidad Divina —el Padre, el Hijo y el Espíritu— es el medio por el cual Dios se imparte en nosotros.
Es por medio de la Trinidad Divina que Dios puede impartirse en todos aquellos que escogió, creó, llamó, redimió y regeneró. Por lo tanto, si queremos entender la economía de Dios, debemos conocer la Trinidad Divina en relación con la impartición divina. No podemos conocer la impartición divina sin conocer la Trinidad Divina. Es por eso que al final de 2 Corintios Pablo llegó a la siguiente conclusión, diciendo: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros” (13:14). Éste es Dios mismo que se imparte en nuestro ser mediante Su Trinidad Divina.
La Trinidad Divina lleva a cabo Su impartición divina mediante el Espíritu divino. Hoy todos debemos ser llenos de este Espíritu. Cuando somos llenos de este Espíritu, somos llenos del Dios Triuno. Tenemos un buen cuadro de esto en el Antiguo Testamento: la totalidad de tres generaciones de hombres: Abraham, Isaac y Jacob. De hecho, ésta es la mejor ilustración en cuanto a este asunto. En Éxodo 3:15 Dios dijo: “Jehová [...] el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob [...] Éste es Mi nombre”. Esto significa que Dios es Dios el Padre, Dios el Hijo y Dios el Espíritu. Como Dios el Padre, Él es la fuente, Aquel que planea, escoge, decide y ordena. Como Dios el Hijo, Él es el curso, Aquel que lleva a cabo el plan del Padre. Todo lo que necesitamos, Él lo ha logrado para nosotros. Debemos tomar medidas con respecto al pecado, el mundo, la carne, el yo corrupto, Satanás y todos nuestros problemas delante de Dios; no obstante, Él ya puso fin a todo esto por nosotros. Dios el Hijo fue a la cruz teniendo siete estatus: el Cordero, un hombre en la carne, el postrer Adán, el Primogénito de toda creación, la serpiente de bronce, el Pacificador y el grano de trigo. De este modo, Él efectuó una muerte todo-inclusiva y acabó con todos nuestros problemas. Luego, con las riquezas de todo lo que es y tiene, Él se hizo real a nosotros como Espíritu y ha entrado en nosotros para que participemos de toda la plenitud del Dios Triuno.
El coro de Himnos, #287 dice: “¡El Triuno Dios inagotable es!”. Este himno claramente explica cómo el Dios Triuno ha llegado a ser nuestra bendita porción y cómo Él se imparte en nosotros. En Efesios 3:8 el apóstol Pablo dijo: “A mí [...] me fue dada esta gracia de anunciar a los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo”. Aquí la palabra anunciar no sólo significa “predicar”, sino también “transmitir”. Esto significa que Pablo recibió una comisión de parte de Dios de transfundir las inescrutables riquezas de Cristo a los gentiles para que todos ellos tengan al Dios Triuno en su interior. De este modo, ellos podrían ser hechos miembros de Cristo y, en conjunto, el Cuerpo de Cristo (v. 6). La revelación de Efesios en cuanto al Cuerpo de Cristo y los miembros de Cristo es muy completa y detallada.
Las riquezas del Señor son ilimitadas. Él es una persona “sin padre, sin madre, sin genealogía; que ni tiene principio de días, ni fin de vida” (He. 7:3). Él es ilimitado e inconmensurable, y jamás podremos agotar nuestras palabras al hablar de Él. Puesto que Él es un Dios tan rico, Su economía es igualmente inescrutable. Él desea impartirse en aquellos que escogió, creó, llamó, redimió y regeneró, y lo hace mediante Su Trinidad Divina. La Trinidad Divina es simplemente Dios mismo. Dios mismo llegó a ser el medio por el cual se efectúa esta impartición. Hoy el Dios Triuno ya ha alcanzado Su consumación como Espíritu vivificante para impartirse en nuestro ser (1 Co. 15:45). Debemos contactarlo a Él diariamente y ejercitar nuestro espíritu constantemente para contactar a este Espíritu, participar de Él y tener comunión con Él. De este modo, todas las riquezas de la Trinidad Divina se transfundirán continuamente en nosotros para constituirnos el Cuerpo de Cristo. Entonces en el reino milenario seremos constituidos la Nueva Jerusalén en su etapa inicial, y finalmente en el cielo nuevo y la tierra nueva seremos constituidos la Nueva Jerusalén en su etapa de consumación por la eternidad. De este modo se cumplirá la economía de Dios.
(
Economía de Dios y el misterio de la transmisión de la Trinidad Divina, La, capítulo 2, por Witness Lee)