EL ESPÍRITU ES LA BUENA TIERRA
Pablo escribió la Epístola a los Gálatas antes de escribir Colosenses. En Gálatas 3:14 dice: “Para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por medio de la fe recibiésemos la promesa del Espíritu”. Algunos maestros cristianos creen que la bendición de Abraham se refiere a la justificación por la fe. Sin embargo, conforme al contexto, esta bendición debe de referirse a la buena tierra. La bendición que Dios prometió a Abraham en Génesis 12 fue la tierra. En Gálatas 3:14 Pablo relaciona la bendición de Abraham con la promesa del Espíritu, lo cual indica que la promesa dada a Abraham, la buena tierra, es el Espíritu. Por consiguiente, el Espíritu es la buena tierra.
En Gálatas 3:14 Pablo menciona al Espíritu. Esto debe recordarnos de Juan 7:39, que dice: “Pues aún no había el Espíritu, porque Jesús no había sido aún glorificado”. El Espíritu mencionado en Gálatas 3:14 y en Juan 7:39 es la expresión final y máxima del Dios Triuno. El Espíritu es un título especial que denota al Dios procesado. El Padre es la fuente. El Hijo de Dios, quien es el caudal, se encarnó, vivió en la tierra, fue crucificado, y al tercer día resucitó. La encarnación, la crucifixión y la resurrección son los distintos pasos de un proceso. En la resurrección, Cristo, el postrer Adán, fue hecho el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Según Juan 1:14, el Verbo, quien era Dios, se hizo carne. Conforme a 1 Corintios 15:45, el postrer Adán, Cristo, fue hecho el Espíritu vivificante. Muchos maestros cristianos argumentan que el Espíritu vivificante mencionado en este versículo no es el Espíritu Santo. Pero creer esto es creer que existen dos Espíritus que pueden dar vida: el Espíritu Santo y el Espíritu vivificante. No cabe duda de que el Espíritu vivificante es el mismo Espíritu Santo que da vida y, como tal, es la consumación final y máxima del Dios procesado. Este Espíritu es nada menos que el Cristo todo-inclusivo. Así como la buena tierra es un tipo completo de Cristo, y así como Cristo llegó a ser el Espíritu, de la misma manera el Espíritu, el Espíritu todo-inclusivo, quien es el Dios procesado, llega a ser finalmente la buena tierra para nosotros, los creyentes del Nuevo Testamento, como el cumplimiento de la promesa que Dios le hizo a Abraham, según la cual todas las naciones de la tierra serían benditas en él (Gn. 12:3).
Según Gálatas 3:14, la promesa es la promesa del Espíritu. Pero Gálatas 3:16 dice que las promesas le fueron hechas a la simiente o descendencia de Abraham, que es Cristo. Es difícil reconciliar estos versículos. Por una parte, el Espíritu es el Cristo todo-inclusivo; por otra, esta promesa, este Espíritu, fue dada a Cristo, quien es la simiente. Aunque es difícil explicar esto doctrinalmente, es bastante fácil entenderlo de acuerdo con nuestra experiencia. Cuando creímos en el Señor Jesús, lo recibimos como la simiente o semilla, es decir, como la vida. Sin embargo, dicha simiente es el Espíritu vivificante y todo-inclusivo, quien es la realidad de la buena tierra. Esto significa que el Cristo que recibimos como la simiente es el Espíritu que es tipificado por la buena tierra. Cristo entró en nosotros como la semilla, pero a medida que vivimos por Él, Él se convierte en la tierra, que es nuestra porción.
(Estudio-vida de Colosenses, capítulo 6, por Witness Lee)