Estudio-vida de Colosenses, por Witness Lee

VIVIR A CRISTO Y ATESORAR LA ESPERANZA

La razón por la que podemos amar a aquellos que por naturaleza nunca podríamos amar, es que tenemos una esperanza que nos está siendo reservada en los cielos. Si yo fuera el escritor de Colosenses, habría dicho “por causa de la esperanza en los cielos”. Sin embargo, Pablo incluyó las palabras “que os está guardada”. En realidad, la frase “la esperanza que os está guardada en los cielos” es muy subjetiva, pues tiene mucho que ver con nuestro diario vivir. De acuerdo con el contexto, el hecho de atesorar esperanza en los cielos tiene mucho que ver con la manera en que vivamos hoy. Cuanto más amemos a los santos, más esperanza nos será guardada en los cielos. Sin embargo, si no amamos a los santos, tendremos muy poca esperanza reservada para nosotros.

Supongamos que un hermano ama a todos los santos, sin tomar en consideración la nacionalidad o el trasfondo cultural de ellos; mientras que otro los ama selectivamente, de acuerdo con su gusto y preferencia. El uno ama a todos los que tienen fe en Cristo, mientras que el otro ama solamente a un grupo selecto de santos. Cuando el Señor Jesús venga, ¿cuál de los dos tendrá una mayor esperanza? Ciertamente será aquél que ame a todos los santos. Esto indica que la medida de la esperanza que Cristo sea para nosotros en el futuro, dependerá de cuánto le vivamos hoy.

Cuanto más vivamos a Cristo hoy, más esperanza nos será guardada en los cielos para nuestra glorificación. Pero si no vivimos a Cristo día tras día, Cristo ciertamente estará allí en los cielos, pero no nos será reservado como nuestra gloria. Por ejemplo, si usted deposita en el banco cierta cantidad de dinero que haya ganado, tendrá ciertos ahorros en su cuenta bancaria. Pero si usted se descuida y deja de ganar dinero, y no tiene nada que depositar en el banco, no tendrá ningún ahorro. Bajo este mismo principio, la cantidad de esperanza que nos sea reservada en los cielos, dependerá de la medida en que vivamos a Cristo hoy. Por tanto, debemos amar a los santos sin parcialidad, por causa de Aquel que es nuestra esperanza. Al vivir así, atesoramos para nosotros esperanza en los cielos.

Pablo parecía estar diciendo en su epístola: “Queridos colosenses, si vosotros seguís las observancias judías o los preceptos gentiles, no guardaréis ninguna esperanza para vosotros en los cielos. Para ello, necesitáis vivir por Cristo. Un día, Cristo, quien es vuestra vida, aparecerá en gloria. Ahora, tanto Él como vosotros estáis escondidos en Dios, y Él es vuestra vida interior. No obstante, Él será manifestado en gloria, y vosotros seréis manifestados juntamente con Él. Sin embargo, debo advertiros de la importancia de vivir por Cristo hoy”.

Efectivamente, Pablo dice en Filipenses 3:4 que Cristo es nuestra vida y que cuando Cristo se manifieste, nosotros seremos manifestados con Él en gloria. Pero supongamos que, en lugar de vivir por Él, viviéramos regidos por el yo y por nuestras preferencias, amando sólo a los santos que nos caen bien. Amar a los santos de una manera selectiva es vivir por el yo, y no por Cristo. Y si vivimos de esta manera, no estaremos contentos cuando el Señor Jesucristo se manifieste en gloria. Repito que la medida en que disfrutemos a Cristo como nuestra esperanza de gloria, dependerá de la medida en la que le expresemos hoy en nuestro vivir. Por tanto, el hecho de atesorar esperanza en los cielos, depende de nuestro vivir actual.

Si vivimos a Cristo y somos uno con Él, debemos ser capaces de decir: “Señor Jesús, te amo, y te tomo como mi vida y como mi persona. Señor, quiero estar contigo en Tu gloria y verte cara a cara. Quiero disfrutar de Tu presencia, incluso de Tu presencia física, de una manera práctica. Señor, éste es mi anhelo y esperanza”. Si usted ora al Señor de esta manera cada día, se sentirá muy feliz cuando Él regrese.

Pero supongamos que a usted no le preocupa el Señor ni tiene contacto con Él. Tal vez no peque ni lleve una vida mundana, pero vive continuamente en el yo. Puede ser que sienta respeto hacia el Señor Jesús por ser el Salvador y el Señor, pero es posible que aunque usted lo honre, Él no sea tan querido y precioso para usted, y que no tenga comunión íntima con Él, ni le viva ni le tome como su persona. Si ésta es la vida que usted lleva con respecto al Señor, ¿cree que estará lleno de emoción y dará gritos de alabanza cuando Él regrese? ¡Por supuesto que no! Por el contrario, usted, se alejará de Él avergonzado. El regreso de Cristo será glorioso para usted de acuerdo con la medida de esperanza que haya depositado en los cielos, al vivir a Cristo hoy.

(Estudio-vida de Colosenses, capítulo 2, por Witness Lee)