LA TIERRA PROMETIDA
Según el libro de Génesis, antes del llamamiento de Abraham no hubo ninguna promesa que implicara bendición o deleite. Por supuesto, en Génesis 3:15 tenemos la promesa de que la simiente de la mujer aplastaría la cabeza de la serpiente. Sin embargo, esta promesa no implica bendición ni disfrute. En los capítulos del cuatro al once de Génesis no hay ningún relato de la promesa de bendición. Dicha promesa se menciona por primera vez en Génesis 12, cuando Dios llamó a Abraham a salir de su tierra y de su parentela. Aquí el Señor menciona específicamente la tierra (Gn. 12:1).
Quizás conozcamos la historia de Abraham y demos por sentado que entendemos todo lo relacionado al respecto. Así que, al leer acerca del llamamiento que Dios le hizo a Abraham y de las promesas que le dio, es posible que nada nos llame la atención. Por lo tanto, cuando leemos acerca de la tierra, no recibimos ninguna impresión de la importancia que ella tiene. Pero si leemos la Biblia detenidamente, ciertamente descubriremos que la promesa que Dios le hizo a Abraham en cuanto a la tierra es significativa y de suma importancia. Esta promesa hecha en Génesis es como una semilla que crece y se desarrolla a lo largo de todo el Antiguo Testamento. De hecho, podría decirse que, salvo los primeros once capítulos de Génesis, todo el Antiguo Testamento es un relato sobre la tierra de Canaán. El tema del Antiguo Testamento es la buena tierra, la cual fluye leche y miel. No obstante, muy pocos cristianos prestan la debida atención a este asunto.
Durante el tiempo que estuve en la asamblea de los Hermanos, fui animado a estudiar la tipología y las profecías bíblicas. Sin embargo, nadie trajo a mi atención tres asuntos importantes y, por tanto, no obtuve ayuda en cuanto a ellos. El primero de estos asuntos fue la creación del hombre conforme a la imagen y semejanza de Dios, junto con el mandato divino de ejercer señorío; en segundo lugar, el árbol de la vida, el río con los materiales preciosos y la novia que es edificada a partir de la costilla de Adán; y en tercer lugar, la promesa de la buena tierra. Sólo después de varios años de ser cristiano, empecé a centrar mi atención en estos temas. Los que han escuchado mis mensajes por mucho tiempo, saben que, de una u otra forma, siempre tratan de estos temas.
La promesa que Dios le hizo a Abraham con respecto a la buena tierra es muy significativa. Cuando Pablo escribía la Epístola a los Colosenses y hablaba acerca de la porción de los santos, sin lugar a dudas tenía en mente la repartición de la buena tierra entre los hijos de Israel, según se narra en el Antiguo Testamento. La palabra griega traducida “porción” en 1:12 también podría traducirse “lote”. Pablo empleó este término usando como trasfondo el relato del Antiguo Testamento acerca de la tierra. Dios le dio a Su pueblo escogido, a los hijos de Israel, la buena tierra por heredad, para que ellos la disfrutaran. Dicha tierra representaba todo para ellos. De hecho, aun en la actualidad, la tierra sigue siendo un asunto crucial en el Medio Oriente. El problema que persiste hoy en día en el Medio Oriente, tocante a Israel y a las naciones vecinas, gira en torno a la tierra.
(Estudio-vida de Colosenses, capítulo 6, por Witness Lee)