Gran misterio: Cristo y la iglesia, El, por Witness Lee

EL HOMBRE TIENE UN ESPÍRITU

Algunos dicen que la personalidad del hombre es la parte más profunda de su ser, pero según la Biblia, la parte más profunda del hombre es el espíritu humano (Zac. 12:1; Job 32:8). Entre todas las criaturas creadas por Dios, sólo el hombre tiene un espíritu. Ninguna otra criatura viviente tiene un espíritu. El hombre es diferente de las otras criaturas porque tiene un espíritu.

La Biblia dice que cuando Dios creó al hombre le formó un espíritu humano. Dios creó al hombre de manera diferente de cómo creó a los animales y las plantas, porque Dios hizo al hombre a Su propia imagen. La imagen de Dios es un misterio. Él es invisible para el hombre. No obstante, Génesis 1 dice que Dios hizo al hombre a Su propia imagen (vs. 26-27). Otros libros de la Biblia revelan que la imagen de Dios no se relaciona con una forma visible ni tangible, sino con lo que Él es, con Su naturaleza.

Podemos enumerar muchas cosas de lo que Dios es, tales como amor, luz, santidad y justicia. Las leyes europeas y estadounidenses se basan principalmente en los Diez Mandamientos que Dios dio en Éxodo 20, los cuales revelan que Dios es amor, luz, santidad y justicia. Las leyes que una persona hace son una expresión de ella. Los Diez Mandamientos fueron promulgados por Dios, así que éstos muestran que Dios es amor, luz, santidad y justicia. En esto consiste la imagen de Dios. La imagen de Dios es lo que Él es. Dios creó al hombre según lo que Él mismo es. Dios es amor, luz, santidad y justicia, así que Él creó al hombre con estas virtudes. Para Dios estas virtudes son Su realidad, Sus atributos, mientras que para nosotros éstas son Su imagen.

Un guante es hecho según la forma de una mano para que pueda contener la mano. Un guante tiene la forma y la imagen de una mano, pero no es la realidad de ella. Por ejemplo, la bondad y la veracidad son virtudes humanas, pero en el hombre estas virtudes son limitadas porque son meramente la imagen de Dios en el hombre, y no la realidad de Dios. La intención de Dios es entrar en el hombre para ser la realidad de estas virtudes. Los seguidores de Confucio hablan del desarrollo y magnificación de la virtud brillante, pero la Biblia dice que Dios es el Creador, la fuente, de toda virtud y que Él es la realidad de toda virtud. Por tanto, el hombre tiene que recibir a Dios como su contenido, realidad y vida, de modo que Dios pueda expresar Sus atributos en las virtudes del hombre y por medio de ellas. Nuestras virtudes humanas se pueden comparar con un guante; los atributos de Dios se pueden comparar con una mano. Nuestras virtudes humanas deberían contener y expresar los atributos de Dios.

En cada etapa de la vida humana, las personas testifican que se sienten vacías y vanas; ellos tienen una sensación de vaciedad. No importa cuántos logros alcancen ni las cosas que realicen, siguen sintiéndose vacíos y vanos, y deseosos de ser llenos. Son como un guante vacío que no cumple su propósito, porque no contiene una mano.

Hay unos cuantos casos que pueden probar que el hombre tiene un espíritu. Por ejemplo, el cuerpo tiene deseos por muchas cosas, y las inclinaciones concupiscentes de una persona resultan en numerosas caídas. Cuando una persona actúa según sus concupiscencias, su voluntad lo desaprueba y trata de restringirle. Los chinos metafísicos llaman a esto “la batalla entre la razón y la concupiscencia”. Pablo expuso esto en Romanos 7, y su exposición es mucho más clara que las enseñanzas de los metafísicos. Pablo dice que él quería hacer el bien, pero que al tratar de hacer el bien, halló que en sus miembros había una ley del pecado (v. 23). El querer hacer el bien es lo que los chinos metafísicos conocen como “razón”. El uso que le dan a la palabra razón se refiere a la ley natural que está en nosotros y que quiere hacer el bien. Dios creó al hombre con una ley natural que se relaciona con la voluntad de hacer el bien. Desde que una persona nace tiene el deseo de hacer el bien. Ésta es una ley interior. Sin embargo, la concupiscencia del hombre lucha contra esta ley. Aquellos que son de voluntad fuerte podrían vencer sus concupiscencias por cierto tiempo, pero quienes tienen una voluntad débil caen rápidamente. Cuando el hombre cae, algo que está en lo profundo de su ser, que la Biblia llama el espíritu humano, lo censura y condena con frecuencia.

Cuando los chinos de la antigüedad se referían al espíritu humano como la virtud brillante y como el conocimiento innato del bien y la capacidad innata de hacer el bien, ellos se estaban refiriendo a la conciencia. El hombre puede seguir el camino de sus concupiscencias, y su voluntad puede ser débil y fracasar, pero algo en la parte más profunda de su ser lo censurará y condenará. Aun el hombre que va en pos de sus malos deseos tiene algo en lo profundo de su ser que nunca puede ser vencido. La parte más profunda del hombre es su espíritu (1 Ts. 5:23; He. 4:12).

El espíritu humano está relacionado con la expresión de la imagen de Dios. Juan 4:24 dice: “Dios es Espíritu”. Cuando Dios creó al hombre, Él formó un espíritu dentro del hombre (Zac. 12:1). Todos los atributos de Dios se hallan en el espíritu humano regenerado de los creyentes porque Dios es el contenido del espíritu humano regenerado. Cuanto más una persona sigue sus concupiscencias, más vulgar se vuelve; es posible que incluso llegue a ser como un animal. Por el contrario, cuanto más una persona sigue su conciencia, más noble se vuelve. Una persona que sigue su conciencia, o su conocimiento del bien, pertenece a la clase más elevada de la humanidad. Esto comprueba que hay un espíritu dentro del hombre. Además de las emociones, las concupiscencias y una voluntad, también hay un espíritu dentro del hombre.

Más aún, el hombre tiene necesidades materiales y psicológicas. Una persona que tiene alimento y vestido en abundancia, aun así puede tener la necesidad de recibir consuelo y satisfacción psicológicos. Si las necesidades psicológicas de una persona son satisfechas, puede ser que él descubra que tiene otra necesidad, otro sentir de insatisfacción, en la parte más profunda de su ser. Esta necesidad va más allá de lo material y lo psicológico, y no puede ser satisfecha por la comida, el vestido, el consuelo ni la diversión. Esta necesidad proviene de la parte más profunda del hombre: el espíritu. Sólo Dios puede satisfacer esta parte. La comida, como la carne de res, el pollo o el pan, no puede saciar la sed del hombre; sólo el agua puede saciar su sed. Cuando él bebe agua, se siente refrescado interiormente y su sed es saciada. La necesidad que existe en la parte más profunda del ser humano no se puede suplir con las cosas materiales, ni puede satisfacerse con el consuelo psicológico ni la diversión. Sólo Dios puede satisfacer esta necesidad. Creo que todo ser humano siente en la parte más profunda de su ser que necesita a Dios. Durante más de seis mil años de la historia de la humanidad, los hombres en todo el mundo han adorado a Dios, pero ningún perro ni mono ha construido alguna vez un templo de adoración. La historia de la humanidad muestra que sin importar el linaje, la edad o el nivel social, el hombre desea adorar a Dios.

En 1953 estuve en Filipinas, y leí en el periódico un artículo acerca de Beria, un líder de la Unión Soviética, quien fracasó en una lucha por el poder y fue sentenciado a muerte. Antes de su ejecución, le preguntaron si él quería algo. Sorprendentemente, Beria pidió una Biblia, la tomó y se puso a orar. Antes de su ejecución, este alto dirigente que había asesinado a innumerables personas en un país ateo, supo que necesitaba a Dios. Hay un refrán chino que dice: “Las últimas palabras de un moribundo son palabras buenas”; esto alude a la obra de la conciencia. Dentro del hombre hay una necesidad, pero él no la percibe cuando está ocupado. Sin embargo, cuando tiene éxito, recibe este convencimiento, o cuando él está a punto de morir, esta necesidad aflora y el hombre la percibe.

(Gran misterio: Cristo y la iglesia, El, capítulo 13, por Witness Lee)