EL MISTERIO OCULTO EN EFESIOS 6
ES EL ESPÍRITU
Todo el que lee la Biblia sabe que Efesios 6 hace énfasis en toda la armadura de Dios. La iglesia no solamente es el Cuerpo, el nuevo hombre y la novia, el complemento de Cristo; la iglesia es también el guerrero. Para con Cristo la iglesia es el nuevo hombre; pero para con Satanás, la iglesia es el guerrero. A fin de pelear contra Satanás, la iglesia debe vestirse de toda la armadura de Dios. Vestirnos de esta armadura implica seis asuntos: debemos ceñirnos los lomos con la verdad, vestirnos con la coraza de justicia, calzarnos los pies con el firme cimiento del evangelio de la paz, tomar el escudo de la fe, recibir el yelmo de la salvación y recibir la espada del Espíritu (vs. 14-17). Los primeros cinco nos dan protección; el último, la espada se usa para conducir la ofensiva. Esta espada es llamada la espada del Espíritu, el cual es la palabra de Dios.
Para los que leen la Biblia es fácil ver estos cinco asuntos. Sin embargo, la clave del capítulo 6 es el Espíritu, y no estos asuntos. Si la palabra mencionada en el capítulo 5 no llegara a ser el Espíritu del capítulo 6, no tendríamos manera de disfrutar a Cristo. Sin el Espíritu, nosotros, la Biblia y Cristo estamos separados. Sin el Espíritu, ni Cristo ni la Biblia son uno, ni tampoco nosotros y la Biblia somos uno. Cristo, la Biblia y nosotros no podemos estar unidos aparte del Espíritu; estamos separados. El Espíritu es quien une a Cristo y la Biblia como uno solo, y el Espíritu es quien une a nosotros y la Biblia como uno solo. Podemos comparar al Espíritu con la corriente eléctrica que circula en un gran edificio, a la cual están conectados muchos aparatos. La corriente eléctrica es el vínculo, el factor de unión, de todos los aparatos. De igual modo, Cristo, la Biblia y la iglesia no están vinculados aparte del Espíritu. Cuando el Espíritu viene, el Espíritu no sólo está en Cristo y en la Biblia, sino también en la iglesia. El Espíritu une a Cristo, la Biblia y a la iglesia como una sola entidad. El Espíritu hace que la iglesia experimente las riquezas de Cristo y que éstas lleguen a ser el contenido de la iglesia.
(Gran misterio: Cristo y la iglesia, El, capítulo 8, por Witness Lee)