EL MISTERIO PROFUNDO OCULTO
EN COLOSENSES Y EFESIOS
Los eruditos de la Biblia saben que en el Nuevo Testamento hay un libro que se centra en Cristo y otro libro que se centra en la iglesia. Sin embargo, la mayoría de la gente se conforma únicamente con esta revelación; no miran el misterio profundo oculto en estos dos libros.
Debido a que desde temprana edad me enseñaron que Colosenses trata de Cristo y que Efesios trata de la iglesia, leí estos dos libros desde esta perspectiva. Aun cuando leí estos libros muchas veces e incluso dividí sus versículos en secciones, sólo vi la revelación que estaba en la superficie; no percibí ningún misterio profundo. En mi estudio no mencioné la palabra misterio, porque no lo vi. Aunque vi muchos puntos cruciales en estos dos libros, tales como la elección y la predestinación por parte del Padre, el hecho de ser salvos por gracia y de que nos vestimos de toda la armadura de Dios, no vi el misterio.
Como le sucede a la mayoría, tenemos un problema común: cuando leemos un libro, vemos y entendemos rápidamente lo que ya sabemos, pero no vemos ni aprehendemos lo que desconocemos. La razón por la que no vemos ni entendemos la palabra misterio es que no estamos familiarizados con éste. Para leer un libro con velocidad, por ejemplo, una persona debe estar familiarizada con el material; de lo contrario, le será difícil leer una sola oración.
Efesios trata de que la iglesia es el misterio de Cristo, pero las personas han leído este libro muchas veces y no han visto que la iglesia es el misterio de Cristo. Antes bien, ven que los esposos necesitan amar a sus esposas y que las casadas deben estar sujetas a sus propios maridos (5:25, 22). Es sorprendente ver que las hermanas no ven que dice: “Las casadas estén sujetas a sus propios maridos”; en vez de ello, les impresiona la frase: “Maridos, amad a vuestras mujeres”. Toda hermana dice un “amén” cuando lee Efesios 5:25; ellas oran por su esposo según este versículo. Es igualmente increíble que cuando los hermanos leen Efesios 5, quedan impresionados con las palabras: “Las casadas estén sujetas a sus propios maridos” (v. 22). Todo hermano dice un “amén” a este versículo, e incluso ora: “Señor, gracias por darnos esta palabra. Por favor, ilumina a mi esposa para que vea que necesita someterse”. No obstante, Efesios 5 tiene que ver con un misterio: “Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia” (v. 32). Dado que esta palabra no figura en los conceptos de los hermanos ni de las hermanas, ellos no la ven.
Resulta fácil ver la revelación que está en la superficie, pero es difícil percibir el misterio profundo. Si el Señor no tuviera misericordia de nosotros para darnos un corazón sincero y la disposición de pagar el precio, pasaríamos nuestra vida entera como cristianos superficiales que sólo conocen la revelación hallada en la superficie. La revelación que se halla en la superficie no puede cumplir la intención de Dios. Su intención recae en el misterio profundo. Cerca de dos mil años atrás el Señor dijo: “Vengo pronto” (Ap. 22:20), pero Él aún no ha venido. Esto es evidencia de que Su deseo aún no se ha cumplido. Durante los últimos dos mil años han sido salvos millones de personas que aman al Señor, leen la Biblia y conocen la revelación que se halla en la superficie. Pero según la historia de la iglesia, pocos creyentes han visto este misterio profundo. Por tanto, el Señor sigue esperando. El Señor no desea que demos más mensajes acerca de la revelación hallada en la superficie; por tanto, dejamos de darlos ya hace más de cuarenta años. No estoy siendo orgulloso al decir que tengo mucho qué exponer acerca de las profecías y tipologías, pero por cuarenta años no he tenido la carga de hablar sobre estas cosas. En vez de ello, he hablado en cuanto a estos dos misterios: el misterio de Dios y el misterio de Cristo. Si no hablo acerca de estos dos misterios, no tengo nada que decir.
En el Occidente a los cristianos les agrada el libro de Salmos; por tanto, cuando se publica el Nuevo Testamento en el Occidente, el libro de Salmos está incluido al final. El Nuevo Testamento que se publica en la China incluye Salmos y Proverbios. Los chinos aman el libro de Proverbios más que el de Salmos, porque ellos aman las máximas, y Proverbios es un libro de máximas. Si yo publicara el Nuevo Testamento, no incluiría ni Salmos ni Proverbios. Mejor imprimiría Colosenses y Efesios en un tamaño de letra muy grande y usaría una letra más pequeña para los demás libros. Además, Colosenses aparecería en color rojo, y Efesios en color verde; el rojo se refiere a Cristo, y el verde a la iglesia. También resaltaría la palabra misterio cada vez que apareciera en estos dos libros. Sin embargo, los versículos de Efesios que se relacionan con la ética y la moralidad, tales como el que los esposos deban amar a sus esposas y el que las casadas deban estar sujetas a sus propios maridos, los mandaría a imprimir en letras del mismo tamaño que un bosquejo. Necesitamos una Biblia en la que se indique claramente el principio, el final, los énfasis y los puntos secundarios. La mayor parte de la gente está confundida con respecto al principio, el final, los énfasis y los puntos secundarios hallados en la Biblia. Por esta razón, es necesario corregir nuestros conceptos.
Quizás algunos digan que siendo un maestro de la Biblia cometo un error al no hablar de ética ni de moralidad. Sin embargo, yo diría que la gente tiene un entendimiento erróneo de la moralidad. El amor es la máxima expresión de la moralidad; el amor es la primera virtud. La Biblia dice que Dios es amor (1 Jn. 4:8). Por tanto, la verdadera moralidad es Dios. El hombre tiene valores morales porque es hecho a la imagen de Dios (Gn. 1:26). Dios es amor, y el amor es la imagen de Dios. De hecho, toda virtud no es sino Dios mismo. Sin Dios, todas las virtudes son como una cáscara que no tiene contenido. Solamente Dios es la realidad de la moralidad.
Confucio dijo que el camino al gran aprendizaje consiste en desarrollar la virtud brillante. Esto indica que la moralidad más alta es el desarrollo de la virtud brillante. La virtud brillante de Confucio equivale a la conciencia que Dios creó dentro del hombre. Dar a conocer la conciencia y magnificarla equivale a desarrollar la virtud brillante, es decir, desarrollar la virtud brillante equivale a magnificar el conocimiento innato del bien y la capacidad innata de hacer el bien. El conocimiento innato del bien y la capacidad innata de hacer el bien fueron creados por Dios en el interior del hombre. Sin embargo, son solamente una imagen, así como un guante está hecho según la imagen de una mano. No son sino un guante, y sólo Dios puede ser su contenido. Dios es la “mano” que debe entrar en el hombre. Confucio no conocía esta revelación. Él no sabía que si una persona no es salva, su conciencia carece de un verdadero contenido, está vacía y no puede desarrollarse.
(
Gran misterio: Cristo y la iglesia, El, capítulo 3, por Witness Lee)