LA IGLESIA ES EL NUEVO HOMBRE
QUE TIENE A CRISTO COMO SU PERSONA
Cuando todos los miembros del Cuerpo son juntamente edificados, el Cuerpo llega a ser el nuevo hombre. La iglesia no solamente es el Cuerpo de Cristo, sino también el nuevo hombre. Un cuerpo necesita vida; si no tiene vida no es un cuerpo. Sin embargo, un hombre no sólo necesita vida, sino también su persona. La iglesia es el Cuerpo de Cristo y también el nuevo hombre. Como Cuerpo, la iglesia toma a Cristo como su vida; como el nuevo hombre, la iglesia toma a Cristo como su persona. La manifestación del nuevo hombre depende de que los creyentes tomen a Cristo como su persona.
Efesios 4:22-24 dice: “Que en cuanto a la pasada manera de vivir, os despojéis del viejo hombre, que se va corrompiendo conforme a las pasiones del engaño, y os renovéis en el espíritu de vuestra mente, y os vistáis del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la realidad”. El secreto de despojarse del viejo hombre y vestirse del nuevo conlleva un cambio de personas. En el pasado vivíamos en nuestro viejo hombre, pero ahora tenemos que vivir en el nuevo hombre. Por tanto, no sólo debe haber un crecimiento, sino también un cambio de personas. A fin de ser renovados, debemos permitir que el elemento de Dios aumente en nosotros a diario, y también necesitamos que diariamente ocurra un cambio de personas. En el Nuevo Testamento, ser renovados denota ser transformados. Cuando somos renovados, somos transformados. Esto no consiste en una corrección externa de nuestro carácter, sino en la transformación de nuestro ser interior hasta que tengamos la misma imagen del Señor por dentro y por fuera.
El versículo 22 dice que el viejo hombre “se va corrompiendo conforme a las pasiones del engaño”. En griego la palabra traducida “engaño” es un sustantivo, y no un verbo. Hay algo que se llama engaño. La vieja creación se va corrompiendo conforme a las pasiones del engaño. El versículo 24 dice que el nuevo hombre fue “creado según Dios en la justicia y santidad de la realidad”. En griego las palabras traducidas “engaño” y “realidad” están personificadas. Engaño se refiere a Satanás; realidad se refiere a Dios. Satanás, que se llama engaño, es la persona en nuestro viejo hombre y Dios, quien es la realidad, es la persona en nuestro nuevo hombre. Satanás es el engaño, pero Dios es la realidad. Todo lo que hacemos cuando vivimos en el viejo hombre es engañoso, pues el engaño es nuestra persona. Sin embargo, nuestra persona ha cambiado. El Señor es nuestra nueva persona, y Él es Dios. Él es la realidad, en la cual se hallan la justicia y la santidad. La justicia se refiere a estar bien con Dios y con el hombre en todas las cosas, sin que haya nada injusto, indebido o inapropiado. La santidad denota ser igual a Dios en naturaleza y ser completamente separado de todo lo común, esto es, de todo lo que no sea Dios. Por tanto, la iglesia no sólo es el Cuerpo de Cristo; la iglesia también es el nuevo hombre que toma a Cristo como su persona.
Hay tres puntos cruciales en Efesios 4. Primero, la iglesia es un solo Cuerpo mezclado con el Dios Triuno: el Padre, el Hijo y el Espíritu. Segundo, el Cuerpo está siendo edificado mediante el crecimiento en vida, lo cual depende del aumento de Dios dentro de los miembros. Tercero, el Cuerpo crece, es edificado y vive por otra persona a fin de llegar a ser el nuevo hombre, que tiene la imagen del Señor con la cual ha de expresarle.
(
Gran misterio: Cristo y la iglesia, El, capítulo 6, por Witness Lee)