EL LAVAMIENTO DEL AGUA EN LA PALABRA
En este capítulo llegamos a Efesios 5. La clave para experimentar el capítulo 5 es la frase el lavamiento del agua en la palabra (v. 26). Esta frase extraordinaria contiene tres elementos: el lavamiento, el agua y la palabra. La mente humana natural no puede entender estos elementos, pero son cruciales en la vida de iglesia. A fin de tener una vida de iglesia apropiada, tenemos que experimentar el lavamiento del agua en la palabra.
El lavamiento del agua en la palabra no es lo mismo que la limpieza de la sangre de Cristo. La sangre de Cristo nos limpia de nuestros pecados. La sangre lava nuestros actos pecaminosos, nuestra inmundicia, pero el lavamiento del agua en la palabra trata nuestras manchas y arrugas. Las manchas son las cicatrices producidas por las heridas, y las arrugas son señales de vejez. Al comienzo de la vida de iglesia en una localidad, la iglesia es fresca y joven; no tiene manchas ni arrugas. Sin embargo, después de cierto tiempo le comienzan a aparecer las arrugas porque la iglesia “envejece” poco a poco, y las manchas aparecen porque la iglesia ha sufrido heridas y tiene cicatrices.
La sangre nos lava de nuestros pecados, pero el agua en la palabra quita con el lavamiento nuestras manchas y arrugas. El lavamiento del agua en la palabra no es externo sino interno. Si mi cara está sucia, sólo debo lavármela y estaré limpio. Sin embargo, si mi rostro tiene arrugas, aun si me lavo con el mejor jabón, éstas permanecerán. La mejor manera de remover las arrugas es volvernos jóvenes. Tenemos arrugas porque somos viejos. Si pudiéramos rejuvenecernos, las arrugas espontáneamente desaparecerían.
Si queremos ser jóvenes, necesitamos un buen metabolismo. Nuestro metabolismo depende de lo que comemos y bebemos. Si comemos alimentos nutritivos, asimilaremos más nutrientes, y éstos lavarán nuestra vejez. Si no comemos por tres días, empezaremos a marchitarnos y a decaer, pero si comemos alimentos nutritivos, los nutrientes presentes en los alimentos reemplazarán nuestra vejez. Dichos nutrientes causan un lavamiento metabólico en nuestro interior.
Asimismo, a fin de que un cristiano crezca cada día, debe comer el alimento espiritual, esto es, la palabra de Dios. Las palabras de la Biblia son nuestro alimento espiritual. En Mateo 4:4 el Señor Jesús dijo: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. La palabra de Dios, esto es, la palabra que sale de la boca de Dios, es nuestra comida espiritual. Deberíamos comer las palabras de la Biblia no sólo una vez al día, sino muchas veces al día. Comemos comida física más de una vez al día. Asimismo, cuanto más comamos el alimento espiritual, mejor. Algunos creyentes leen la Biblia una vez al día. Esto es mejor que no leer la Biblia, pero no es suficiente. Es preferible leer, o sea comer, cinco veces al día: en la mañana, al mediodía, en la tarde, al anochecer y más tarde en la noche. Tal vez algunos digan que no tienen tiempo para leer la Biblia con tanta frecuencia; sin embargo, si ellos estuviesen dispuestos a reservar tiempos específicos para leer la Biblia, podrían hacerlo de esa manera. Tomar un refrigerio por la tarde me lleva tres minutos y medio. Cuando me como alguna fruta y tomo una taza de agua, me siento revitalizado y mi fortaleza es restaurada. Si tenemos la voluntad de dedicar tres minutos y medio a disfrutar la Palabra del Señor, nuestras fuerzas serán renovadas.
Algunos quieren disfrutar la Palabra del Señor, pero no recuerdan ningún versículo. Por tanto, lo mejor es tener una Biblia de bolsillo. Cuando tenía unos veinte años de edad, tomé una Biblia y la separé según sus libros, y de cada uno hice pequeños libritos. Los llevaba conmigo al trabajo y leía algunos versículos durante mi tiempo de receso. Invertía menos de cinco minutos para hacer una “merienda” de la Palabra. Todos podemos practicar esto. Desde entonces he memorizado muchos versículos. He memorizado casi todo el libro de Efesios, y conozco el contenido y los puntos cruciales de cada capítulo.
A veces cuando cierro mis ojos por la tarde, el agua en la Palabra del Señor me lava, me santifica, me sustenta y me cuida con ternura. En ocasiones dedico unos minutos, no para leer la Palabra del Señor, sino para orar. Otras veces medito en alguna sección de la Palabra del Señor mientras doy una caminata. Esto es una “merienda”. Si me despierto de madrugada y no puedo volver a dormir, hago una merienda de algún pasaje de la Palabra del Señor. Este mensaje es el resultado de haber comido Efesios 5 en la mañana. En otras palabras, hablo de lo que he comido. No puedo contar cuántas veces al día como la Palabra del Señor. A veces la como más de diez veces. Todos deberíamos hacer lo mismo y diariamente comer la Palabra del Señor de modo suficiente a fin de ser abastecidos y lavados por el Señor.
En la Palabra del Señor hay agua. Esta agua alude al suministro de vida, al fluir de la vida divina. Cuando los hijos de Israel estaban en el desierto, fueron abastecidos por el agua que fluyó de la roca herida (Éx. 17:6). Esta agua representa la vida divina. En Juan 4 el Señor Jesús dijo a la mujer samaritana: “Todo el que beba de esta agua, volverá a tener sed; mas el que beba del agua que Yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que Yo le daré será en él una fuente de agua que brote para vida eterna” (vs. 13-14). En 7:37-38 el Señor Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: “Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba. El que cree en Mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva”. El versículo siguiente dice: “Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en Él” (v. 39). Estos versículos indican que el agua viva es el Espíritu. En Apocalipsis 22:1 Juan dice: “[El ángel] me mostró un río de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero, en medio de la calle”. El río de agua de vida en la Nueva Jerusalén representa el fluir de la vida de Dios. Hoy esta agua viva se halla en la Biblia. Las palabras en la Biblia contienen el suministro de vida. Esta agua viva se halla en las palabras de la Biblia.
Si meramente leemos la Biblia con nuestros ojos y la entendemos con nuestra mente, obtendremos conocimiento pero no el agua viva. El agua viva es misteriosa y espiritual. Esta agua no es la letra impresa en blanco y negro, la cual sólo puede impartir conocimiento. En lo profundo de las palabras de la Biblia se halla el suministro de vida. Este suministro es el agua de vida espiritual y misteriosa.
A fin de probar el agua de vida, debemos ejercitar nuestro espíritu mediante la oración. El hombre es un ser tripartito. Nuestro cuerpo es la parte externa; nuestra alma, incluyendo nuestra mente, está en nuestro cuerpo; y nuestro espíritu es aún más profundo que nuestra alma. Si leemos la Biblia sólo con nuestros ojos y nuestra mente, apenas estamos usando dos partes de nuestro ser: nuestro cuerpo y nuestra mente. Como resultado, sólo obtendremos conocimiento. Cuando leemos la Palabra, debemos usar la otra tercera parte, esto es, nuestro espíritu. Entonces el agua viva de la vida que está en la Palabra será infundida en nosotros, y recibiremos el suministro de vida. Es por esto que debemos orar-leer la Palabra. Orar nos permite ejercitar nuestro espíritu. Leer con nuestros ojos y entender con nuestra mente no nos dará vida. Debemos orar las palabras del Señor, y sumergirnos en ellas a profundidad, a fin de que el agua viva fluya en nuestro espíritu, sacie nuestra sed y nos refresque, sustente y fortalezca.
Tenemos que aprender a ejercitar nuestro espíritu y orar-leer la Palabra del Señor, de modo que el suministro de vida que se halla en la Palabra llegue a ser el agua que nos lava. En el ámbito físico el metabolismo que es activado por la ingestión de alimentos es una especie de lavamiento. Lo mismo se aplica a nuestra vida espiritual. Si comemos la Palabra del Señor, recibiremos el suministro de vida. Este suministro activará un lavamiento metabólico que nos lavará de todas las cosas negativas en nuestro ser; las manchas y arrugas desaparecerán. Entonces la iglesia será santa y sin defecto, sin falla, mancha, arruga, ni cosa semejante, a fin de ser presentada al Señor como una iglesia gloriosa (Ef. 5:27).
(
Gran misterio: Cristo y la iglesia, El, capítulo 11, por Witness Lee)