Gran misterio: Cristo y la iglesia, El, por Witness Lee

LA MAYORÍA DE LOS CRISTIANOS ENTIENDEN SÓLO LA REVELACIÓN HALLADA EN LA SUPERFICIE DE LA BIBLIA

En 1 Corintios 2 se nos dice que Pablo habló la sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría que había estado oculta, la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció (vs. 7-8), y que ojo no vio, ni oído oyó, ni ha subido en corazón de hombre (v. 9). Pablo dijo esto a los griegos que buscaban la sabiduría y la filosofía, y parecía decir que ni siquiera el mayor filósofo griego podía imaginar el misterio de Dios. Este misterio estaba oculto en la Biblia, pero Pablo habló de este misterio a los santos. Cuando predicó el evangelio a los pecadores, les habló de la revelación hallada en la superficie; sin embargo, una vez que ellos fueron salvos, les habló del profundo misterio oculto en la Biblia. Hoy en día una persona que lee la Biblia varias veces puede pensar que conoce el contenido de la Biblia; sin embargo, es posible que no conozca el misterio oculto en la Biblia.

Cuando el Señor Jesús estaba en la tierra, los fariseos y los escribas leían el Antiguo Testamento, hablaban del mismo e incluso se adornaban con los versículos del Antiguo Testamento. Ellos creían conocer la Biblia. Un día, sin embargo, le hicieron al Señor Jesús una pregunta difícil, y Él les dijo que ellos no conocían las Escrituras ni el poder de Dios (Mt. 22:29). Los fariseos y los escribas pensaron que conocían las Escrituras, pero el Señor les dijo que no las conocían. Conocían la letra de las Escrituras, pero no conocían el poder de Dios. El poder de Dios es un misterio. Las Escrituras contienen no sólo letras, sino también el poder de Dios. Una persona que cree conocer la Biblia tal vez solamente la entienda según la letra. Muchos profesores seminaristas, misioneros, pastores y eruditos bíblicos exponen la Biblia y escriben comentarios sobre ella, pensando que la entienden. Sin embargo, temo que el Señor Jesús diría que ellos no conocen las Escrituras. Algunos de entre nosotros han leído la Biblia muchas veces e incluso han desgastado varias Biblias, pero el Señor Jesús también podría decirles: “No conocéis las Escrituras”. Es posible conocer las cosas que están en la superficie de la Biblia, sin conocer las cosas profundas que ella contiene.

Nací y fui educado en una familia cristiana, y todas las escuelas a las que asistí desde la primaria hasta la escuela técnica fueron escuelas cristianas. Dado que tenía tal trasfondo cristiano, yo estaba muy familiarizado con la revelación hallada en la superficie de la Biblia. Cuando yo era joven, mi madre nos contaba la historia de José de tal manera que sentíamos compasión y llorábamos por José. Mi madre también nos narraba las historias de los Evangelios. Las volví a escuchar cuando asistía a la escuela dominical. Luego, el pastor nos habló de las mismas historias durante el servicio del domingo. Después que fui salvo, volví a escucharlas otra vez. Sin embargo, yo no conocía el profundo misterio oculto en la Biblia.

Cuando yo tenía casi veinte años de edad, un famoso predicador nacional pasó una gran parte de su tiempo en el norte de China. Un día él vino a mi pueblo natal y dio un mensaje respecto a que el Señor Jesús había venido para que el hombre tuviera vida, y la tuviera en abundancia (Jn. 10:10). Yo nunca había oído un mensaje sobre ese tópico; parecía que era un nuevo lenguaje, una verdad nueva para mí. Sin embargo, después del mensaje yo seguía confundido en cuanto a qué es la vida y qué quería decir tener vida en abundancia.

Después de ser salvo, amé al Señor y la Biblia en gran manera. Leí la Biblia y desgasté muchas de ellas. También fui en busca de la verdad. Un día acudí a la secta más estricta de la Asamblea de los Hermanos, quienes eran conocidos por sus exposiciones bíblicas. Allí tuve en alta estima todo lo que escuchaba. Lo primero que escuché estaba relacionado con las setenta semanas en Daniel 9. Las setenta semanas estaban divididas en siete semanas, sesenta y dos semanas, y la última semana (vs. 24-27). La última semana puede dividirse en dos partes: los primeros tres años y medio, y los últimos tres años y medio. Cada parte se compone de cuarenta y dos meses, que equivale a mil doscientos sesenta días. Puesto que me agradó lo que escuchaba, permanecí con los Hermanos por siete años y medio, y escuché acerca de las profecías y la tipología. En cuanto a las profecías, ellos hablaban de la gran imagen humana mencionada en Daniel 2, la cual tenía cabeza de oro, brazos de plata, vientre de bronce, dos piernas de hierro, dos pies que eran en parte de hierro y en parte de barro cocido, y diez dedos (vs. 31-45). También hablaron de las cuatro bestias descritas en Daniel 7 y de la cuarta bestia de cuya cabeza salían diez cuernos (vs. 3-7). Ellos decían que los diez dedos de la gran imagen humana equivalían a los diez cuernos de la cuarta bestia. Además de las profecías, también hablaban de la tipología. Aprendí mucho con respecto a los numerosos tipos que se hallan en la Biblia.

Sin embargo, no escuché nada del Espíritu, ni de la vida ni de que Cristo vive en mí. No oí que la iglesia es el Cuerpo de Cristo ni que el Cuerpo es el nuevo hombre. Fui salvo en 1925, pero no fue sino hasta 1932 que comencé a ver el misterio profundo oculto en la Biblia. Para entonces yo tenía más de veinticinco años. Nací en una familia cristiana, fui educado en escuelas cristianas y desde joven había oído sermones en el cristianismo; sin embargo, únicamente conocía la revelación hallada en la superficie de la Biblia. No conocía el misterio profundo oculto en la Biblia.

(Gran misterio: Cristo y la iglesia, El, capítulo 1, por Witness Lee)