LA FORMA DE BEBER DEL ESPIRITU
Entonces, ¿cómo bebemos de esta agua espiritual? Ni la leche ni la miel son sólidas, sino que son comida líquida. Hay rica nutrición en la leche, pero toda ella está en el líquido. Del mismo modo, todas las riquezas de la miel están en el líquido. Hoy día todas las riquezas de Cristo están en el Espíritu. Sin embargo, en el cristianismo la cuestión del Espíritu nunca se ha resuelto durante los últimos dos mil años. Esto es porque el Espíritu es demasiado misterioso y profundo. Muchos cristianos no tienen un conocimiento adecuado concerniente al Espíritu; por tanto, no tienen la forma de experimentar al Espíritu. Por esta razón están en pobreza continuamente.
Creer lo que la Biblia Dice
Le doy gracias al Señor que por Su misericordia yo fui salvo hace sesenta años. Después de ser salvo, yo amé la Biblia a lo sumo. Casi no hubo ningún día cuando la Biblia no estuviera en mi mano. La leía todos los días. Más tarde, el Señor me llamó y me dio la gracia para dejar mi empleo, y desde entonces casi no hice más que estudiar la Biblia. Después de todo mi estudio más mi experiencia, llegué a esta conclusión: primero, para disfrutar de este Espíritu, tenemos que creer lo que la Biblia dice.
La Biblia nos dice en primer lugar que el Dios en quien creemos y a quien adoramos, servimos y disfrutamos, es un Dios Triuno. En el Dios Triuno tenemos al Padre, al Hijo y al Espíritu. El Padre es la fuente, el Hijo es el curso y el Espíritu es la consumación. Aunque el Padre, el Hijo y el Espíritu son distintos, ellos no son tres Dioses. Todavía son un Dios. Existe el Padre, el Hijo y el Espíritu, con una fuente, un curso y una consumación. En la consumación no está solamente el Espíritu, sino el Hijo y el Padre también. El Padre, el Hijo y el Espíritu no son solamente coexistentes; sino también son coinherentes. El Padre está en el Hijo, y el Hijo está en el Padre. Tanto el Padre como el Hijo están en el Espíritu, y el Espíritu está tanto en el Padre como en el Hijo. El Señor Jesús dijo claramente en Juan 14 que El está en el Padre y el Padre está en El. Por tanto, Su hablar es el obrar del Padre. El dijo que cuando los hombres le ven a El, ven al Padre, porque el Padre está en El, y El está en el Padre (vs. 9-11). Por lo tanto, el Padre y el Hijo no pueden ser separados. Aunque hay una distinción entre el Padre, el Hijo y el Espíritu, son inseparables.
Dios es triuno porque desea forjarse dentro de Su pueblo creado y redimido, es decir, dentro de nosotros los que hemos creído. Entonces, ¿cómo se forja el Dios Triuno dentro de nosotros? En primer lugar, El efectuó la creación. En Su creación, el Padre, el Hijo y el Espíritu estaban juntos. El Dios Triuno trabaja juntos para efectuar la creación. En la creación Su meta principal era crear al hombre como el centro, para que el hombre llegara a ser el objeto de Su dispensar. Pero después que creó al hombre, el hombre cayó. Debido a la caída del hombre, el Dios Triuno se hizo carne (Jn. 1:1, 14). No fue meramente el Hijo de Dios quien se hizo carne. El Señor Jesús nos dijo que cuando El vino, El trajo consigo al Padre (Jn. 8:29). Esto es contrario al concepto de la mayoría de los cristianos. Su concepto es que cuando Cristo vino para ponerse la carne, El dejó al Padre en el cielo. El hecho es que cuando el Hijo vino para encarnarse, el Padre vino también. Además, el Hijo se hizo carne en el Espíritu, es decir, El fue concebido del Espíritu Santo mediante María (Mt. 1:18, 20). Por esto, el Padre, el Hijo y el Espíritu, estuvieron todos envueltos en la encarnación. Por esta razón, la Biblia no dice que el Hijo se hizo carne. Más bien dice: “Dios fue manifestado en la carne” (1 Ti. 3:16). No era un Dios parcial, sino un Dios completo, quien fue encarnado.
El Dios Triuno —el Padre, el Hijo y el Espíritu— se hizo carne y vivió en la tierra durante treinta y tres años y medio. El pasó por la vida humana y probó todos los gozos y sufrimientos del vivir humano. Al final de Su vida humana El fue a la cruz para efectuar la muerte todo-inclusiva. Luego fue sepultado. El entró en el Hades, pero la muerte no pudo retenerlo (Hch. 2:24); el Hades tampoco pudo retenerlo, porque El es vida (Jn. 11:25). El salió triunfalmente de la muerte, y en resurrección El se hizo el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45b). Este Espíritu ha pasado por la creación, la encarnación, el vivir humano y la muerte, y ha entrado en resurrección. Este Espíritu, quien es la misma consumación del Dios Triuno, ha pasado por tantos procesos y pasos para llegar a ser el Espíritu vivificante. En este Espíritu vivificante está el Hijo, y está también el Padre; está Dios y está también el hombre. La Biblia nos dice que este Espíritu en resurrección es el Cristo resucitado (Jn. 14:17, 20), quien es el Cristo neumático. Fue este Cristo neumático quien entró en medio de los discípulos en la noche de Su resurrección para soplar en los discípulos, diciendo: “Recibid el Espíritu Santo”. Desde ese entonces, el Dios Triuno ha entrado en Su pueblo escogido. Esto es lo que sucedió en el día de la resurrección.
Hablando de lo esencial, el Dios Triuno entró en los discípulos aquel día para llegar a ser su vida y su esencia de vida. Hablando de lo económico, cuarenta días después El ascendió al cielo (Hch. 1:9). Esto no significa que en Su ascensión El dejó a Sus discípulos. Todavía estaba dentro de los discípulos como su esencia. Diez días después de que ascendió, El se derramó desde el trono (Hch. 2:1-4, 16-18). Este es el Espíritu en Pentecostés. En este tiempo, se puede ver que este Dios Triuno se ha hecho el Espíritu vivificante todo-inclusivo. Por una parte El entró en Sus creyentes para ser su esencia de vida. Por otra, El cayó sobre ellos para ser su poder para obrar.
¿Qué debemos hacer con tal relato de la Escritura? ¡Debemos creerlo! Necesitamos decir: “Amén” a cada punto registrado en la Biblia. La Biblia dice que este Dios es triuno: el Padre, el Hijo y el Espíritu. A esto debemos decir “Amén”. La Biblia dice que este Dios Triuno creó los cielos, la tierra y todas las cosas, incluso a nosotros. A esto también debemos decir “Amén”. La Biblia también dice que el Dios Triuno se hizo carne y vivió en la tierra treinta y tres años y medio. Otra vez debemos decir “Amén”. La Biblia dice que este Dios Triuno murió en la cruz por nuestros pecados, y trató con el pecado, el mundo, Satanás y todas las cosas negativas. Debemos decir “Amén” a esto. La Biblia dice también que El se levantó de los muertos para hacerse el Espíritu vivificante, y que El ha entrado en los que creen en El. Otra vez debemos decir “Amén”. Si ustedes creen en El, El entrará en ustedes. No es necesario analizar con la mente. Simplemente digan “Amén” a lo que la Biblia dice desde lo más profundo de su ser. No sean engañados por sus sentimientos inestables. Si dicen “Amén”, se darán cuenta de que El está en ustedes. Esto es real.
Hebreos 11:1 dice que “la fe es la comprobación de las cosas que se esperan, la convicción de las cosas que no se ven” (lit.). ¿Qué es la fe? La fe es la comprobación de la sustancia. Permítanme explicarlo con una ilustración. Supongamos que en cierta casa hay una fragancia dulce, pero no se puede ver ni se puede tocar. Entonces, ¿cómo se puede comprobar esta fragancia? Lo único que se necesita es ejercitar la nariz un poco, y la fragancia se comprobará. Hay que utilizar el órgano correcto para comprobar una sustancia particular. Por ejemplo, hay que usar el oído para oír. La audición del oído es la comprobación del sonido. De igual manera, la fe es la comprobación de las cosas espirituales. Todas las cosas espirituales son substanciales, pero debemos usar nuestro espíritu para creer en ellas. Este creer es la comprobación de la sustancia de las cosas espirituales.
Cuando ustedes oren, no ejerciten su mente tal como lo hacen cuando recitan algo de memoria. Tampoco deben predicar al Señor en su oración. La Biblia no tiene ninguna oración predicadora, sino que tiene oraciones de confesión, en las cuales una persona confiesa sus fracasos. D. L. Moody dijo desde hace cien años que oraciones largas matan las reuniones de oración. Las oraciones más vivientes son aquéllas de dos o tres frases. Todavía yo puedo recordar un relato acerca de Moody. Una vez en una reunión, una persona empezó a orar una oración larga. Moody dijo: “Mientras nuestro hermano continúa orando, sigamos adelante y hagamos esto y el otro”. A veces yo creo que ésta es una buena forma. Si alguien orase sin cesar en nuestra reunión de oración, deberíamos decir: “Mientras nuestro hermano está orando, tengamos comunión”. No queremos ninguna oración larga.
Una vez un hombre ciego vino al Señor y gritó: “¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!” El Señor dijo: “¿Qué quieres que te haga?” La respuesta fue sencilla: “Señor, que reciba la vista” (Le. 18:35-43). Eso es suficiente. Si el Señor les pregunta hoy: “¿Qué quieres?” y dicen: “Señor, tengo sed hoy; quiero el Espíritu”, eso es muy bueno. Lo único que ustedes necesitan orar en la reunión de oración es: “Señor, quiero el Espíritu! ¡Señor, yo tengo tanta sed! Quiero algo de beber”. No digan: “Señor, Tú sabes que yo tengo mucha sed, y debido a que yo tengo sed, necesito algo de beber. La bebida hoy es el Espíritu, y sin el Espíritu no hay bebida. Sólo cuando tengo el Espíritu puedo tener la bebida”. Esta es una oración predicadora. Ustedes están orando como si Dios necesitara que le predicaran. Cuando Dios les pregunta: “¿Qué necesitan?” deberían decir ustedes: “Señor, ¡necesitamos un avivamiento! Estamos todos casi muertos. Queremos estar vivos. No somos ni calientes ni fríos. Queremos ser calientes. ¡Señor, quémanos!” No digan: “Señor, Tú sabes que a menos que Tú hagas el incendio, nadie puede arder. Aun si intentamos estar ardientes, no podemos. Sólo Tú puedes ser ardiente. Si Tú no nos quemas, ¿qué podemos hacer? Para esto venimos a Ti”. Simplemente digan: “Señor, quémanos ahora mismo”. No prediquen tanta doctrina. El Señor hará el incendio.
Cuando estábamos en Shanghái teníamos un lema que se había desarrollado durante los años. Algunos hermanos y hermanas solían ir a todas las reuniones, y en todas las reuniones oraban. Además, cada oración que oraban era larga. Tratábamos por algún tiempo de encontrar una forma de ayudar a esos santos. Con el tiempo encontramos la manera por medio de la historia de Moody. No necesitamos orar por tantas cosas. Dios sabe que nos falta ropa o comida. Debemos buscar primero el reino de Dios y Su justicia, y todas estas cosas nos serán añadidas. Debemos evitar especialmente orar por casas grandes o coches de lujo. Debemos decir: “Señor, no estoy ardiente hoy. ¡Quémame!” o, “Señor, estoy medio muerto. ¡Hazme vivo!”
Si ustedes sienten que hay escasez de aire en un cuarto particular, abran las ventanas. Una vez que abran las ventanas, el aire entrará. Aunque no pueden ver el aire, pueden sentirlo. Del mismo modo, cuando se despiertan en la mañana, simplemente abran la ventana de su ser al Señor y digan: “Señor, estoy abierto a Ti. Sopla sobre mí. Señor, yo quiero que me llenes. Quiero andar este día conforme al Espíritu”. Si ustedes oran de esta manera unas frases, sentirán que el Espíritu se está moviendo en ustedes. Hermanos y hermanas, si han respirado profundamente, ¿cómo no pueden sentir nada? Seguramente que se sentirán refrescados. El Señor Jesucristo hoy día es el Espíritu (2 Co. 3:17). Es por eso que la Biblia dice: “Todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo” (Ro. 10:13). ¡Pruébenlo! Ustedes recibirán el Espíritu. Necesitan creer las palabras de la Biblia, y necesitan reclamarlas por oración viviente.
Oren según las Palabras de la Biblia
Entonces deben orar conforme a las palabras de la Biblia. Mientras más hagan esto, mejor es. Deben hacer esto diez veces, aun veinte veces al día. Necesitan pasar tiempo en esto, mientras más mejor. Nuestra oración al Señor es nuestro respirar del Señor. Dediquen cinco minutos ante el Señor para respirar y orar, y se sentirán como una llanta cuando se le inyecta el aire en la gasolinera. Serán llenos del pneúma espiritual. El Espíritu dentro de ustedes llegará a ser su constituyente interior, y en este Espíritu Cristo viene y se añade a su ser. En otras palabras, la realidad del Espíritu es Cristo. Por tanto, Cristo hoy día es el Cristo neumático. Este Espíritu les llenará desde el interior, y los elementos de Cristo serán constituidos dentro de su ser. Ya no serán hombres naturales. Más bien, serán hombres de Cristo. Serán los que están constituidos con Cristo. Solamente entonces serán miembros vivientes del Cuerpo de Cristo y solamente entonces serán partes de Cristo como Sus miembros.
Por esta razón, 1 Corintios 12:12 dice: “Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo”. Debemos ser constituidos con los elementos de Cristo para que lleguemos a ser miembros de Cristo. Los elementos de Cristo son constituidos dentro de nosotros por el Espíritu. ¿Cómo recibimos este Espíritu? Para recibir este Espíritu necesitamos creer las palabras de la Biblia, y cada día necesitamos venir ante el Señor y abrirnos a El. Necesitan abrirse a sí mismos como abren una ventana. Dejen que el Espíritu entre; luego respírenle por medio de oración. Mientras más oran, más llenos serán.
La estrofa 3 de Himnos, #359 dice:
Tu Espíritu unge,
Me empapará,
Mi alma por completo
Tú saturarás...
Cuando este Cristo pneumático opera en ustedes, se mudará a su mente, a su emoción y a su voluntad. Cuando El se mueve, y si ustedes ceden terreno a Su mover, El se infiltrará en todo su ser con Sus elementos, y ustedes serán transformados en Su imagen, llenos de Su estatura. Eso es como ingerir la comida. Después de unas horas de ablandamiento por agua, y digestión por el estómago, la comida se infiltrará en sus células y en su corriente sanguínea. Después de terminar este proceso la comida llegará a ser el constituyente de ustedes. Esto es nuestra necesidad hoy día. Espero que todos ustedes se ejerciten de esta manera, para que estén llenos del Espíritu y llenos de Cristo por dentro. De esta manera nuestras vidas estarán llenas del Espíritu y con Cristo, y si asistimos a la reunión de un grupo pequeño o a oreas reuniones, iremos con el suministro. De hecho, todos nos convertiremos en un suministro a otros. Esta es mi carga en este mensaje. Que el Señor sea misericordioso con nosotros.
(
Vivir necesario para la edificación de las reuniones de grupos pequeños, El, capítulo 3, por Witness Lee)