EL SACERDOCIO CON EL URIM Y EL TUMIM
El segundo principio gobernante es el sacerdocio bajo la unción con el urim y el tumim. ¿Qué es el sacerdocio? Este es un asunto maravilloso y glorioso. El sacerdocio incluye la comunión con el Señor y la vida y el servicio en Su presencia. El sacerdocio es un grupo de personas que están en constante comunión con el Señor; continuamente tienen comunión con el Señor y sirven en Su presencia. Viven, andan y hacen todo en esa forma. Cuando tenemos comunión con el Señor día tras día y momento a momento, y cuando en esta comunión viviente, nosotros vivimos, servimos y actuamos, somos un sacerdocio.
Si perdemos el sacerdocio, perdemos uno de los principios gobernantes. Este principio gobernante no tiene como fin guiar sino juzgar. La presencia del Señor en las columnas de nube y de fuego tiene como fin guiar al pueblo, mientras que el fin del sacerdocio en la unción con el urim y el tumim es juzgar.
Quisiera poner un ejemplo. Supongamos que dos hermanos están discutiendo y peleando entre sí. ¿Qué haremos? Somos hijos del Señor, somos el pueblo del Señor, pero algo de tal naturaleza existe entre nosotros. ¿Cómo podemos resolver el problema? ¿Cómo llegaremos al juicio apropiado? ¿Convocaremos una reunión y decidiremos el asunto por votación? ¡Claro que no! Todos esos problemas sólo pueden resolverse por medio del sacerdocio. Tales problemas requieren un grupo de hijos del Señor que siempre estén en comunión con El, que sirvan al Señor en Su presencia y continuamente estén delante de El, sin importar dónde se encuentren o qué estén haciendo. Tal grupo está bajo la unción del Espíritu Santo y tiene el urim y el tumim. De esta manera obtienen el juicio, la decisión del Señor. Por medio del urim y el tumim con el sacerdocio, podrán juzgar y decidir cualquier asunto que se les presente.
El sacerdocio incluye tres cosas: la comunión con el Señor, la unción del Espíritu Santo y el urim y el tumim. En esta ocasión sólo podemos hablar brevemente tocante al último punto, el urim y el tumim. En hebreo la palabra urim significa luz, mientras que tumim significa perfección o consumación. Hace treinta años leí un artículo de un escritor hebreo, que decía que el tumim es una piedra preciosa con cuatro letras del abecedario hebreo grabadas en ella. Sobre el pectoral de los sumos sacerdotes estaban los nombres de las doce tribus de Israel grabados en doce piedras. Los nombres de esas doce tribus contenían solamente dieciocho de las veintidós letras del abecedario hebreo. Así que, sobre el pectoral del sumo sacerdote faltaban cuatro letras. No obstante, estas cuatro letras estaban grabadas en el tumim, y cuando esta piedra era puesta en el pectoral, había perfección, consumación. Entonces se tenían las veintidós letras del abecedario hebreo. Luego se nos dice que el urim es una piedra que se ponía en el pectoral y que daba luz. Así tenemos el significado del urim y el tumim: luz y perfección.
Entonces, ¿cómo se usaban el urim y el tumim? Cuando algún problema o dificultad se presentaba entre los hijos de Israel, el sumo sacerdote llevaba el problema al Señor para recibir la respuesta con la ayuda del pectoral. El escritor hebreo decía en ese artículo que cuando los sumos sacerdotes se presentaban delante del Señor, ciertas piedras en el pectoral con sus respectivas letras brillaban, y en otras ocasiones otras piedras con sus letras brillaban. El sumo sacerdote escribía todas las letras de las diferentes piedras cuando brillaban, y al hacerlo formaba las palabras y las oraciones. Finalmente recibía un mensaje o juicio completo de parte del Señor. Aquel escritor que en esta forma Acán fue prendido de entre todos los hijos de Israel, debido a su pecado (Josué 7).
Así que, ¿cuál es el principio gobernante para que el pueblo del Señor resuelva sus problemas? Entre ellos debe haber un sacerdocio que lleve en su pecho delante del Señor a todos los hijos del Señor. El sacerdocio debe presentarlos en amor delante de la presencia del Señor y leerlos allí como letras. Así, a la luz de las Escrituras, el sacerdocio entenderá la intención del Señor y recibirá alguna palabra de parte de El tocante a la situación de Sus hijos.
Ahora, con respecto a los hermanos que están peleando entre sí, tenemos la solución. Podemos decirles: “Hermanos, estén tranquilos por un tiempo mientras acudimos al Señor”. Entonces llevaremos este problema al Señor y leeremos a estos hermanos en Su presencia a la luz de las Escrituras. Esto es ejercer el sacerdocio con el pectoral del urim y el tumim. De esta manera podemos obtener las letras, las palabras y aun el mensaje del Señor tocante a la decisión que se deba tomar en este asunto.
¿Sabe usted cómo escribieron los apóstoles sus epístolas? Exactamente en la misma manera. La primera epístola de Pablo a los corintios es un buen ejemplo. Pablo se enfrentó con muchos problemas en esa iglesia: problemas de sectarismo, de disciplina, de matrimonio, de doctrina de la resurrección, etc. Había problemas de casi todo género y descripción. ¿Qué hizo? Llevó en su corazón delante del Señor todos los problemas y a todos los hermanos y hermanas de aquella iglesia, y en la presencia del Señor los leyó a la luz de las Escrituras. ¿No es cierto? Al leerlos allí a la luz de la Palabra, entendió la naturaleza de la situación y la solución. Recibió un juicio, una decisión del Señor, y fue así que escribió la primera epístola a los corintios. Considere todas las epístolas. Así se formaron todos los libros escritos por los apóstoles. No fue que se sentaron en su cuarto a leer y a razonar, y que luego escribieron. Siempre había alguna situación entre los hijos del Señor que requería una respuesta, una palabra del Señor. Entonces, los apóstoles como sacerdotes, cumpliendo su ministerio sacerdotal, llevaban a la presencia de Dios todos estos problemas junto con todos los nombres de los hijos del Señor. Estudiaban el problema en Su presencia, leyendo a los creyentes uno por uno a la luz de las palabras del Señor. De esta manera recibían la luz; obtenían del Señor palabras, frases y pensamientos. Después escribían las cartas, impartiendo a los santos la intención del Señor en el asunto.
Este es uno de los principios gobernantes. El primer principio gobernante es la presencia del Señor en la columna de nube y en la columna de fuego; el segundo es el sacerdocio bajo la unción con estas dos cosas peculiares, el urim y el tumim.
Hermanos y hermanas, si vienen a mí para hablarme acerca de algún problema que tienen con otros, ¿qué debo hacer? Debo ejercitar mi espíritu para llevarlos a usted y a los otros delante del Señor. En amor debo ponerlos a ustedes y a los demás hermanos y hermanas en mi corazón, es decir, en mi pecho. Debo llevarlos a todos ustedes al Señor y decir: “Señor, te presento algunos queridos santos. Ilumínalos. Dame Tu luz”. Debo leerlos a ustedes. Debo leer sus mentes y sus emociones, sus pensamientos, sus motivos y sus acciones. Debo leer su problema y muchas cosas relacionadas con usted a la luz de la Palabra. Después de leer, letra por letra, gradualmente obtendré una palabra, y luego otra. Finalmente recibiré una frase completa y luego un mensaje. Llegaré a saber algo de parte del Señor. Sabré cuál es la intención del Señor para con ustedes y Su pensamiento acerca de ustedes.
Ustedes, los que son hermanos dirigentes, se encuentran muchas clases de problemas en la iglesia, que les dan la oportunidad de practicar este ministerio sacerdotal. En alguna ocasión tal vez llegue un hermano a compartir un problema que tiene con su padre, el cual también es un hermano en el Señor. Le preguntará qué es lo que debe hacer. Al siguiente día quizás llegue una hermana a contarle el problema que tiene con su cuñada, la cual también es una hermana en la iglesia. ¿Qué hará usted? ¿Les dirá que vayan a la corte delante del juez? Por supuesto, no puede hacer eso. La única manera es la que ya hemos mostrado. Debe tener un corazón, un pectoral; debe tener amor. Póngalos en su corazón y así llévelos ante el Señor. Ejercite su espíritu y léalos delante del Señor, primero al padre y luego al hijo. Lea sus hábitos, nacionalidades, caracteres, pensamientos, educación, no según su propia manera de pensar, sino a la luz de la Palabra. Lea todas estas cosas. Después de leer así, recibirá las palabras y las frases, punto por punto. Recibirá las palabras del Señor que le revelarán Su intención. Entonces podrá hablarles al hijo y a su padre. Haga lo mismo con la hermana y su cuñada. Podrá decirles: “Esto es lo que el Señor quiere. Oren acerca de esto”. Ha obtenido el juicio del Señor y la decisión del Señor. Esta es la corte para el pueblo del Señor. En verdad necesitamos tal corte. Necesitamos una representación local de la corte suprema celestial. La corte es el sacerdocio bajo la unción del Espíritu Santo con el urim y el tumim.
No es cosa insignificante tener un grupo de hijos del Señor que sirven al Señor colectivamente en coordinación. No es algo sencillo. Considere a su propia familia. ¿No tiene usted alguna clase de corte de familia para resolver todos sus problemas? En la iglesia, ¿cuál es nuestra corte de familia? Sencillamente es el sacerdocio, la comunión con el Señor bajo la unción del Espíritu Santo al leer a todos los hermanos a la luz de la Palabra. De esta manera recibimos el juicio para tomar las decisiones acerca de todos nuestros asuntos. Así se resuelven todos nuestros problemas y preguntas. No se hace discutiendo, ni consultando, razonando y arreglando a manera de un político o un juez terrenal. Sólo puede hacerse por medio de la comunión y la unción, leyendo en amor las circunstancias, naturalezas y vidas diarias de los creyentes a la luz de la Palabra del Señor.
(
Cristo todo-inclusivo, El, capítulo 11, por Witness Lee)