LA EXPERIENCIA DE LA CEBADA
Pero, ¿es ése el fin? ¡No! Alabado sea el Señor, después del trigo experimentamos la cebada. La tumba no fue el fin del Señor. ¡Resucitó! ¡La cebada siguió al trigo! El trigo es el valle de muerte, pero la cebada es el monte de resurrección. Cuando usted experimenta a Cristo como trigo, esté seguro de que vendrá una experiencia de Cristo como la cebada.
En realidad, para experimentar a Cristo como el grano de trigo, es decir, como el Jesús limitado, debemos aplicarlo como la cebada, como el Cristo resucitado. Es el Cristo resucitado que vive en nosotros. Este Cristo resucitado posee una vida que ha pasado por la encarnación, la crucifixión y la sepultura, pero ahora El ha resucitado. En la carne Cristo siempre está limitado, pero en resurrección Cristo es ilimitado y está liberado. Este Cristo ilimitado que vive en nosotros es el que nos hace seguir al Jesús limitado. Hoy día seguimos al Jesús limitado, pero lo hacemos con el poder del Cristo ilimitado. El Cristo ilimitado que vive en nosotros es nuestra capacitación. Quisiera preguntar, cuando está en su casa o en su trabajo, ¿se comporta como el Cristo resucitado o como el Jesús limitado? Si es un seguidor de Jesús, tiene que estar limitado. Cuando Jesús estuvo en la tierra, siempre estuvo limitado, limitado por Su carne, limitado por Su familia, limitado por Su madre en la carne e incluso por Sus hermanos en la carne. Siempre estuvo limitado. Estuvo limitado por el espacio y por el tiempo; fue limitado por todo. Si queremos vivir la vida de Jesús, también debemos estar limitados. Si seguimos Sus pasos, no nos sentiremos libres, no tendremos libertad. ¡Qué bendición es que podamos ser limitados por causa de Jesús!
Pero, ¿cuál es la energía que nos fortalece para estar limitados? La fortaleza que nos capacita para estar limitados debe ser muy grande. Es fácil enojarse, pero la paciencia requiere fortaleza. Es fácil expresar el enojo, pero la longanimidad exige energía celestial. El poder que nos capacita para estar limitados es el poder de Su resurrección. Para tener sólo un poquito de paciencia, necesito que me fortalezca el Cristo resucitado que vive en mí. Aplicar al Cristo resucitado como mi paciencia es experimentar a Cristo como cebada.
Quizás me diga: “Hermano, sé que tengo que estar limitado todo el tiempo. Debo ser limitado por mi esposa, por mis hijos, por mi jefe, por mis hermanos y especialmente por cierto hermano. Soy limitado por esto, y soy limitado por aquello; todo el día estoy limitado. Y estoy seguro de que mañana y el día siguiente serán peores. ¿Cómo puedo enfrentarme a tal situación? Me doy cuenta de que el Cristo resucitado vive en mí, pero tengo muy poco de El. Ni siquiera tengo cinco panes; sólo tengo uno”. Sí, puede ser que usted tenga un solo pan, pero recuerde que es un pan de cebada, es un pan del Cristo resucitado que nunca puede estar limitado. Parece que sólo tiene un poco, pero no importa, porque El no tiene límite. Un poco es más que suficiente para enfrentar la situación. Usted dice que no puede encarar la situación. ¡Correcto! Es cierto que usted no puede. Pero hay Uno que sí puede: Aquel que es la cebada. En usted hay un pan de cebada; un poquito del Cristo resucitado está en usted, y eso es suficiente. El Cristo resucitado es ilimitado. Aplíquelo a la situación. El nunca podrá ser agotado. Por el poder del Cristo resucitado, usted puede seguir los pasos del Jesús encarnado. Con la vida del Cristo resucitado, puede vivir la vida del Jesús limitado.
A veces un hermano dice: “Oh, siento la carga de dar un testimonio, ¡pero soy muy débil!” Parece que se necesita alimentar a cinco mil personas, pero la provisión sólo es cinco panes de cebada. No obstante, hay que seguir adelante por fe. Aunque su porción parezca muy pequeña y la necesidad sea tan grande, usted debe comprender que lo que tiene es nada menos que el Cristo resucitado. Todo lo puede en Aquel que lo fortalece, porque El ha resucitado y no conoce límite. ¡Aplíquelo!
Cuando algún hermano venga a verlo a usted, recuerde que Cristo como cebada está dentro de usted. Tiene que aplicarlo en su comunión con ese hermano. A veces se le olvida esto. Cuando se encuentra con el hermano, usted habla de Vietnam, de la situación mundial o del tiempo; se acuerda del clima, pero se olvida de Cristo. No aplica a Cristo en su comunión con el hermano. Cuando él se va, usted queda hambriento, y no sólo hambriento, sino también enfermo, por no haber aplicado a Cristo. Tiene que tomar cada situación como una oportunidad de aplicar a Cristo. Aplíquelo, y aplíquelo y aplíquelo. Luego, cuando asista a la reunión, le será muy fácil expresar una alabanza o dar un testimonio; tendrá muchos panes de cebada que ofrecer al Señor.
El hermano Watchman Nee nos dijo una vez que cuando los colaboradores jóvenes llegan a una reunión, echan una mirada alrededor para ver si hay hermanos mayores. Si no, si todos los que están en la reunión son nuevos creyentes, ellos tienen la confianza para orar y exhibir lo que tienen. Pero si ven algunos hermanos mayores, se cohíben por temor. Esto no proviene del Cristo resucitado. Si usted tiene al Cristo resucitado, aunque esté el apóstol Pablo, usted dirá: “Alabado sea el Señor, mi hermano tiene al Cristo resucitado, y yo también lo tengo. Puede ser que él tenga quinientos panes, pero yo tengo al menos uno. ¡Aleluya!” Mientras tenga un poco del Cristo resucitado, tiene más que suficiente para enfrentarse a cualquier situación. El es el pan de cebada; El es el Cristo resucitado. No hay nada que lo pueda estorbar o limitar.
Cuando usted asiste a la reunión con los hermanos y hermanas, debe darse cuenta de su responsabilidad. Tiene que compartir con otros en la reunión. Debe dar gracias y alabar; tiene que ofrecer algunas oraciones. Esta es su responsabilidad. Usted dice: “¡Soy demasiado débil!” En usted mismo se siente débil. Pero en Cristo no es débil. Usted dice: “No tengo nada”. Es cierto que usted no tiene nada, pero en Cristo lo tiene todo. Usted dice: “Oh, ¡me siento muy pobre!” Sí, usted es pobre en usted mismo, pero no en el Cristo resucitado. Recuerde que Cristo es la cebada en ustedes. Cuando llegue a la reunión aplíquelo como un pan de cebada para alimentar a todos los demás con su oración o su testimonio. ¡Pruébelo! ¡Practíquelo! Verá cuán enriquecido será. Originalmente, tenía un solo pan, pero con el tiempo tal vez tenga cien panes. Con la práctica se enriquecerá. Nunca diga que la reunión no es asunto suyo. Si es así, las reuniones están acabadas. Debe aprender a aplicar a Cristo; debe emplear al Cristo que tiene.
Jesús dijo a Sus discípulos: “Dadles vosotros de comer”. Los discípulos dijeron: “Hay cinco panes de cebada, pero ¿qué es esto entre tantos?” El Señor les contestó: “Traédmelos acá”. Mientras sean panes de cebada, con tal de que sean algo del Cristo resucitado, es suficiente; eso satisfará la necesidad y habrá un excedente.
Hermanos y hermanas, si toman mis palabras, si creen en el Cristo resucitado y lo aplican, encontrarán que lo sobrante que queda dentro de usted será mayor que lo que tenía al principio. Esto es la cebada. No es una simple enseñanza, sino que es algo que debemos experimentar y aplicar todos los días en toda situación. Aplique al Cristo resucitado, al Cristo ilimitado e inagotable. Dígale: “Señor, yo no puedo satisfacer la necesidad, no puedo afrontar la situación, pero ¡cuánto te alabo! Tú sí puedes. Sigo confiando totalmente en Ti, contando sólo contigo”.
Después de mucho tiempo, quizás cinco o seis años, la hermana que había experimentado a Cristo como un grano de trigo en su familia, testificó de otra experiencia. Esta vez fue de Cristo como cebada. Testificó que su suegra y muchos de sus parientes aceptaron al Señor por medio de ella. Se había convertido en un pan de cebada que alimentaba a muchos. Había experimentado a Cristo en resurrección.
Esta clase de experiencia no sólo nos hace conocer a Cristo interiormente como trigo y cebada, sino que con esta experiencia usted se convierte en un grano de trigo, se convierte en un pan de cebada. Entonces usted es alimento para otros. Puede alimentar a otros con las experiencias que ha tenido. Muchas personas fueron alimentadas por esta hermana. Cuando venía a las reuniones, aun sin abrir la boca, todos los hermanos y hermanas sentían la suministración de Cristo, la ministración de vida. Cuando ella oraba, todos los espíritus y corazones se sentían satisfechos. Esta hermana vino a ser un pan de cebada entre los hijos del Señor. Ella misma llegó a ser un pan de cebada que saciaba y alimentaba a muchas personas. Experimentó a Cristo como trigo y como cebada; así que, ella misma llegó a ser un grano de trigo y un pan de cebada.
(
Cristo todo-inclusivo, El, capítulo 5, por Witness Lee)