LA REVELACIÓN ACERCA DE CRISTO
Antes de Mateo 16, el Señor había estado con Sus discípulos por cierto periodo de tiempo. Durante ese tiempo, Él había caminado, conversado, morado y comido con ellos. Como resultado, ellos llegaron a conocerlo bastante bien. Sin embargo, un día Él llevó a estos discípulos que lo conocían más a fondo, lejos de la santa ciudad y del templo santo a Cesarea de Filipo, una región donde el cielo estaba despejado y la atmósfera era fresca. Fue en esta atmósfera que Él les hizo esta pregunta: “¿quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?” (v. 13). Ellos contestaron: “Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o uno de los profetas” (v. 14). Todas estas respuestas disparatadas fueron dichas conforme a la mentalidad natural y religiosa. Sin embargo, en lugar de reprender a Sus discípulos por estas respuestas, el Señor les hizo esta pregunta directamente a ellos: “Y vosotros, ¿quién decís que soy Yo?” (v. 15). Entonces, para sorpresa de los demás discípulos, Pedro respondió: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (v. 16).
El artículo definido el antes de la palabra Cristo es muy importante. La palabra Cristo proviene de la palabra griega Cristós, la cual corresponde a la palabra hebrea Mesías. Tanto la palabra Mesías en el hebreo como la palabra griega Cristós significan el Ungido. El término Mesías, el Ungido, se usa en Daniel 9:26, que dice: “Después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí”. Todos los estudiosos de la Biblia están de acuerdo en que este pasaje se refiere a Jesucristo, quien es el Ungido.
Según el principio expuesto en el Antiguo Testamento, todo aquel que Dios usaba para llevar a cabo Su administración tenía que ser ungido. Así pues, los reyes, los sacerdotes y los profetas tenían que ser ungidos al empezar a ejercer su función. Esto indica que el propósito de la unción es llevar a cabo la administración de Dios. Todo aquello que Dios quiere que hagamos o logremos está relacionado con Su unción. El ungüento con el cual somos ungidos es, de hecho, Dios mismo; Dios nos unge consigo mismo. Sin embargo, Dios no es sencillo sino muy complejo, pues Él es triuno, es decir, es uno en tres y tres en uno. Aunque es un hecho que Dios es triuno, también es un hecho que nadie puede explicarlo.
(Ejercicio del reino a fin de edificar la iglesia, El, capítulo 1, por Witness Lee)