Ejercicio del reino a fin de edificar la iglesia, El, por Witness Lee

RECIBIR LA SALVACIÓN DEL ESPÍRITU

Es debido a que estamos en tal condición caída que necesitamos la salvación de Dios. Damos gracias al Señor porque Él vino para ser nuestro Salvador. Él se vistió de nuestra naturaleza y llegó a ser el Cordero de Dios que quitó el pecado del mundo (Jn. 1:29). Por medio de Su obra redentora, nuestros pecados fueron perdonados. Ahora Dios puede contactarnos e introducirnos en Su presencia. Fuimos llamados, nos arrepentimos, creímos en el Señor Jesús, fuimos lavados y el Espíritu de Dios entró en nuestro espíritu. Por lo tanto, nacimos de nuevo y nuestro espíritu, que estaba amortecido, fue avivado. En esto consiste la salvación de nuestro espíritu.

Una vez que recibamos esta salvación jamás la perderemos. Esto lo confirma 1 Corintios 5:5, un versículo que nos habla acerca de un hermano pecaminoso. Pese a que este hermano había sido regenerado, cayó en un pecado terrible. Por esta razón, Pablo lo entregó a Satanás para que su carne fuera destruida (probablemente mediante una enfermedad), a fin de que su espíritu fuera salvo en el día del Señor Jesús. Esto muestra que una vez que recibimos la salvación en nuestro espíritu, no es posible perderla.

Sin embargo, no sucede lo mismo con respecto a la salvación de nuestra alma. Nuestro espíritu ya fue salvo en esta era, y jamás perderemos esta salvación. No obstante, aún falta por decidirse si nuestra alma será salva al regreso del Señor. A diferencia de la salvación de nuestro espíritu, la salvación del alma no es simplemente una cuestión de ejercitar fe. Al confesar nuestros pecados, creer en el Señor Jesús e invocar Su nombre, nosotros somos regenerados y experimentamos la salvación de nuestro espíritu; sin embargo, la salvación del alma requiere un largo proceso.

(Ejercicio del reino a fin de edificar la iglesia, El, capítulo 6, por Witness Lee)