LOS ATEOS INMORALES
No hay necesidad de hablar de esta clase de ateos ni de tener argumentos con ellos. Todo lo que tenemos que hacer es ver su conducta. Aunque muchas personas no admiten que son ateos, su conducta nos dice que lo son. No hay necesidad de que digan nada; de hecho, no tienen la base para decir nada, porque su inmoralidad habla más fuerte que sus palabras. Se han vuelto ateos porque su conducta les requiere que sean ateos, no porque tengan amplias razones para respaldar sus perspectivas. Su inmoralidad nos los deja admitir que hay un Dios en el universo. A un ladrón le gustaría creer que no hay policías, a un mal estudiante que no hay maestro, a un empleado problemático que no hay jefe, a una persona mala que no hay ley. Eso no quiere decir que realmente crean que todas esas personas no existen. Solo significa que su conducta los obliga a decir que no existen. Si una persona dice: “No creo en Dios; no hay tal cosa como un Dios en mi mente”, puede uno tomar su mano y preguntarle: “Amigo, ¿eres moral?”. No necesita uno decir nada más; sólo necesita preguntar si es moral. Un hombre puede creer que no hay Dios, pero no puede creer que no hay moralidad. Aunque no soy viejo, el noventa y nueve por ciento de los ateos que he conocido a través de los años han tenido carácter moral dudoso. Nunca he visto a un ateo cuyo carácter moral sea confiable. Algunos de ustedes sentados aquí son mas viejos que yo. No sé si han conocido algún ateo cuyo carácter moral sea confiable. Los ateos entre nuestros compañeros de clase, colegas y amigos no creen en Dios porque son malos moralmente. Debo decirles un hecho: cuando Dios sale de la vida de un hombre, la inmoralidad entra.
En América había un predicador famoso de nombre R. A. Torrey. Una vez estaba predicando en un lugar, y un estudiante del colegio se le acercó y dijo: “Yo creía que había un Dios. Pero ya no creo”. Cuando el señor Torrey le preguntó por qué, dijo: “Cuando empecé mis estudios universitarios, adquirí más conocimiento y ya no quise creer más en Dios. Después que leí este libro y aquel otro, Dios no estaba por ninguna parte”. El señor Torrey dijo: “No, no me engañes. Yo también me gradué de la universidad y he leído muchos libros. Aun he recibido un doctorado. Pero no he echado a Dios a un lado por causa de mis estudios. Debe haber alguna otra razón. De otro modo, sería imposible hacer a Dios a un lado por tu estudio. Déjame hacerte una pregunta. Desde que niegas la existencia de Dios, ¿qué le ha pasado a tu carácter moral?”. El estudiante contestó honestamente: “Sólo puedo admitir que no soy tan moral como lo era antes”. El señor Torrey entonces le dio una respuesta maravillosa: “No hay necesidad de que discuta ya más contigo, ni hay necesidad de que te dé las razones de la existencia de Dios. Si tú dejas tus malas obras, y si tu carácter moral se vuelve más noble, inmediatamente Dios regresará a ti”. Esto es un hecho. Muchas personas no creen en Dios porque tienen miles de pecados que les impiden creer, no porque tengan muchas razones. Son obligados a ser ateos.
(
Fe cristiana normal, La, capítulo 17, por Watchman Nee)