NUESTRA UNIDAD NO ES EN DOCTRINA
NI EN PRÁCTICA,
SINO EN LA VIDA Y LA NATURALEZA DIVINAS
La unidad genuina no puede basarse simplemente en enseñanzas doctrinales. Cuanto más estemos a favor de ellas, más división habrá entre nosotros. Nuestra unidad tampoco se basa en lo que practicamos. Incluso hoy en día aún no sabemos cuál es la mejor manera de reunirnos y adorar. Aún no hemos decidido la manera de sentarnos, invocar el nombre del Señor, orar-leer ni si debemos clamar o guardar silencio. No queremos establecer nada fijo porque incluso las mejores cosas podrían causar división si son algo establecido. En el pasado, el Cuerpo de Cristo ha sido completamente dividido tanto por doctrinas como por ritos y prácticas. Por tanto, desde el comienzo de la vida de iglesia nos percatamos de que debemos tener cuidado con estas dos cosas. Entonces, ¿de qué manera podemos ser uno? Podemos ver esto en la oración del Señor en Juan 17. El versículo 21 dice: “Para que todos sean uno; como Tú, Padre, estás en Mí, y Yo en Ti, que también ellos estén en Nosotros; para que el mundo crea que Tú me enviaste”. La unidad genuina es la unidad en el Dios Triuno —el Padre en el Hijo y el Hijo en el Padre— conforme a Su vida y naturaleza divinas. Nosotros, los creyentes, no somos uno en doctrina ni en prácticas, sino en la vida y naturaleza divinas.
Apocalipsis 1:11 y 12 nos presentan siete candeleros de oro, un candelero en cada una de las siete localidades. En tipología, el oro representa la naturaleza divina de Dios. Esto quiere decir que todos los creyentes que se hallan en una localidad son uno en la naturaleza divina. Cada uno de nosotros poseemos cierta medida de esta naturaleza divina y somos uno en esta naturaleza de oro. Sin embargo, si nos reunimos para discutir sobre temas como el arrebatamiento, la tribulación, el lavamiento de los pies y la práctica de cubrirse la cabeza, muy pronto entraríamos en división. Incluso después de una breve discusión doctrinal habremos perdido la unidad. Podemos argumentar sobre si el pan en la mesa del Señor ha de ser un pan con o sin levadura, o si ha de ser presentado entero o en varias porciones, o si la copa debe tener jugo de uvas o vino, o si hemos de usar una sola copa o varias copas. Algunos preguntarán cómo tenemos nuestras reuniones, quién elegirá el primer himno, o si tenemos o no un pastor que dirija la reunión; tales preguntas son interminables. Si éstas son las cosas que nos preocupan, muy rápido estaremos divididos en diferentes reuniones. En tal circunstancia no hay manera que el Señor Jesús sea ser glorificado. Debemos declarar que el Señor Jesús es la Cabeza, que la palabra pura de Dios es “los hombros”, la naturaleza divina está dentro de nosotros, y todas las doctrinas y prácticas están bajo nuestros pies. Es así como tendremos la vida de iglesia apropiada, el Hijo será glorificado y el Padre será glorificado en la glorificación del Hijo. A menos que estemos en la naturaleza divina no podremos tener la unidad genuina.
El Señor dijo: “Que también ellos estén en Nosotros” (Jn. 17:21). La unidad genuina está en el Dios Triuno que es impartido en los creyentes. No deberíamos preocuparnos por meras enseñanzas doctrinales. Todas las doctrinas fundamentales son buenas, pero si tenemos una fuerte posición a favor de ellas, estaremos divididos. No es posible tener la unidad genuina y apropiada basados únicamente en doctrinas. Algunos podrían decir: “Si no nos preocupamos por las doctrinas, ¿cómo guardaremos la fe cristiana?”. Sin embargo, la fe cristiana no es un asunto de lavar los pies, cubrirse la cabeza ni bautizar. Tal vez algunos digan que el velo para cubrirse la cabeza debería ser de color negro, mientras que otros insistan que ha de ser blanco; unos dirán que debería ser largo, mientras que otros dirán que puede ser pequeño, ya que es sólo un símbolo. Habrá argumento tras argumento. Incluso aquellos que practican el bautismo por inmersión debaten de cuántas veces hay que sumergir a la persona. Algunos dicen que hay que sumergirla tres veces, una en el nombre del Padre, otra en el nombre del Hijo y una tercera vez en el nombre del Espíritu Santo; de lo contrario, la inmersión no es eficaz. También hay otros que preguntan si hemos de sumergir a la persona en agua salada o en agua dulce, en el mar, en el río, en un pozo, en agua purificada, en una bañera o en una piscina. Igualmente, hay creyentes que sostienen diferentes opiniones sobre el arrebatamiento. Algunos dicen que el arrebatamiento sucederá antes de la tribulación, mientras que otros dicen que sucederá después, y otros que ocurrirá durante la tribulación. Todas estas consideraciones no son elementos de nuestra fe cristiana y, por tanto, debemos abandonar estas clases de argumentos.
La fe cristiana apropiada consiste primero en que la Biblia es la Palabra divina de Dios, la cual fue inspirada por Dios, palabra por palabra. Éste es el primer elemento de la fe, y el que no crea en ello está carente de fe. Segundo, nuestra fe está en que nuestro Dios es triuno: un solo Dios que es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Nosotros no tenemos la capacidad mental ni con las expresiones adecuadas para explicarlo, pero esto es lo que la Biblia dice. Debemos creer que nuestro Dios es tal Dios. Él no es tres Dioses sino un solo Dios, quien es el Padre, el Hijo y el Espíritu. Tercero, un día Dios el Hijo se hizo carne a fin de ser un hombre llamado Jesús que vivió en la tierra por treinta y tres años y medio. Después, Él fue a la cruz y murió por nuestros pecados; fue sepultado durante tres días y resucitó física y espiritualmente. Hoy el Señor resucitado como nuestro Salvador se halla en los cielos así como también en nosotros (Ro. 8:34, 10). Éste es el punto más importante de nuestra fe cristiana. Cuarto, nosotros somos pecadores. Si no creemos en el Señor Jesús, perecemos; sin embargo, al creer en Él, somos perdonados de nuestros pecados y nacemos de nuevo con la vida divina; es decir, somos regenerados. Después, llegará el día en que todos estaremos con nuestro Señor por la eternidad. Además, mientras que todos estos creyentes vivan en la tierra, ellos deberían reunirse juntos para adorar a Dios de manera corporativa como la iglesia. Todos estos son elementos de la fe cristiana. Nadie puede desechar ninguno de ellos; más bien, debemos guardar todos ellos.
Todos los demás asuntos son simplemente diferentes clases de doctrinas. Algunas son buenas y otras no; unas son fundamentales mientras que otras no. Sin embargo, Romanos 14 nos dice que a fin de tener la vida de iglesia apropiada, debemos recibir a toda clase de cristiano genuino, sin importar la doctrina o el concepto que tenga. Algunos tienen diferentes opiniones y doctrinas en cuanto a los alimentos; algunos sólo comen verduras, mientras que otros piensan que es bueno comer de todo. Para unos todos los días son iguales, pero otros creen que se debe guardar ciertos días por ser santos. Estos son ejemplos de diferentes doctrinas y prácticas. Para guardar la unidad, tenemos que transcender todas estas cosas. Sin embargo, si uno no cree que el Señor Jesús es el Hijo de Dios, no es un hermano cristiano, porque él está en el principio de un anticristo (1 Jn. 2:18, 22). Otra persona tal vez crea que el Señor Jesús es el Hijo de Dios mas no cree que somos salvos por el simple hecho de creer en Él. Es posible que tal persona no sea salva. Si uno cree que la Santa Biblia es la Palabra divina, que Dios es único y triuno, que el Señor Jesús como Hijo de Dios se hizo hombre, que Él murió en la cruz por nuestros pecados, que resucitó de los muertos para ser nuestro Salvador y que está en los cielos así como también está en nosotros, que cuando creemos en Él, nuestros pecados nos son perdonados y así poseemos vida eterna, y que todos debiéramos reunirnos como la iglesia, entonces nosotros no deberíamos dar importancia en cuanto a lo que esa persona cree sobre el arrebatamiento, el lavamiento de los pies o el cubrirse la cabeza. Jesús oró: “Para que todos sean uno; como Tú, Padre, estás en Mí, y Yo en Ti, que también ellos estén en Nosotros”. Nuestra unidad se halla en la vida y la naturaleza divinas, y en nada más, e incluso, nuestra unidad es la vida y la naturaleza divinas. Por tanto, cuando tenemos comunión, no deberíamos hacer preguntas sobre toda clase de doctrinas. Debemos olvidarnos de todas esas cosas y sencillamente alabar al Señor porque todos somos hermanos. Tenemos un Padre, un Señor y una vida, y nosotros somos un Cuerpo y una iglesia en nuestra localidad. Esto es suficiente.
(
Testimonio de Jesús, El, capítulo 2, por Witness Lee)