DONDE HAY FE, LAS MONTAÑAS TIENEN QUE MOVERSE
Una hermana tenía el mismo problema que la hermana Lee. Ella decía que había creído, pero que no podía vencer. Le dije que necesitamos la fe que mueve montañas. Una fe que sucumbe ante la prueba más leve, no es fe. ¿Qué es una fe grande? ¿Qué es una fe que mueve montañas? Una fe firme es una fe que mueve montañas. Una fe que mueve montañas no la detiene ningún obstáculo. Donde haya fe, los problemas tendrán que huir. Esta es la fe que mueve montañas. La fe y las montañas no pueden coexistir. Una de las dos tendrá que irse. Si las montañas permanecen, la fe tiene que irse; si la fe permanece, las montañas tienen que quitarse. Cada prueba es una oportunidad para mover una montaña. Lo importante no es si hay pruebas o no. Lo que está en juego es el hecho de que cuando las montañas permanecen, la fe debe irse, y cuando la fe permanece, las montañas deben irse. Entonces es crítico a quién le creemos, a los desconocidos o a Dios. Nada que se derrumbe ante la prueba es fe.
Supongamos que un hermano aparentemente ha obtenido algunas victorias en cuanto a esto, y no ha comprendido aún lo que es la victoria. Satanás le dirá: “Tú crees que has vencido, pero sigues derrotado. Has sido engañado. No existe la victoria”. Hermanos y hermanas, si ustedes se dejan engañar, todo habrá acabado. Dios obra en conformidad con lo que usted cree.
Recuerdo que en una ocasión estuve postrado en cama. Un hermano vino y me tomó el pulso y la temperatura. Tenía una fiebre muy alta y un pulso muy rápido. Algunas noches antes de su visita, yo no había podido dormir; parecía como si estuviera cerca de la muerte. Esa noche oré, y en la tarde del día siguiente el Señor me habló. El escuchó mi oración y me mostró Romanos 8:11: “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por Su Espíritu que mora en vosotros”. Pensé que necesitaba descansar, pero estuve más inquieto que nunca. Cuando el hermano volvió a tomarme la temperatura, había subido y mi pulso se había acelerado aún más. Satanás estaba trabajando arduamente y no se demoró en venir a asediarme y decirme: “¿Qué clase de promesa es ésta? Dios te prometió que vivirías, pero es obvio que no estás mejorando”. Las palabras de Satanás parecían muy lógicas. En ese momento el Señor me dio dos versículos. El primero fue Jonás 2:8, que dice: “Los que siguen vanidades ilusorias, Su misericordia abandonan”. Jonás dijo estas palabras mientras estaba en el vientre del gran pez. Todas las circunstancias y condiciones externas son vanidad. El segundo versículo fue Juan 17:17: “Tu palabra es verdad”. Dios dice que Su palabra es verdad y que todo lo demás es vanidad. Si la palabra de Dios es verdad, mi temperatura, mi ritmo cardíaco y mi insomnio debían ser falsos. Por tanto, inmediatamente le di gracias al Señor y le dije: “Romanos 8:11 es verdad, y todos estos síntomas son falsos”. Esto fue lo que decidí creer y así lo declaré. En la tarde, mi fiebre había desaparecido y mi pulso se había normalizado. En la noche pude volver a dormir.
(Vida que vence, La, capítulo 8, por Watchman Nee)