Vida que vence, La, por Watchman Nee

Más extractos de este título...

DOS CLASES DE TENTACIONES Y LA MANERA DE ACABAR CON ELLAS

Ya les mencioné el hermano que regresaba a su casa en bicicleta después de una reunión y fue atropellado. Antes de darse cuenta, explotó su mal humor. Si hubiera tenido la oportunidad de reflexionar, habría tenido la oportunidad de controlarse, pero el incidente fue tan inesperado que no le dio tiempo de pensar, y su mal genio inmediatamente afloró. Así que, existen dos clases de tentaciones con las que nos encontramos en nuestra vida diaria. La primera, no nos da tiempo de reaccionar, pues surge de repente; la otra se presenta de manera gradual; viene en forma de sugerencias graduales. Una tentación no nos da tiempo de calcular, mientras que la otra sí. Nosotros pensamos que es más fácil vencer la tentación gradual que la tentación repentina. Pero después de entrar en la experiencia de la vida vencedora, todavía necesitamos hacer dos oraciones cada mañana al levantarnos. Si descuidamos estas dos oraciones, sin duda volveremos a fracasar.

La primera oración es decirle al Señor: “Líbrame de las tentaciones. No dejes que vengan a mí sin que tenga la oportunidad de pensar. No me permitas pecar sin tener tiempo de reaccionar”. El Señor puede librarnos de cualquier tentación en momentos en que no tenemos tiempo de pensar. Esta es una oración muy valiosa y ha salvado a muchos.

En esta ocasión no tengo tiempo para leerles todo el capítulo cinco de Romanos. Sólo puedo mencionarlo brevemente. Romanos 5:12-19 nos enseña unas cuantas cosas. Este pasaje nos dice que nuestra unión con Cristo es igual a la unión que tenemos con Adán. Así como pecamos por estar unidos a Adán, asimismo tenemos justicia por estar unidos a Cristo. ¿Cuánto necesitamos esforzarnos para enojarnos? No es necesario hacer ningún esfuerzo para airarnos; nos enojamos tan pronto nos provocan. Espontáneamente nos enojamos porque estamos unidos a Adán. Pecamos sin necesidad de determinación alguna de nuestra parte, simplemente por estar unidos a Adán; no necesitamos realizar ningún esfuerzo para pecar. Pero la vida en Cristo que Dios ha prometido opera sobre el mismo principio que nuestra unión con Adán. Debemos decirle al Señor: “Así como fui unido a Adán y pequé sin tomar la decisión de hacerlo y sin pensarlo de ante mano, asimismo hoy estoy en Cristo. Puedo ser paciente sin tomar ninguna decisión y sin tener tiempo de pensarlo. No necesito luchar por ser paciente. Señor, en muchas de las cosas que me sobrevendrán este día, no tendré la oportunidad de reflexionar. Pero te agradezco y te alabo porque mi unión contigo es tan fuerte como mi unión con Adán. Cuando la tentación venga a mí hoy, Tú podrás expresar Tu mansedumbre, Tu santidad y Tu victoria por medio de mí, aun si el incidente sucede demasiado rápido para pensar o resistir”. Si tomamos esta posición delante del Señor, venceremos la primera clase de tentación. Todos los días al despertarnos, debemos creer que Dios puede librarnos de las tentaciones de las cuales no tengamos tiempo de pensar. Cada mañana debemos creer en la vida de Cristo, y espontáneamente viviremos Su victoria. Así como nos enojamos sin pensar, podremos también disipar nuestra ira sin pensarlo. Todo esto depende de nuestra fe. Si tenemos fe, todo lo que Dios ha logrado llegará a ser nuestra experiencia.

La segunda clase de tentación no viene repentinamente, sino en forma gradual. Persiste y nos seduce repetidamente. ¿Qué debemos hacer con esta clase de tentación? Podemos hacer dos cosas: podemos no hacerle caso o podemos pelear. Todo depende del Señor Jesús. Yo sigo siendo el mismo que antes: sigo siendo débil y todavía sigo siendo incapaz de resistir la tentación. “Señor no puedo vencerla. No sólo soy incapaz de lograrlo, sino que ni siquiera intentaré hacer nada. Señor, no puedo ser paciente, y no trataré de serlo. No podía hacer nada antes y no puedo hacer nada ahora. Te doy gracias y te alabo porque no puedo lograrlo. ¡Aleluya, no puedo lograrlo! ¡Aleluya, me es imposible ponerle fin a esto!”. Al mismo tiempo debemos levantar nuestra cabeza al Señor y decirle: “Señor, Tú puedes hacerlo. Tú no eres débil en mí. Tú eres fuerte en mí. Señor te doy gracias y te alabo porque Tú eres capaz”. Hermanos y hermanas, si tomamos esta posición, las tentaciones se irán. Cuando nos esforzamos y luchamos contra las tentaciones, parece que se niegan a irse. Pero cuando declaramos que no podemos lograrlo y que Dios sí, y luego nos gloriamos en nuestras debilidades y en el poder de Dios, las tentaciones se van.

(Vida que vence, La, capítulo 9, por Watchman Nee)