RECIBIR ESTA VIDA ES UN MILAGRO
Quizás usted recuerde que Pablo dijo una vez: “Porque Dios es el que en vosotros realiza así el querer como el hacer por Su beneplácito” (Fil. 2:13). Cualquier cosa que hagamos concordará con el beneplácito de Dios. Dios es el originador de todo lo que nosotros hagamos. Es Dios quien opera en nosotros para hacernos santos. No tenemos que hacer ningún esfuerzo propio, porque todo lo logramos por medio de Dios, quien opera en nosotros. La vida santa y perfecta no se produce por medio de nuestros propios esfuerzos; es exclusivamente obra de Dios.
Para muchas personas nada que no sea un milagro puede librarlos de su iniquidad. Muchas personas no son sensibles a sus fracasos; no perciben cuán desesperada es su situación. Otros se han rendido ante la imposibilidad de abandonar su mal genio, su orgullo o su forma de ser. Saben que nunca lograrán vencer a menos que Dios haga un milagro en ellos. ¿Hay alguien aquí que pueda vencer al pecado? El método del hombre consiste en reprimir el pecado, pero el de Dios consiste en hacer un milagro quitando al viejo hombre y limpiando todo el corazón. Si usted comprende el significado de la victoria de Dios, rebosará de gozo.
Una hermana tenía un genio extraordinariamente incontrolable. Su esposo, sus hijos, sus sirvientes y todos los que la rodeaban le temían; con todo y eso, era cristiana. A ella le desesperaba tener un carácter tan explosivo. Después de unos cuantos años de ser salva, recibió al Señor como su victoria. Inmediatamente tuvo que afrontar una prueba muy grande. El siguiente día después de haber recibido al Señor Jesús como su victoria, ella despertó y bajó a la sala de su casa. Su esposo y los sirvientes estaban tratando de colgar una lámpara del techo. A pesar de que la lámpara era muy costosa, ni su esposo ni sus sirvientes estaban siendo lo suficientemente cuidadosos. En el momento en que bajaba las escaleras, la lámpara cayó al suelo y se destrozó. Cuando su esposo la vio bajar, se quedó inmóvil a la espera de que su genio estallara; pero para su sorpresa, ella sólo dijo con un tono suave: “Simplemente barran los pedazos”. Su esposo estaba asombrado. Anteriormente, ella habría vociferado con sólo quebrarse una taza o un pequeño plato; así que esta vez pensó que con seguridad se enojaría desmedidamente, y al ver su reacción le preguntó: “¿Dormiste bien anoche? ¿Estás enferma?”. Ella respondió: “No estoy enferma. Dios ha hecho un milagro en mí y ha quitado mi viejo hombre”. Su esposo respondió: “¡Esto es verdaderamente un milagro! ¡Qué milagro tan grande! Gracias al Señor. ¡Esto es un milagro!”.
El señor C. G. Trumbull, fundador de la compañía Sunday School Times, es una persona experimentada en la vida espiritual. El entendía que la vida vencedora es un milagro. Cierta vez le testificó a un anciano que después de recibir al Señor Jesús como su vida, no sólo desapareció su mal genio sino aun el deseo de enojarse. El anciano le preguntó: “¿Quieres decir que todos tus pecados pueden ser eliminados?”. El señor Trumbull le respondió: “Sí”. Luego el anciano le dijo: “Creo que esto es verdad en ti porque creo que dices la verdad; pero esto nunca podría sucederme a mí”. Más tarde el señor Trumbull invitó al anciano a orar con él. Después de una larga oración, el anciano también recibió este hecho. Poco después, el señor Trumbull se encontró de nuevo con el anciano, y éste le dijo: “Nunca he llegado a experimentar en mi vida lo que experimenté aquella noche. Fue un milagro; ya no hay ni lucha ni esfuerzo, y ahora mis deseos se han esfumado y hasta el deseo de pecar ha desaparecido. Esto es verdaderamente maravilloso; es un milagro. No mucho tiempo después, el anciano le escribió una carta al señor Trumbull y le contó que había una mala influencia entre la junta de directores de su trabajo. Antes él siempre había tratado de refrenarse; pero esta vez, al estar en medio de la situación, no fue afectado y ni siquiera sintió inclinación por tales pecados. ¡Qué milagro!
Hermanos y hermanas, ¿tienen ustedes barreras insuperables? ¿Tienen pecados que no pueden controlar? Si es así, el Señor Jesús puede hacer el mismo milagro en usted. Es posible que en algunas áreas usted se ha visto impotente durante años, pero el Señor puede realizar hoy un milagro en usted. No importa si sus pecados son espirituales, carnales, mentales, físicos o de su carácter; tampoco importa si usted puede obedecer a la voluntad de Dios o no, ni si se ha consagrado o no; tampoco importa si usted ha confesado sus pecados o no. El Señor puede hacer este milagro en usted. Si usted no se puede consagrar, el Señor puede hacer que se consagre. Si no puede perseverar, el Señor puede hacerlo perseverar. Dios puede vencer todos los pecados que mencionamos. Cuando El hace un milagro, todo llega a ser posible.
(
Vida que vence, La, capítulo 3, por Watchman Nee)