Vida que vence, La, por Watchman Nee

Más extractos de este título...

SOMOS INCAPACES DE VENCER Y NO PROCURAMOS HACERLO

Creo que necesitamos examinar un asunto más. Muchos hermanos y hermanas ya saben que no son capaces de hacer nada. Quizás usted sabe que no puede hacer nada. Pero debo preguntarles otra vez: ¿Es usted capaz o no? Hermanos, ¿han muerto a toda esperanza en ustedes mismos? ¿Todavía creen que pueden vencer? Antes vimos hechos objetivos, ahora estamos viendo algo subjetivo por primera vez. No hay duda de que Cristo vencerá en su lugar, pero hay una condición para que El pueda hacerlo: usted debe reconocer que es impotente. ¿Es usted capaz o no? Dios ha permitido que fracase muchas veces, pero sigue vivo su corazón. ¿Es usted capaz o no? Todo depende de esta pregunta crucial. Su futuro avance depende de esto. Si usted continúa diciendo en su corazón que puede y que usted es capaz de lograr algo por sus propios esfuerzos, Cristo no puede vivir por usted. Cristo sólo puede vivir por los que son absolutamente incapaces. La victoria está a la espera de aquellos que han fracasado completamente. Solamente aquellos que han fracasado por completo pueden vencer. Si alguien no ha fracasado totalmente, Dios no podrá vencer por él. Esta es la primera condición. La primera condición es confesar que somos incapaces.

Una cosa es decir que no podemos lograrlo, y otra cosa es cesar de intentarlo. ¿Han visto que existen estas dos cosas? No podemos lograrlo y no debemos tratar de hacerlo. Muchas veces sabemos que no podemos lograrlo, y aún así, continuamos tratando de hacerlo. La primera condición para obtener victoria es comprender que no podemos lograrlo; y la segunda es desistir de intentarlo. Si admitimos que no podemos lograrlo y cesamos de intentar, venceremos. El problema es que aunque sabemos que no podemos lograrlo, nos esforzamos al máximo por lograrlo. Queremos valernos de nuestras fuerzas. Pensamos que si oramos más, podremos lograrlo o que si tomamos determinaciones más firmes, podremos permanecer en pie. Aunque no podamos lograrlo, seguimos intentándolo.

Supongamos que tenemos en frente un objeto que pesa 300 catis [una unidad china de peso], y supongamos también que usted sabe que sólo puede levantar 200 catis. No hay posibilidad de que usted pueda levantar 300 catis. Sin embargo, muchas personas tratan de levantar un peso que saben muy bien que no pueden levantar. Dicen: “Sé que no puedo hacerlo, pero ¿por qué no intentarlo?”. No pueden hacerlo y aun así hacen el intento. Una cosa es que una persona sea incapaz de hacer algo, y otra que desista de intentarlo. Puesto que sabemos que no podemos lograrlo, no tenemos que tratar de hacerlo. “Señor, no puedo vencer y no tengo la intención de tratar. No lo intentaré más”. Sus manos deben soltar el asunto completamente. Soltar las cosas no es algo insignificante. Ya que usted sabe que no puede hacerlo, debe permanecer en esa posición y dejar de intentarlo. Recientemente he conocido muchos hermanos que repetidas veces cometen pecados. Confiesan que no han podido vencer. Pero al preguntarles si todavía están tratando de vencer, ellos se rinden y dicen: “¿Qué otra cosa podemos hacer? Nos damos por vencidos”. Dios lo ha puesto en la cruz y ha abandonado esperanza con respecto a usted. Pero es necesario que también usted reconozca que no puede hacerlo; también debe reconocer esto.

Desafortunadamente todavía tratamos de lograr cosas por nosotros mismos. ¿Qué significa tratar de lograrlo? Permítanme tomar la ira como ejemplo. Suponga que usted es una persona que se enoja fácilmente y que no puede controlar su ira. Cuanto más lo intenta, más fracasa. Al final reconoce que no puede hacer nada en cuanto a su mal genio. ¿Qué debe hacer? Usted sabe con certeza que no tiene manera de controlar su mal carácter, y sin embargo, trata de hacerlo. ¿Qué hará después? Tratará de ser más cuidadoso al hablar. Luego hará lo posible por evitar a las personas con las que no se lleva bien y sólo hablará con aquellas con quienes tiene una buena relación. Usted evitará relacionarse con los que lo provocan y huirá de ellos. Cada vez que esté a punto de perder la paciencia, hará lo posible por controlarse. Tratará de controlarse con más oraciones. ¿Qué es esto? Esto es ser incapaz y al mismo tiempo tratar de hacer cosas. Por un lado no puede lograrlo, pero por otro, sigue tratando de realizarlo. Aunque no pueda hacer nada, se seguirá esforzando por hacer algo. Esta clase de persona nunca vencerá. Nunca podrá llegar a decir: “Con Cristo estoy juntamente crucificado”.

Hermanos y hermanas, recuerden que la condición para obtener la victoria es reconocer que somos incapaces y que la barrera más grande es intentar. La victoria procede de Cristo, y es el Cristo que vive en nuestro lugar. La vida vencedora requiere que tomemos una posición firme y declaremos: “No puedo hacer nada y no seguiré intentándolo. Señor, hazlo Tú por mí. No trataré ya de labrar mi propia victoria”. Si hacemos esto, venceremos. Dios no puede hacer nada por aquellos que constantemente tratan de hacer algo. El no puede hacer nada por ellos. Si tratamos de hacer algo y si nos decidimos a hacerlo, Dios se detendrá en el momento en que nosotros intervengamos. Cristo vive en nosotros a fin de expresarse por medio de nosotros. El problema es que nosotros tratamos de preservar la integridad de nuestro propio trabajo. Debemos rechazar por completo nuestro propio trabajo antes de que Cristo pueda expresar Su vida por medio de nosotros. Si tratamos de ayudarlo sólo un poco y comenzamos a introducir obras humanas, Su gracia se irá. Si Cristo no vence en nuestro lugar, cualquier victoria que tengamos, será algo nuestro. El poder de Cristo no tiene como fin suplir lo que nos falta. La vida de Cristo no tiene como fin llenar los vacíos que tengamos en nuestras vidas. El quiere vivir en nuestro lugar. Si deseamos que Cristo viva en nuestro lugar, no debemos vivir nosotros. Primeramente debemos saber que no podemos lograr nada, y Dios tendrá libertad para actuar. No trate de prolongar la batalla. En el momento en que tratemos de luchar, perdemos. No obstante, tenemos esperanzas de lograrlo y creemos que sería maravilloso si lo hiciéramos. Pero mientras estamos en esta lucha, Cristo no expresa Su vida en nosotros.

En todo empeño humano, siempre existe la posibilidad de superposición. Tengo un sirviente en mi casa. Si él renunciara, tendría que contratar a otro, pero le pediría al primero que se quedase otras dos semanas a fin de enseñarle al siervo nuevo todos los oficios. El hombre siempre tiene la necesidad de retener una cosa hasta que otra lo reemplace. Antes de que el primer sirviente se vaya, el nuevo sirviente tiene que venir dos semanas antes de su partida. Pero con Cristo esto nunca sucederá. Si nosotros no decidimos irnos, El nunca tomará ninguna iniciativa. Cuando nos detengamos nosotros, El comenzará. Pensamos que El obrará mientras nosotros todavía estemos laborando; pero esto nunca sucederá. Cuando cesemos nuestras obras por completo, Cristo comenzará la Suya. Mientras aún sigamos haciendo algo, Cristo no se moverá ni un centímetro. En el mensaje anterior vimos lo que significa: “Ya no vivo yo, mas Cristo”. Pero ¿cuando experimentaremos “mas Cristo”? Esto sólo sucederá cuando se cumpla “ya no vivo yo”. Esperamos hasta ver que Cristo y nosotros estemos allí al mismo tiempo; esto jamás sucederá. No podemos lograr nada, y tampoco debemos tratar de hacerlo. Nuestras manos deben soltarlo todo sin reservas. Todo debe quedar en las manos del Señor; tenemos que entregarle todo a El. No podemos lograr nada y tampoco debemos intentarlo. Si hacemos esto, venceremos.

Pero esto no es suficiente. Muchas personas se dan cuenta de que no pueden hacer nada y lloran y se lamentan. Por supuesto, es bueno llorar. Muchas veces nuestros pecados sólo pueden ser lavados con nuestras lágrimas. Con frecuencia hemos derramado muchas lágrimas delante del Señor. Pero también debemos darnos cuenta de que muchos cristianos siguen el ejemplo del joven rico, que se marchan tristes al ver que no pueden vencer, sólo ven sus problemas y que les falta una cosa. Puesto que ellos no pueden hacer nada, piensan que Dios tampoco puede. Por lo tanto, piensan que no tienen esperanza al no poder repartir todos sus bienes a los pobres. Pero esto no es así. No, todavía hay esperanza.

Siempre me ha parecido muy significativo que después de Lucas 18 esté Lucas 19. ¿Sabe de qué habla el capítulo diecinueve? Es la historia de Zaqueo. ¿Quién era este hombre? Era un hombre de edad avanzada; mientras que el hombre del capítulo dieciocho era joven. Tanto el joven como Zaqueo eran ricos. En términos humanos, se espera que el joven sea más generoso, y el anciano más egoísta. Pero es asombroso ver que cuando Zaqueo descendió del árbol, sin que Señor le pidiera que repartiera su dinero, él de su propia iniciativa decidió devolver cuadruplicado lo que había tomado por fraude y repartir la mitad de sus bienes a los pobres. Inmediatamente estuvo dispuesto a entregar todo su dinero. El Señor Jesús le pidió al joven rico que diera su dinero y éste no pudo hacerlo. Pero este hombre anciano, a quien el Señor no le pidió que diera su dinero, lo dio voluntariamente. ¿Por qué se ve esta diferencia? Porque las cosas que son imposibles para el hombre, son posibles para Dios. En el caso del joven rico vemos lo que es imposible para el hombre, mientras que en el de Zaqueo vemos lo que es posible para Dios. ¿Qué es posible para Dios? El Señor Jesús dijo que Zaqueo también era hijo de Abraham y que la salvación había llegado a su casa. Esto significa que Dios lo había salvado. El joven rico sabía que era imposible para él; pero no pidió a Dios la salvación. Para el hombre es imposible, mas para Dios es posible.

¿Qué hace un cristiano cuando ve su impaciencia, sus pensamientos impuros o su pecado carnal o espiritual? Anhela el día en que será librado de estos problemas. Algunas hermanas me han comentado: “Hermano Nee, sería maravilloso si mi genio pudiera mejorar aunque fuese un poquito”. Siempre les digo: “Denle gracias al Señor por su mal genio. Es maravilloso que ustedes vean que no pueden vencerlo. Regocíjense en el hecho de no poder hacer nada”.

(Vida que vence, La, capítulo 4, por Watchman Nee)