Vida que vence, La, por Watchman Nee

Más extractos de este título...

NOS GLORIAMOS EN NUESTRAS DEBILIDADES

En 2 Corintios 12:9 dice: “Y me ha dicho: Bástate Mi gracia; porque Mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo extienda tabernáculo sobre mí”. ¿Pueden ver esto? La debilidad no es algo por lo que debamos lamentarnos o llorar. La debilidad es algo en qué gloriarnos. Usted tal vez haya dicho: “Agradezco al Señor y lo alabo por haberme hecho vencer”. ¿Pero alguna vez ha llegado a decir: “Le agradezco al Señor y lo alabo por haber permitido que fracasara miserablemente”? Usted alaba al Señor y le da gracias por darle paciencia; pero ¿alguna vez le ha dado gracias y lo ha alabado por su genio incontrolable? ¿Le ha llegado a dar gracias y lo ha alabado por su orgullo? ¿Ha llegado a darle gracias y a alabarlo por su envidia? ¿Le ha dado gracias y lo ha alabado por su impureza interior y por su pecado? Si usted tiene estos problemas, debe darle gracias al Señor y alabarlo por ellos. Lo primero que usted debe hacer es darse cuenta de que no puede superarlos. En segundo lugar, debe renunciar a tratar de lograrlo. Y en tercer lugar, debe alabar al Señor y darle gracias por esa incapacidad. ¡Aleluya! No puedo hacer nada. ¡Aleluya, no puedo hacer nada!

¿Por qué dijo Pablo: “De buena gana, me gloriaré más bien en mis debilidades”? Pablo dijo que consideraba su debilidad motivo de gloriarse. Porque su debilidad le daba a Cristo la oportunidad de manifestar Su poder y de que dicho poder extendiera tabernáculo sobre él. El poder de Cristo no puede extender tabernáculo sobre los que no tienen debilidades. Sólo aquellos que tienen debilidades pueden llegar a experimentar el poder de Cristo que extiende tabernáculo. Me gloriaré más bien en mis debilidades, porque mis debilidades le dan al Señor la oportunidad de obrar en mí y de manifestar Su poder y actuar en mí.

Hermanos y hermanas, ¿tienen algún pecado que ni siquiera pueden confesar? ¿Hay algo que no puedan consagrar a Dios? ¿Existe algún obstáculo que no puedan quitar? ¿Carecen de alguna cualidad delante del Señor? ¿Qué van a hacer ustedes? ¿Van a entristecerse? Si es así, entonces están en la situación del joven rico. El se entristeció y ustedes también. Finalmente seguirán el mismo camino que él. El se marchó triste, y ustedes también lo harán. Pero no hay por qué entristecerse. El error del joven rico no fue darse cuenta de lo que le era imposible, sino no ver lo que es posible para Dios. El error del joven rico no radicaba en su propia impotencia, sino en no aplicar la capacidad de Dios. No es pecado descubrir nuestras propias debilidades, pero sí es pecado no creer en el poder de Dios. No es pecado ser incapaces de dar el dinero, pero sí lo es no creer que Dios puede hacer apta a una persona para hacerlo. No es pecado tener mal genio, pero sí lo es no creer que Dios puede llegar a ser nuestra paciencia. No es pecado tener un pecado insuperable, pero sí lo es no creer que Dios pueda vencer tal pecado por uno.

Es un hecho glorioso que un hombre comprenda que es inútil. El propósito del Señor era mostrarle al joven rico su incapacidad. Pero cuando el joven regresó a casa, no estaba contento sino triste. Una vez que el Señor muestra que uno no puede hacer nada, inmediatamente revela que Dios puede hacer algo. El Señor no le muestra a uno su incapacidad con fin de desanimarlo, sino de que crea que El tiene una excelente oportunidad para trabajar en uno. Usted debe decirle: “Señor, no puedo hacer nada y tampoco quiero intentarlo. Te agradezco y te alabo porque no puedo hacer nada”. Una vez que uno comprenda que no puede hacer nada y que es totalmente incapaz, y cuando pueda ver que solamente el Señor puede hacer algo, le dará gracias a El y lo alabará. Entonces entenderá que es muy natural dar gracias al Señor y alabarlo. Es posible que anteriormente se haya lamentado por sus debilidades o haya derramado lágrimas por sus pecados. Pero hoy usted puede gloriarse y dar alabanzas. Usted puede decir: “Señor, te agradezco porque no puedo hacer nada. Te agradezco porque no tengo posibilidad de vencer. Soy incapaz. Me regocijo porque estoy incapacitado. Me regocijo porque no puedo hacer nada. Solamente Tú puedes hacerlo todo”. Si usted hace esto, vencerá.

(Vida que vence, La, capítulo 4, por Watchman Nee)