Vida que vence, La, por Watchman Nee

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EL RESULTADO DE ESTA VIDA: UNA VIDA DE EXPRESION, NO DE REPRESION

El resultado de una vida vencedora es una vida que se expresa no una vida que se reprime. El problema que hay con la “victoria” es que viene principalmente por medio de la represión. Hubo una anciana que siempre reprimía su impaciencia cuando se enojaba. Trataba de mantener una sonrisa exteriormente, mientras que interiormente luchaba por reprimirse. Esta clase de vida reprimida sólo hará que uno sangre internamente cuando se permite que esto continúe por años. Toda la amargura permanece encerrada en una vida reprimida. ¡Pero demos gloria al Señor! Nuestra victoria es una vida de expresión, no una vida de represión. Una vida de expresión manifiesta en el vivir lo que uno ya ha obtenido, esto es lo que quiere decir Filipenses 2:12: “Llevad a cabo vuestra salvación”. Antes tratábamos de escondernos todo lo que pudiéramos, pero ahora la victoria de Cristo se puede expresar. Anteriormente, cuanto más reprimíamos, mejor creíamos estar; ahora, cuanto más expresamos, mucho mejor. Cristo vive en nosotros, y lo expresamos a El en nuestro vivir delante de los hombres.

La señora Jessie Penn-Lewis, tenía una joven amiga que era poetisa. Era muy buena para comunicarles a los niños el significado de la vida vencedora. Un día la señora Penn-Lewis la visitó y trató de aprender de ella la manera de enseñarles a los niños. Ese día su amiga invitó a docenas de niños a comer. Después de la comida, y antes de limpiar la mesa, llegó repentinamente alguien a visitarlos. La joven preguntó a los niños: “Esta mesa está muy sucia, ¿qué debemos hacer?”. Los niños sugirieron cubrir la mesa sucia con un mantel limpio. Ella estuvo de acuerdo, y cubrió la mesa sucia con un mantel limpio, luego que la visita se fue, ella les preguntó a los niños: “Vio el visitante lo sucia que estaba la mesa?”. Ellos contestaron: “No”. Luego les preguntó otra vez: “A pesar de que él no vio nada sucio, ¿seguía la mesa sucia?”. Ellos contestaron “Sí”. Aunque el visitante no vio nada sucio, de todos modos la mesa continuaba sucia.

Hermanos y hermanas, a muchas personas no les importa estar sucios por dentro, pero por no les gusta estar sucios por fuera. Los ojos de los hombres no pueden ver los pensamientos ni las intenciones de nuestro corazón. Creemos que somos victoriosos. Es posible que otros nos alaben por nuestra humildad; hasta podemos pensar que en realidad lo somos. Es posible que tengamos la apariencia de ser muy pacientes, pero en realidad todo yace escondido en el interior. Debo decirles con toda franqueza que no hay victoria cuando reprimimos todo en nosotros. Sólo puede haber victoria cuando nosotros salimos y Cristo entra. La victoria es algo que se expresa.

Había una hermana que fácilmente perdía la paciencia. Un día su sirvienta quebró un florero. Inmediatamente fue a su cama y se cubrió con una cobija tratando de disipar su enojo. Esta es una vida de represión.

Puede ser que un vendedor ambulante toque a su puerta para venderle frutas. Usted posiblemente le diga que no quiere comprar nada y luego le pida que se vaya. Es posible que venga una segunda vez, y usted de nuevo le diga que no y le pida que se vaya. Es posible que venga a usted la tercera vez. El sigue viniendo porque quiere vender sus frutas. El puede inclusive controlarse y no perder la paciencia. Pero esto no significa vencer, no es victoria; es simplemente una táctica para vender. Reprimir el temperamento no equivale a tener la victoria. Cristo venció y así purificó el corazón del hombre; por lo tanto, la victoria implica pureza de corazón.

Un hermano de más de cincuenta años había estado leyendo las enseñanzas de Confucio toda su vida. El había sido cristiano por más de tres años. Aunque había creído en la purificación efectuada por la sangre del Señor, no conocía la diferencia entre la vida cristiana y el confucianismo. Según Confucio, la única manera de autocultivarse es ejercer dominio propio; es tratar de lograr ser santo reprimiéndose y autocultivándose. Después de llegar a ser cristiano seguía tratando de reprimirse. Siempre trataba de no mirar sus problemas, hasta eliminarlos por completo. Pero después experimentó el camino de la victoria. El testificó que la victoria no tenía nada que ver con él. La vida cristiana es diferente a todas las religiones. La diferencia no radica meramente en la cruz sino en el hecho de que tenemos a un Cristo viviente en nosotros. Podemos predicar una doctrina de redención y también a un Cristo vivo. La persona que mencionamos era un verdadero discípulo de Confucio y nada de lo que había en su interior había salido a flote. Sin embargo, él ahora da testimonio que puede abandonar su yo; ya no necesita reprimirse y ya no tiene problemas.

Hermanos y hermanas, tengo que decir a esto: ¡aleluya! La victoria es un asunto de quitarse uno de en medio y de que haya una expresión. Una vida vencedora no esa otra cosa que Cristo mismo.

Estos cinco puntos caracterizan esta vida. Por último, permítanme hablarles con franqueza. Recuerden por favor que la victoria, así como la salvación, es específica. Uno la experimenta en una fecha específica. Usted fue salvo en cierta fecha (aunque, obviamente hay algunos que han olvidado el mes y el día en que fueron salvos). Usted también debe escribir la fecha en que venció. Debe haber también una fecha específica. Todos deben tener una fecha específica en la que vencieron; ésta es una puerta específica por la que uno pasa. O usted ya pasó por ella o todavía no lo ha hecho. No hay lugar para un “tal vez” en este asunto. Nadie en este mundo es “tal vez” salvo; si uno es salvo, es salvo. De la misma forma, nadie en este mundo es “tal vez” victorioso; si uno ha vencido, ha vencido. Aquellos que “tal vez” han vencido, no han vencido en absoluto. Todos debemos pasar por esta puerta. No puedo decirles más por el momento. En el futuro veremos que la victoria no sólo es un asunto individual; hay algo más grande en ello. Por el momento, ésta es razón suficiente para vencer.

(Vida que vence, La, capítulo 3, por Watchman Nee)